Capitulo 26: Incertidumbre

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Camine lentamente hasta la habitación de Altagracia aún en trance. Tenía la carta en mis manos y docenas de lágrimas bajando de mis ojos. Abrí la puerta y ella estaba caminando de lado a lado nerviosa. Al verme con la carta en las manos creo que su corazón se detuvo igual que el mío. La miré y solo sentí decepción. Todo lo que quería en la vida se había dado de la manera más nefasta que había podido imaginar. Tenía miedo, dolor y confusión. Quería sentirme feliz pero no podía, simplemente no podía.

— Entonces..., soy tu hija. Ahora todo comienza a cobrar sentido.

— La leíste...

Apreté mis manos haciendo que mis nudillos se emblanquecieran y mis uñas se clavaran en la palma de mis manos. Toda mi vida había deseado a una madre que me quisiera, siempre quise que mi madre fuera distinta y ahora qué parecía haberse cumplido eso que tanto quise era más el dolor que la alegria que eso me había provocado.

— Lo sabías..., todo este tiempo. Me has visto sufrir, sabes cuánto me ha dolido mi relación con mi madre y aún así te callaste. Creíste que llevar esos hábitos te exhumaban de culpa pero no..., mentiste, te callaste.

— No..., Déjame hablar por favor.

— Al final pudo más la hipocresía. No pudiste decirme a los ojos que eres mi madre. Ya no se que sentir, no se si quería enterarme de esto.

Altagracia bajó la cabeza y entre lágrimas agarró un sobre que reposaba sobre la mesa de noche. Destrozada se acercó hacia mi y con un hilito de voz respondió dolorida.

— Me enteré hace un tiempo. Quería decirte, de hecho lo iba a hacer. Tú has sufrido pero no tienes idea de lo que he sufrido yo. Creí que había encontrado a mi hija, pensé que eras tú; pero no es así Alicia. Por eso te pedí de regreso esa carta. Hubiera sido la mujer más feliz del mundo si hubieses sido mi niña.

— ¿Qué estás diciendo? ¡Esta carta lo dice todo!

Negó con la cabeza desconsolada

— Mi madre volvió a mentirme. Volvió a tirarme al suelo una vez más. Sentí lo que es tocar el cielo y luego volver al infierno. Pensé que ya no tendría que buscar más porque había hallado la razón de mi vida, a esa niña que me arrebataron.

— ¡Lo que dices no tiene sentido! ¡No quieras confundirme más de lo que estoy! ¡Ya basta de mentiras maldita sea!

Altagracia me dio el sobre que tenía sobre la mesa de noche pidiendo que lo abriera. Con las manos temblorosas hice lo que me pidió y no entendí nada. Dentro había unos resultados de una prueba de ADN. Aquellos resultados eran negativos en consanguinidad entre Altagracia y yo. La miré y el alma se fue al suelo. Ahora era yo quien estaba visitando el infierno.

— ¿Qué es esto?

— Cuando recibí esa carta de parte de mi madre, fui a reclamarle a Daniela. Quería recuperarte pero ella después de burlarse y reírse en mi cara, me dijo que tú no eras mi hija. Te llamo Alicia sólo para burlarse aún más de mi pérdida. No le creí, me negué a creerle y a escondidas agarre tu cepillo y lleve un poco de cabello junto con el mío a un laboratorio. Abrir y leer ese sobre ha sido lo más difícil que he hecho en mi vida. Cariño..., no eres mi hija.

Me quedé callada, ahora no estaba enojada, en ese momento sentí una profunda pena y desconsuelo. No podía hablar, no podía llorar, mucho menos reaccionar. Tenía dos palabras en el bolsillo que no tenía idea de cómo utilizar. Apreté mis dientes y luego de pensar y pensar levanté la mirada y llena de frialdad y hastío comenté.

— Sabes..., en el fondo hubiera preferido tener una madre que no conozco a seguir siendo hija de Daniela. Al leer esa carta una parte de mi sintió alivio, ¿ahora sabes que siento?

La teoría del amor Where stories live. Discover now