Capítulo 29 | Eso es de tramposos

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Él aún era un niño, recién entrado a la adolescencia viviendo a su modo sin tapujos, él no debía de vivir todo lo que le ocurrió, pero aún así había vivido ya tantas cosas que para su edad de quince años era mucho, que si se lo contaran a alguien mas no se lo creerían.

¿Y quién iba a decir que la noche de ese viernes su vida daría un giro que completaría el rumbo de su camino, que dejaría atrás al considerado niño que aún tenía fe en aquellos que lo habían dejado a la intemperie? Nadie, ni siquiera él. 

—Andando —ordenó su padre empujándolo a las malas para que saliera de aquella casa que yacía en las ruinas. 

—¡No quiero ir! —espetó él muy enojado, quitando las manos que agarraban con fuerza sus hombros. 

—¡Pues vas a ir quieras o no!

El padre era muy estricto, y vaya que sí, optando por tomar medidas de "Diciplina" tan fuera de lugar, o eso era lo que pensaba el chico. 

Además ¿Qué papá te manda lejos de la familia por ser un estorbo y luego te va a buscar, siendo el mismo estorbo, para que ayudes a aparentar un núcleo familiar perfecto? «Es un desgraciado» pensaba él que no tuvo de otra que obedecer e ir a la reunión que tendrían como la familia mas poderosa en la industria empresarial. 

No le habló, ninguno de los dos habló nada mas durante el camino a la mansión y es que ¿Qué iban a platicar? habían pasado ya cuatro años desde que ese señor lo había enviado con Daría a esos lugares de mala muerte para hacerlo valorar los lujos que desde bebé tenía, una de las medidas mas fuertes que tomó al ver lo "malcriado" que era un niño de diez años ¡Diez años!

Solo en algunas ocasiones muy escasas ocurría en donde él iba la mansión por las mismas razones que las de ahora, pero eso dejó de ocurrir hace dos años, dos años en los que para nada volvió ni tuvo tan siquiera contacto con su "verdadera" familia, aunque no lo fueran, eso él ya lo tenía muy claro. 

Llegaron a esa mansión que él ya no consideraba su hogar, su hogar era con Daría, su nana, anteriormente la de su madre. La misma que sus padres botaron al nomás contraer matrimonio, para que después fueran a buscarla para dejarle a cargo el hijo mayor de la familia, el que aún era un niño. 

Lo primero que vió salir de las enormes puertas eran a dos pequeños niños que portaban unos muy elegantes vestuarios, la nena con un vestido de princesa color rosa chillante, el nene con un mini tacuche blanco. Se veían... «Ridículos» eso, eso pensó al recibirlos parado a un lado de las enormes camionetas tambaleando cuando los dos se le fueron encima como unos locos abrazándolo.

No hizo nada, mas solo procuro no caerse con los dos pequeños individuos de once años que lo amaban mucho y también extrañaban, tanto que uno de ellos, el nene, comenzó a llorar de la emoción de ver después de mucho tiempo a su hermano mayor. 

—¡Ay! ¡Deja de ser una nenita y no llores! —alegó su hermanita, la misma que agarró el rostro del mayor y comenzó a besuquear sus mejillas, la frente y todo su rostro. Una costumbre que adquirió de su madre. 

—Ah ya, fuera, no sean así —se fastidió él y alejo a su hermana que dejaba babas en su precioso rostro.

También se limpio el brazo mojado de las lagrimas del pequeño que luchaba por no llorar mas ¡Es que volver a ver a su hermano le causaba mucho sentimiento! Pero él no era de llorar, claro que no. 

—¡Adentro! —exigió el papá alejando a sus dos preciados mellizos del rebelde que era ese hijo que abandonó. 

Lo único que hicieron los hermanitos es obedecer, de verdad que le tenían temor al señor. La nena hizo un puchero entrando a la mansión seguidamente del mellizo. 

Hacia lo Prohibido ©Where stories live. Discover now