Epílogo

3.2K 127 252
                                    

Diciembre 15 de 2017.

Collet. 

Pueda que la vida te azote de diferentes maneras y por más masoquista que seas, llega a doler demasiado, sin embargo, siempre hay una luz al final del pasillo. Aunque eso solo sea para los que su destino no es morir, sino seguir viviendo en este mundo del asco.

«El destino es una mierda»

Yo solía caer y levantarme haciendo como si nada hubiera pasado, me rasgaban y lloraba en el segundo pero luego vendaban la herida y seguía sonriendo como si eso no hubiese existido. Mucha veces me cuestioné el porqué no dejaba que todo saliera, también el de porqué buscaba siempre a alguien que me ayudara a no ver atrás, para así no darme cuenta de mis cosas y no llorar y no mostrarme más vulnerable de lo que ya era, eso y muchas cosas más.

Todo era muy confuso, realmente, yo lloraba por todo. Pero el llorar no me ayudaba en nada porque no aceptaba mi realidad y eso me consumía a cuentas silenciosas.

Me negué siempre a creer que no volvería a ver a mamá; tenía siempre esa idea frustrada de que algún día ella regresaría y por eso Lionel no debía estar con más mujeres.

Me negué a creer que mi hermana estaba muy mal como para llegar al punto de suicidarse y lo supe hasta que fue muy tarde.

Me negué a creer que me habían tocado en contra de mi voluntad y solo guardaba esos recuerdos en un cajón que no volvía a abrir y que no quería admitir que allí estaba, sin saber que el cofre comenzaba a pudrirse con todo lo que estaba dentro y debía sacarlo, pero no quería pasar el sufrimiento que eso conllevaría, sin saber también que mi dolor ya estaba y no desaparecía.

Me negué a aceptar que estaba siendo acechada desde que pegué mis labios formalmente contra los de Hanniel, incluso; me negué a aceptar que él era malo.

Me negué a superar el hecho de haber perdido mi primer embarazo a causa de la crueldad de unos hombres.

Me negué incluso a entrar en cuenta que estaba siendo violada y torturada por acciones pasadas de la persona que amé, y no fue hasta luego de varios día y meses en dónde dije "Carajo, estoy jodida"

En fin, me negué a todo lo que me pasó y eso me llevo a un punto muy crítico, el no aceptar mis desgracias, a pesar de estar consiente de ellas, era algo que me dejaba por los suelos y pisada por todos, por todo el mundo que me rodeaba y eso es algo que hasta ahora no perdono. Yo di todo de mí y a mí no me dieron más que solo miserias.

Pero ahora estoy de pie, un año y cinco meses han pasado y así como la tranquilidad que siento en el jardín del Psiquiátrico al ver cómo el sol aumenta entre las montañas, con el viento fresco del otoño que arrasa con mi rostro y mi cabello despeinándolo, así es como la tranquilidad que siento conmigo misma al no sentir más los delirios de antes y la angustia de siempre en cada segundo que pasaba sin parar.

Sabiendo que he sabido controlar lo que me ha pasado, teniendo aún secuelas, fuertes secuelas de lo vivido, puedo decir que me he levantado.

Aún cojeo demasiado, ya que el saber controlar y poder salir del psiquiátrico no quiere decir que ya danzan flores a mi alrededor «Por favor» el haber entrado al centro de rehabilitación fue para poder vivir con lo que me atormenta, las cucarachas siguen en mi interior así como los demonios que enterraron en mi alma. No me hizo olvidar, eso no se hace en estos lugares porque no es posible, nunca lo será a menos que descubran una manera de borrar la mente para olvidar los horrores obtenidos, los males y la mierda que te hicieron.

Estoy bañada de odio y de rencor que escondo con mi caparazón de protección, he aprendido a guardarlo y lo sacaré cuando sea necesario, porque lo será, yo lo sé.

Hacia lo Prohibido ©Where stories live. Discover now