Capitulo 6: Resurgen verdades

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Había unas niñas en unas y unas jóvenes en otras. Aunque aparecían en las mismas fotos, había cierta distancia entre ellas. Mi madre no sonreía mientras la otra joven se veía más alegre. Pude reconocer aquella joven en las fotos. Casi podía jurar que era Altagracia con no más de quince años. A medida que crecían, las fotografías se hicieron más escasas. Altagracia la superaba en belleza y personalidad a mi madre. De todas aquellas fotografías había una que me llamó la atención. Estaba rota a la mitad, al unirla se formaba la imagen de Altagracia junto a un hombre apuesto y elegante. Ambos se veían enamorados y felices; las palabras de Altagracia comenzaron a encajar. No siempre había sido monja y tal como había dicho, antes de serlo había conocido el amor y quizá también el dolor de perderlo. El misterio en todo aquello era porque mi madre tenía esa fotografía rota con tanta rabia y que había sido de la vida de Altagracia en el pasado para terminar siendo una monja de clausura olvidada por toda su familia. Mil preguntas comenzaron a asomarse a mi mente pero ninguna de ellas terminaba de cobrar sentido. Altagracia no había mentido, mi madre y ella eran hermanas pero que tanto había pasado entre ellas para que mi madre la obviara de su vida era una pregunta que tanto Altagracia como Daniela no me responderian. Miré el reloj y ya era más tarde aún. No pude contenerme y terminé llamando al móvil de Alessandro pero para mi desagradable sorpresa me contestó una mujer. Rápidamente le reconocí la voz y los celos se hicieron presentes. Era la voz de Carla Estrada del otro lado de la línea.

— ¿Qué haces con el móvil de Alessandro? No, mejor dime ¿que demonios haces con él?

Algo burlona contestó

— El que Alessandro esté a dieta..., no significa que haga sus desarreglos de vez en cuando.

— Será mejor que ocupes tu lugar y dejes de intentar ocupar el mío porque te vas a estrellar contra una pared, eso te lo aseguro. Podrás intentar, resbalarte como la zarrapastrosa que eres  pero jamás conseguirás nada con Alessandro.

— ¿Estás segura? ¿Y si te digo que si lo estoy consiguiendo poco a poco?

— Aún no me conoces, pero me vas a conocer pronto.

Lance el móvil al suelo y algo en mi estaba descontrolado. No eran solo celos, era algo que no podía contener. Escuchaba una voz en mi interior repitiendo una y otra vez lo mismo «No eres nada, ella es algo, tú nada» quería dejar de escuchar aquella voz porque escucharla era síntoma de que estaba enloqueciendo. Me detuve frente al espejo y la voz tenía razón, mi reflejo estaba desgastado, falto de vida y sensualidad. Solo era una mujer grisácea con poco o nada a su favor. Derrame una lágrima y nada más de imaginar a Alessandro con esa mujer me descontrole aún más. No quería volver a mi pasado, a los cortes, al alcohol y la depresión pero cada vez sentía eso más y más cerca. Aún tenía algo de control sobre mi desequilibrio y quería que siguiera así. Alessandro conocía de mi la mejor parte esa que era dócil, quizá tímida pero inofensiva. Conocía a una Alicia de la cual pudo enamorarse por la fragilidad y singularidad que representaba. Cuando conociera a la otra Alicia, esa que vivía exiliada en la melancolía y la falta de cordura se decepcionaría. El rímel se había corrido por mis ojos y las lágrimas seguían deslizándose en mis mejillas. Alessandro se había convertido en algo vital en mi vida y Carla representaba la posibilidad de que pudiera terminar perdiéndolo. No por ella, sino por mí misma. Sequé mis lágrimas, limpie el rímel e intenté verme serena y segura de mi misma. Alessandro llegó como a eso de las diez de la noche y yo no tenía idea de cómo reclamarle o simplemente no hacerlo.

— Amor, te hacía dormida es tarde.

— Si, es tarde. ¿Cómo te fue en la empresa? ¿Mucho trabajo?

— Más del que quisiera tener

— Seguramente tienes quien te ayude muy, pero muy bien.

— ¿Qué insinúas?

La teoría del amor Where stories live. Discover now