Capitulo 24: Una batalla gana el corazon

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Actualización de los miércoles 🙂🥰

No tenía remota idea de que pegado pudo haber cometido Altagracia. Lo que sí tenía claro era que fuera lo que fuera, la tenía atormentada. Era algo grave como para que se despojara de sus hábitos y su rosario.  Sin saber mucho que hacer o qué decir para remediar su angustia, comenté.

— ¿Quieres que llame a Damián?

— ¡No! ¡No! No quiero ni puedo verlo.

— Rosa me ha dicho que no ha parado de llamar a la casa preguntando por ti. ¿Qué está ocurriendo? Qué es ese "pecado" que tanto te atormenta.

Negó con la cabeza y su rostro estaba rojizo. Caminaba de lado a lado con solo un camisón de seda cubriéndola. Comencé a atar cabos pero lo que yo estaba imaginando era algo descabellado. Insistí y ella mirando los hábitos que colgaban en un gancho en el armario con la voz temblorosa, comentó.

— Alicia..., no se si sea algo que quiero hablar y menos contigo.

— Ah..., vale discúlpame por preocuparme. No insisto más.

— No te enojes, ya no sé ni lo que quiero. Es..., estoy muy liada.

— ¿Tiene que ver con Damián?

Dijo que si con la cabeza y sin poder aguantar más la tensión que había dentro de ella me miró y solloza se abrió por completo.

— No puedo volver a llevar esos hábitos porque sería un sacrilegio. Llevo más de veinte años siendo monja y pensé que moriría así pero ahora no se quien soy. Saber que Damián no murió, me ha hecho ser otra persona.

— O quizá ser monja no es realmente quien eres. Más bien creo que ahora te estás descubriendo como algo más de lo que has sido hasta ahora.

— Hace dos semanas, Damián insistió en que nos viéramos para aclarar todo lo que había pasado entre nosotros y donde había estado todo este tiempo. Las cosas terminaron mal, muy mal.

— ¿Mal?

— Yo..., yo..., hice el amor con Damián. No sé qué me pasó, aún no entiendo que me hizo cometer ese pecado tan terrible. La culpa no me deja conciliar el sueño y ¿sabes que es lo peor de todo?

Sonreí algo divertida

— ¿Qué te gustó?

— No debería estar hablando esto contigo. Eres.... eres mi sobrina.

Poniendo los ojos en blanco resople llevándole la contraria.

— Desde que te vi, siempre he sabido que tu vocación no es ser monja. Te has refugiado ahí por culpas y por el dolor de haber perdido una hija y al hombre que amas. Altagracia, no has cometido ningún pecado; amar no es un pecado y es más que obvio que Damián y tú se aman.

— ¡No! Fue un error y ya.

— No puedes esconderte de él toda la vida. No dejes pasar la oportunidad que la vida te está dando para ser feliz. Es tiempo que dejes tu vida religiosa y te reencuentres con esa mujer que dejaste abandonada.

Estaba llena de miedos e inseguridades y la entendía totalmente. Es difícil revivir un amor cuando la vida te ha pasado por delante y los años se han sumado. Pero si de algo estaba segura era del amor que Damián sentía por ella y del destello de los ojos de ella desde que él había vuelto a su vida. Fue casi una tortura convencerla pero había logrado al menos que dejara los hábitos y se aclarara primero en lo que realmente quería. La miraba mientras la ayudaba a elegir nueva ropa al irnos de compras un rato y sentí nostalgia. Nunca había ido de compras con mi madre y tampoco con Valeria. Valeria nunca había sido mi hermana, era mi rival en todo y mi madre se había encargado de que fuera así. Sonreí tenue y Altagracia curiosa comentó.

La teoría del amor Where stories live. Discover now