Capitulo 44: La victoria entre las piernas

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— Me tienes loco, no sabes cuánto amor mío.

Estaba nerviosa, joder sentía que mis piernas temblaban igual que a una mocosa de quince años. No tenía ni idea de a dónde íbamos pero lo único que sabía era que moría por ser su mujer. Era extraño porque ya había sido suya, teníamos una hermosa bebé y literalmente me había follado en todas maneras posibles pero ahora era distinto, era su esposa y para mi era como si empezáramos de cero. Él manejaba mientras yo tiritaba del nervio. Sus manos rozaron mis muslos y el frío de ellas me hizo dar un respingo.

— ¿Nerviosa?

Sonreí asintiendo con la cabeza

— Un poco

— Prometo que tendrás una luna de miel que no olvidarás jamás.

— Con tenerte a ti me basta. — Suspiré — Me siento como adolescente sabes. Es tonto que sienta nervios, pero pues..., no puedo evitarlo.

— mmm, ¿esos nervios sabes cómo me ponen? Me ponen muy duro y aún no llegamos y ya muero por follarte.

Riendo le pedí que pusiera atención al camino y es que de solo tocarme yo me convertía en su distracción. Seguía pensando que aquello era un sueño. Tenía un anillo de matrimonio en mi anular y era esposa el hombre más sexy y dulce al mismo tiempo del planeta. Lo miraba deslumbrada preguntándome dónde estaba él todo este tiempo. Era inútil preguntarle a dónde íbamos, lo único que sé es que era un viaje súper largo. Unas diez horas más o menos en coche aunque el tiempo se iba volando cuando estaba a su lado. La emoción y la curiosidad hizo que estuviera impaciente y tratara de adivinar a dónde iríamos. Estaba algo asustada, nunca me había alejado tanto de mi pequeña Sofía y la extrañaría bastante. Sin embargo, sabía que Sandra la cuidaría de maravilla. Era increíble como la vida podía cambiar de un momento a otro. Hace dos años estaba casada con un hombre que a cada oportunidad me golpeaba y me recordaba lo insignificante que yo le parecía. Vivía un infierno sintiendo que cada paso que daba estaba regulado por Ryan. No tenía vida, no podía pensar y mucho menos opinar. Cada día que pasaba en aquella vida, era un día más en el que deseaba morir y dejar de existir. Recuerdo aquellos días en los que moría por morir literalmente. Aquellos días grises en los que no podía ser madre y la única hija que tenía me odiaba nada más de verme o tenerme cerca. Todo cambió con una venganza..., al final estaba agradecida por esa venganza porque terminó siendo la salvación de mi vida y alma. De ser la esposa golpeada, lastimada y humillada, ahora era la esposa del hombre que más he amado en la vida y como premio extra, ahora era la duquesa consorte de un país del cual solo conocía el nombre. Llegamos a la frontera de Italia y la cosa se había puesto interesante. Al menos ya sabía que pasaríamos la luna de miel en Italia. Estaba ansiosa por conocer el país de donde provenía Alessandro. Conocer sus costumbres, su comida, sus pasatiempos en su niñez. Estar en Italia era como estar en la parte más íntima de él. Sonriendo pregunté.

— ¿Entonces la sorpresa es Italia?

— No seas curiosa

— Al menos dime a qué ciudad iremos. ¿Milán?

Sonriendo dulcemente negó con la cabeza

— Pronto iremos a Milán. Me encantaría mostrarte donde nací y pasé parte de mi niñez. Pero iremos a otra parte; ¿Confías en mí?

— Sabes que si

La espera fue acortando hasta que llegando a un punto del viaje en el que se detuvo y me vendó los ojos con una bufanda. Odio las sorpresas y más cuando llevo los ojos vendados. Quería espiar pero no había forma, había atado muy bien la vendas. Sentí el coche aparcarse luego de un rato en marcha. Ayudó a bajarme del coche sosteniéndome las manos y mi corazoncito comenzó a latir fuertemente emocionada al escuchar el sonido del mar a lo lejos. Sentí su respiración en mi nuca seguido de sus labios besando mi piel. Rodeó mi cintura con sus brazos abrazándome desde la espalda y susurrando comentó.

La teoría del amor Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα