Capitulo 51: Hacerle el amor al amor

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Había pasado dos semanas desde que tuve que enterrar a mi hermana el mismo día de su cumpleaños. Llevaba dos semanas yendo todas las noches a ver cómo la inanición estaba torturando lentamente a Daniela. Nunca pensé verme en aquella situación, jamás creí sentir tanto placer al tomar la justicia por mi cuenta. Me senté frente a ella y solo la miraba detenidamente mientras ella buscaba cualquier insulto para hacerme sentir mal o decaída. Estar amarrada y sin comer por una semana no parecía ser obstáculo para su maldad. Sonrió y burlescamente comentó.

— ¿Qué? ¿Esta es tu manera de torturarme? Te falta escuela, estupida.

Me acerqué más a ella y reposando mis brazos sobre el espaldar de la silla arqueé una ceja y suspirando con ira contesté.

— Los psiquiatras y psicólogos afirman que para atacar un problema hay que aceptar la realidad. Tu realidad es que estás jodida. Puedo estar en estas el tiempo que quieras, hasta que me digas dónde está Ryan o hasta que termines muriendo de hambre. De cualquier manera daré con él.

Volvió a reír y retando mi odio hacia ella respondió segura de que jamás podría dar con Ryan.

— Sabes, puede que muera en esta ratonera, de hecho creo que no saldré viva de aquí pero solo me queda el consuelo de que jamás sabrás dónde está Ryan. Así yo muera, quedará alguien en este mundo para joderte la vida hasta que tu misma desees pegarte un tiro. Vas a desear no haber sido concebida por la infeliz de Altagracia. Haz lo que quieras, pero no te diré dónde está.

— Yo creo que si me lo dirás. Lo harás aunque sea agonizando

— Pruébame

Con un gesto ordené a uno de los hombres que volvieran a meter sus pies en agua y la frieran con electricidad hasta dejarla casi inconsciente. Mi móvil sonó y al ver que era Alessandro ignoré la llamada. No era imbécil y algo se comenzaba a sospechar. Antes de que se diera cuenta de lo que estaba haciendo, Daniela para entonces estaría muerta. Me levanté de la silla y cuando estaba a punto de cruzar la puerta para irme apenas pudiendo hablar sacó sus últimas fuerzas para alertarme con malicia y morbosidad sobre algo que podría ser cierto o quizá una treta de ella para sacarme de mis casillas.

— ¿Tienes idea de dónde está tu querida Aitana en estos momentos? — Carcajeó — a ella si que no la podrás salvar cariño.

— Le pasa algo a mi hija, y te aseguro que si tengo que ir al mismísimo infierno a buscarte y rematarte lo voy hacer, te lo juro.

— ¿Ah sí? Creo que aún no entiendes de que va todo esto.

— Antes pensaba que estabas loca, pero ahora creo totalmente que no lo estás. Estás llena de maldad y frialdad. Tú no amas a Damián ni a nadie jodida psicópata, te amas a ti misma. Te crees superior a los demás, tuviste una hija solo para satisfacer tu propio ego y cuando no te sirvió, la mataste.

— Y tú me matarás ahora igual. No somos tan distintas como quieres creer, Alicia.

Quería matarla, deseaba hacer que dejara de respirar hasta que escuché tal afirmación. No era igual a ella, me repugnaba la sola idea de poder parecerme a ese monstruo. Entonces fue cuando una idea mucho mejor que matarla se asomó a mi mente. La miré y sonreí segura de que esa infeliz ni siquiera se imaginaba lo que le esperaba.

— No, no te mataré. Haré algo mucho mejor. Dime, ¿Qué es lo peor que le puede ocurrir a un narcisista? ¿Cuál es el punto débil de un ser humano que se ama a sí mismo enfermizamente? Toda la vida te has preocupado por lo que dirán, cuidas de tu honor, no toleras que tu nombre ande en boca de la gente. Matarte sería una salida muy fácil para ti. Nada mejor que morir moralmente. Eso se que te va a destruir mucho más que la misma muerte.

La teoría del amor Where stories live. Discover now