Capítulo 10 | Impotencia

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—Déjame, esto... Esto ya no funciona —había dicho ella luchando por no derramar sus lágrimas.

Ella nunca llora por alguien.

—Mi amor mírame —él la agarra de la cintura quedando detrás de ella—, esto... Todo está bien, solo necesitamos reforzar las cosas...

—¡Reforzar nada! ¡Ya no te quiero! —mintió—, entiéndelo por favor.

Suplicante se zafó de los brazos de su, ya ex novio, a quien quería de verdad. ¿Pero por qué lo lastimaba de tal manera?

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Él la llamó por su nombre, casi llorando.

Él, un chico inalcanzable para muchas (pero rendido a los pies de ella) que era guapo, con chicas para escoger dispuestas a pasar, aunque sea una sola noche de pasión con él o tal vez no de pasión, sino de erotismo que él muy bien sabía dar.

Él, alguien que para todo el mundo tenía el ego y dignidad intacta, rechazando a todo lo que se le diera la gana, acostumbrado a no perder y no rogar.

Él, que muy a pesar de todo eso estaba allí: suplicando y llorando para evitar a toda costa que lo terminaran, y no era porque eso fuera a destruir su reputación, no, era porque en verdad la quería, hasta podía llegar a decir que la amaba; una palabra muy fuerte en su diccionario.

—Piénsalo... ¿Viste algo? Dime si viste algo, seguramente fue un mal entendido, nunca te he sido infiel y...

Calló abruptamente cuando vio en ella sus ojos de no poder creerlo. Suspiró y cerró los ojos y sonrió amargamente, deduciendo las cosas, o eso creía.

»—Algo te contaron. —asentía para sí mismo, «los malditos chismes» pensaba él. Ella solo lo miraba por encima de su hombro, sin querer darle la cara de frente. — Es eso, ¿verdad?

La tomó nuevamente del brazo y ella sin pensarlo se soltó bruscamente.

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Se sentía realmente destrozada, un sentimiento que no se permitía en lo absoluto, no quería en un pasado hacer lo que en ese presente estaba haciendo, pero para la mala suerte de él, ella era alguien con un ego enorme también, con una reputación intacta, su arrogancia flotaba en el aire y por dónde pasaba despertaba los suspiros y deseos de muchos y la envidia de otras.

¿A caso ella se iba a doblegar por él? Posiblemente, aunque... ¡Claro que no! Ella jamás haría eso y ésa era la diferencia entre los dos: uno se rindió a los pies de ella, y ella simplemente aceptaba los hechos sin ser inferior a las cosas y sus reglas, pero todo eso se quebraba cuando su persona fue débil cambiando los papeles, debilitando su poder.

—Solo déjame —le exigió a él—, no me busques más, ¿sí? Búscate a otra o agarra cualquier pendeja que tengas detrás y, ¡olvídame!

Cuando las cosas se tornaban del lado opuesto a ella, tenía que hacer algo antes de perder y manchar su expediente, ese que le mantenía la reputación de la mejor mujer e inalcanzable, que nadie la deja, antes, primero lo hace ella.

Aunque la traicionera fuera ella, no pensaba esperar a que él se enterara de la infidelidad que cometió y a causa de eso denigrarla como una cualquiera, porque no lo era, ella desde el principio le había dicho que no le gustaban los compromisos y él insistió, y no le estaba echando la culpa tampoco, porque a pesar que él era igual que ella se esforzó por llevar la relación de la mejor manera.

Hacia lo Prohibido ©Where stories live. Discover now