Capitulo 15: Toma lugar el valor

1.6K 333 72
                                    

—Déjame sola por favor

— No, no lo haré. Más bien deseas todo lo contrario. Deseas que alguien te escuche.

Apreté los dientes y fingiendo desdén y apatía por el hombre negué con la cabeza.

— Usted no me conoce, no tiene idea de lo que necesito.

Acercándose a la baranda del puente, reposó sus brazos sobre la misma y mirando también hacia el río se tornó algo pensativo. Aseguraba haberse sentido igual que yo en aquel momento. Era difícil de creer; ese hombre se veía exitoso, próspero y lo menos que reflejaba su rostro era dolor o tormento. Incrédula contradije negando el que haya podido tan siquiera experimentar una cuarta parte de lo que yo sentía en aquel momento.

— No quiera intentar compadecerme porque sólo pierde su tiempo. No es su problema, ya váyase y déjeme en paz.

— Esas mismas palabras las escuché hace poco más de treinta años. A punto de perderla, fue como conocí a la mujer de la que aún después de tres décadas sigo amando aún sin tenerla a mi lado. Ella quería lanzarse por un precipicio porque no soportaba la vida que llegaba, tenía muchos problemas.

— Eso no tiene nada que ver conmigo.

— Ella no, pero la decisión que tomes si. A ella le pregunté lo mismo que te preguntaré a ti. ¿Cambiaría en algo tu muerte? ¿Suicidarte cambiaria algo?

— Si, cambiaría mucho. — Volví a mirar el río deseando soltarme pero algo seguía sosteniéndome de la barandilla — Ya no seguiría ahogándome en mi propia vida. Ya no me sentiría miserable, inútil. Dejaría de causarle pena a los demás. Estoy cansada de luchar en una guerra que ya he perdido hace tiempo. Solo..., solo quiero descansar de todo y de todos.

Tenía tantas cicatrices que ya no sabía cual de todas estaba comenzando a sanar. Solo quería poder estar en paz, ser normal. A veces me preguntaba porque no podía ser amada. ¿Por qué mi madre no podía quererme? Me sentía horrible por no poder estar cerca de Sofía porque sentía que estaba haciendo lo mismo que mi madre hizo conmigo. Pero por más que lo intentaba, era un fracaso. El amor me había salvado por un tiempo, Alessandro había mantenido mis demonios a raya pero eso no sería por siempre. Ahora estaban comenzando a surgir nuevamente. Esa otra parte de mi que quería esconder, que no quería que por nada del mundo él conociera. Si me veía en crisis, si llegaba a verme tocar fondo emocionalmente se impactaría y no me volvería a ver de la misma forma. Estaba buscando a toda costa evitarlo; la última vez que la depresión me había vencido, dejé morir a mi hija.

— ¿Y que te hace pensar que estando muerta dejaras de sentirte así? Nadie sabe lo qué hay después de la muerte y quizá termines sufriendo igual o quizá más. Piensas en tu dolor, ¿Pero acaso piensas en el de las personas a la cual les importas?

— Estarían mejor sin mí.

— Eso no lo decides tú. Sé que no nos conocemos mucho pero por alguna razón estoy aquí y sé que es para evitar que cometas una tontería.

Derrame una lágrima y aún sin desistir de bajar de la barandilla contesté con un nudo en la garganta.

— Hace unas horas..., la persona más importante en mi vida me dijo que está harto de mi..., de mis adicciones, de mi depresión. No quiero ser carga para nadie.

— Hagamos algo, dame la mano y baja de ahí. Vamos a mi casa y hablamos un poco. Estoy seguro que necesitas desahogarte. Cuando lo hagas verás todo distinto.

Negué con la cabeza

— No te conozco. No veo porque tendría que hablar contigo.

Encogió los hombros despreocupado por mi respuesta.

La teoría del amor Where stories live. Discover now