Capitulo 5: El pasado tiene rostro

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Estaba algo nerviosa, no sabía si había hecho bien en aceptar la invitación de esa mujer. Aunque quería desconfiar de ella, había algo que me daba total confianza. Llegó puntual y sentándose del otro lado de la mesa sonrió y para romper algo el hielo comentó.

— Había olvidado cómo pedir un taxi. Ha pasado mucho tiempo desde que no salgo de la abadía.

La miré y sin darle muchas vueltas pregunté

— ¿Qué quieres de mí?

— Soy tu tía, eres mi sobrina. Quiero conocerte.

— Eso aún está en duda.

— Quizá si te cuento un poco de mi, pienses distinto.

Encogí los hombros algo desinteresada.

— No creo que una monja tenga mucho que contar.

Tomó un sorbo a su café y arqueando una ceja contestó.

— No siempre fui monja. De hecho antes de serlo, fui mujer. Me enamoré, viví el amor, y tuve una vida se podría decir común.

— ¿Y qué lleva a una mujer a elegir ser monja?

— Es una larga historia. Solo puedo decirte que es donde único he encontrado paz. Daniela..., ¿Como está ella?

Preguntaba por mi madre como si yo tuviera idea de cómo ella estaba. Era mi mamá y apenas sabía de ella su nombre y edad. A veces hubiera querido saber más. Deseaba encontrar algún momento lindo entre las dos para poder contárselo a su hermana pero no encontraba ninguno. Más bien recordaba sucesos nefastos. Sonreí y decidí mentir aunque solo me mentía a mi misma.

— Ella está muy bien. De hecho hace dos días vino a verme. Ella..., ella es muy atenta. No puede estar más de dos días sin saber de mi.

Altagracia puso cara de desconcierto. No contradijo lo que estaba diciendo pero aún así le costaba creer que Daniela fuera esa mamá que estaba describiendo. Ella comentó que no era así como recordaba a su hermana. Más bien la recordaba egoísta, fría, déspota y poco afectiva y en efecto eso se quedaba corto para describir a mi madre.

— Quizá Daniela cambió. Me alegro que haya sido así. Sobre todo por ti que eres su hija.

— Me habías dicho que tenías que decirme algo sobre mi madre. ¿Qué es?

Su mirada se tornó algo decaída y aunque intentó disimular con una sonrisa y optimismo terminé por insistir en que era eso que tanto afán tenía por decirme. Apretó los labios y luego de guardar algo de silencio encogió los hombros.

— Sobre tu mamá..., ella..., ya no es importante lo que tenía que decir. Me alegra mucho que Daniela haya cambiado. Quizá como madre es mucho mejor que como hermana.

Había algo en esa mujer que me llamaba la atención. Los hábitos que llevaba puesto apenas dejaban mostrar sus rasgos y como lucía en realidad pero su rostro era casi idéntico al mío. Era como ver una versión mayor de mi.

— ¿Quieres ver a mi madre?

Negó con la cabeza

— No creo que sea buena idea. Hay muchas cosas que quedaron mal y no hay forma de que se puedan arreglar.

Algo confundida argumenté.

— ¿Acaso las monjas guardan rencor? ¿No se supone que están en contra de todo eso?

— ¿Por qué crees que le guardo rencor?

— No quieres verla y es tu hermana.

— No le guardo rencor, no guardo rencor por nadie. Pero es mejor que ella no sepa que te he venido a ver y mucho menos que he salido de la abadía. Eso sería fatal.

La teoría del amor Where stories live. Discover now