Capitulo 30: Siempre fue ella

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Habían pasado tres días. Tres días en los que no había salido de la casa y en los que no tenía noticia alguna de Alessandro. Era casi las diez de la mañana y luego de pensarlo por un tiempo decidí contratar a una niñera para que cuidara de Sofía mientras yo volvía a retomar el trabajo en mi constructora. Tenía que retomar mi vida, tenía que sacar adelante a mi hija y por ella era que seguía respirando. La mujer había muerto, sólo quedaba la madre intentando ser lo mejor posible por su hija. La niñera llegó y algo indecisa le dejé a Sofía sintiéndome temerosa de que en cualquier momento Alessandro apareciera. Di órdenes estrictas de que no le abriera la puerta a nadie, ni siquiera a ningún conocido. Salí del apartamento y tras bajar en el ascensor en el vestíbulo vi una revista con una noticia que me dejó más humillada aún. «¿Soltero nuevamente?» ese era el encabezado de una fotografía donde salía Alessandro junto a Carla pillados por un paparazzi saliendo de un hotel. Tragué saliva y dejé la revista queriendo creer que lo había imaginado pero no, no era mi imaginación. Mientras yo sufría por su traición, mientras yo estaba destruida por su infidelidad, él estaba exhibiéndose y follando a la que siempre llamo "amiga". Cada vez lo odiaba más y más. En ese momento mientras conducía de camino a la constructora pensé en Damián. Él era el único que lograba calmar mis ansiedades y mis deseos de morir. Algo tenía él que simplemente me daba paz. Me desvíe y sin darme cuenta había llegado a su casa. No quería darle problemas a nadie, menos a él pero era la única persona que lograba hacer que mi mundo no terminara de irse al suelo. Bajé el coche aún con las gafas puestas, no quería que mirase mis ojos y encontrara en ellos más alcohol que pupilas. Me acerqué a la puerta y toqué el timbre varias veces pero nadie respondía. Miré la hora y ya habían pasado cinco desde que toqué por tercera vez. Era raro porque al menos había una doméstica atendiendo la entrada pero tampoco estaba ese día. Gire la perilla de la puerta y extrañamente estaba abierta. Preocupada entré a la casa llamando a Damián pero había un silencio sepulcral. Di unos pasos dirigidos a la recepción principal y unos ruidos que se escuchaban agonizantes se comenzaron a escuchar. Entré a la recepción y mi corazón se detuvo completamente. El enorme vitral que además de adornar las escaleras del segundo piso, servían de barandal estaba roto. Descendiendo la mirada mis ojos llegaron hasta el suelo donde habían miles de pedazos de vidrio por todas partes y en ellos estaba Altagracia tumbada en el suelo sobre un gigantesco charco de sangre proveniente de su cabeza. Su mirada se estaba apagando, no podía moverse y nada más verla, era evidente que estaba muy mal herida. Corrí hacia ella desesperada y llena de lágrimas. Busqué en su bolso el móvil para llamar a emergencias y ella no dejaba de intentar decirme algo que su agonía y dolor no le permitían.

— Vas a estar bien, te lo prometo. No..., no puedes dejarme.

— Da..., cui...,da...

— No hables, no te esfuerces por favor. Ya vendrán los paramédicos y te llevarán al hospital y estarás bien. Te lo prometo.

Ella parpadeando cada vez menos alcanzó a responder.

— Vo...,voy..., mo-ri-rir

— ¡No! No vas a morir te lo prometo.

Ella sonrió y antes de cerrar los ojos solo respondió.

— Te..., amo.

Las personas que me querían terminaron mal. Quería que Altagracia fuera la excepción. No podía con tanto dolor, con la idea de que pudiera morir. Ver toda aquella sangre, su cuerpo cortado por los vidrios y su mirada inexistente comenzaron a prepararme para lo peor. Los paramédicos no tardaron en llegar; afortunadamente dentro de aquel caos había una esperanza. Su corazón aún latía aunque ya no tenía casi reflejos. Había perdido mucha sangre y eso podía ser fatal. Durante el camino al hospital jamás solté su mano. Sentí tanta culpa, tanto remordimiento por cómo la traté que si ella moría yo me volvería loca. No me dejaron entrar con ella más allá de la puerta de la sala de emergencias. No sabía cómo decirle aquello a Damián. El amor que sentía por ella era tanto que podía provocarle un shock fuerte. Caminé de lado a lado nerviosa, confundida, llena de miedo. Agarré el móvil que tenía Altagracia en su bolso y rápidamente pensé en llamar a Damián pero unos mensajes de texto me llamaron la atención.

La teoría del amor Where stories live. Discover now