Capítulo LI: Humillación

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GULIANA

En Romalia, la casa Farnesse había construido un "módico" palacio a la orilla del mar, uno que definitivamente había sido construido para demostrarle a la familia Casteglio, que los Farnesse también era una casa que debía ser temida y reconocida. Después de todo los Farnesse controlaban el mercado del Mar Medio. La joven mujer entonces sintió un golpe en la espalda que la despertó de su siesta.

—¿Qué ocurre? ¿Ya llegamos? —Preguntó Guliana. La joven se levantó de su improvisada cama y miró sobre el carro. Entonces vio como toda la caravana se había detenido. Había guardias armados con alabardas y ballestas a lo largo del camino.

—No madona. —Respondió Ernesto Bianconi. El hombre se levantó la boina con plumas y tela satinada que tenía sobre la cabeza y miró a Guliana.

—¿Qué es lo que está pasando? —Preguntó la joven Farnesse.

Entonces vio que un caballero en armadura completa a lomos de su caballo, trotó hacia la caravana, a su lado llegaron más estandartes. El hombre tenía una armadura negra con una luna dorada labrada en el medio del peto, con el cabello corto color gris. A su lado llegaron otros tres jinetes con los estandartes de la casa Blauenblud y otros estandartes color negro con la luna dorada en ellos. El jinete en armadura completa sacó de su alforja un cono de cobre que usó como un megáfono.

—¡Comerciantes del gremio! ¡Yo soy Engelbert, ¡Gran Maestre de la Sagrada Orden de Ahri, Les pido que se desvíen al pueblo de Ravenna en el este! ¡El camino a partir de ahora es peligroso por lo que les pido precaución! ¡Hay guerreros Norses más adelante! —Respondió el hombre.

—¡Cazzo! —Gritó Signore Vernali, mientras se empinaba otro trago de vino dulce, los hilos de vino corrían por la comisura de sus labios y empapaban su incipiente barba castaña. El hombre se limpió con los dedos su barba y luego secó sus dedos en sus mallas. —Invasiones Romalias por el sur, Ataques de Stahlanders en el oeste y Norses en el norte, ¿Que mierda tiene de bueno Esterreich para que todos los reinos del continente quieran conquistarlo? —Gruñó Vernali.

—No lo sé, pero dudo que sea buena idea mantener los carros en esta ruta. —Dijo Signore Bianconi, y luego alzó la mano e hizo una seña para que el resto de los carros le siguieran. El hombre comenzó a desviarse del camino hacia el sendero que daba al este.

—¡No podemos desviarnos! —Exclamó Guliana. —Desde aquí se puede ver el mar del norte. —Replicó la joven Farnesse.

—¿Qué no oíste al hombre? —Le preguntó Signore Vertali, arrastrando las palabras, el hombre estaba ebrio y enojado. Sinceramente Guliana sentía algo de miedo, pues no sabía lo que sería capaz de hacerle... después de todo, ella había organizado toda la expedición, y esta había fracasado. —La guerra está más al norte madona.

—Grandes fortunas se han fundado con la guerra. —Replicó Guiliana.

—No cuando estamos completamente solos. —Respondió Signore Vertali y luego se cayó de borracho sobre la paja que recubría el piso del carro. Guiliana entonces trepó al asiento del conductor y se sentó junto a Ernesto Bianconi.

Mientras la caravana se desplazaba por el sendero hacia el pueblo de Ravenna. Ernesto Bianconi rompió el silencio.

—¿Por qué razón le interesa tanto hacer una fortuna madona? Es obvio que hemos perdido. —Respondió el conductor. —Es alguien joven y hermosa, podría casarse y recibir una gran fortuna, solo por su mano.

—Me lo han dicho tantas veces, Signore Bianconi. —Dijo finalmente Guiliana. Su tono de voz cambió, se hizo más delgado y más vulnerable. La joven farnesse se encogió de hombros y entrecruzó sus brazos. —Hace tiempo estaba comprometido con un Casteglio, todos lo conocen. Su nombre era Enrico Casteglio. —Respondió Guiliana y luego alzó la vista hacia el horizonte, donde se veían trigales por ambos lados del camino. —Mi padre quería ponerle un fin a la rivalidad con los Casteglio. Por lo que me ofreció como esposa del duque Enrico Casteglio. Solo meses antes de la boda, concretó un matrimonio con la princesa salvaje de Stahland Gálica Kreuz. ¿Se lo imagina Signore Bianconi? Yo Guliana Farnesse. Vencida por una mujer salvaje que no sabe leer. La humillación que sufrí ese momento me hizo darme cuenta que yo jamás, dejaría que nadie tome el control de mi destino.

Signore Bianconi comenzó a reír. —Eso no responde, ¿por qué nos arrastraste hasta aquí? —Le preguntó nuevamente.

—Porque la independencia cuesta. —Respondió Guliana.

Mientras iban en el camino encontraron un granero abandonado, Y Guliana pidió que se desviaran y ocultaran los carros en el granero. Después de todo iban hacia una ciudad hambrienta en medio de una guerra. Los tres mercaderes prosiguieron en un solo carro hasta Ravenna, la intención sería encontrar clientes en la ciudad.

Al llegar al pueblo, los cielos ya estaban nublados. Y los tres mercaderes cruzaron las puertas, entonces pero apenas cruzaron se escuchó un cuerno de guerra ser sonado. Y desde lo alto de los muros de piedra caliza los ballesteros y los vigías comenzaron a sonar los clarines y a tocar las campanas. Guilana logró ver como de entre los trigales, los guerreros del norte aparecieron, cubiertos con armaduras de cuero y redondos escudos de roble, con hachas, lanzas y espadas. 

La Última Reina II: Confrontación de Coronas.Where stories live. Discover now