Capitulo 21: Y es cuando

1.8K 341 144
                                    

Actualización de los miércoles 😃



— ¡Basta! ¡Me dirás qué te sucede!

Haciendo un esfuerzo algo arduo, lo lleve hasta la cama pero el muy necio seguía sin querer decirme qué demonios ocurría. Yo estaba harta, hastiada de que me mintiera en mis narices. Seguía atontado y me miró pretendiendo que siguiera creyendo sus malditas mentiras.

— Me resbale y me golpeé con la puerta de vidrio. Es todo. No exageres.

— Vuelves a mentirme y te juro que esto se acaba ahora mismo.

— No te miento Alicia.

Tragué saliva reteniendo mi enojo e ira para no terminar estallando y siendo dominada por mis caídas emocionales. Estaba cansada de seguir siendo engañada más aún cuando todo era evidente.

— No me amas, es más..., no amas a nuestra hija ni a nadie. Me mientes con una jodida facilidad que me asusta. ¿Crees que no me doy cuenta? Todas las mañanas te levantas temprano adolorido. Vas al tocador y te tomas unas cuantas píldoras. Crees que no me doy cuenta pero si, si lo hago.

— Es solo píldoras para el dolor de cabeza

— Eres un gilipollas. Me lastimas, me hieres al alejarme así de ti, al pretender que soy imbecil y no me doy cuenta de las cosas. Veo en tu rostro cansancio, como en las noches el cuerpo te duele aunque no me lo digas. Ya no soporto ver cómo te desvaneces y no tengo ni puta idea de que es lo que ocurre con el hombre que amo. — Sollocé desilusionada — Cuando teníamos sexo en la oficina, lo disfruté como nunca. Sentí un placer intenso pero se que tú no sentiste lo mismo. Sentiste dolor y pude notarlo en tu rostro. Por favor, ya no más. ¿No ves que me duele no saber qué te ocurre?

Volvió a quedarse callado. Era inútil, no lograría nada y menos tratándose de Alessandro. Cuando quería podía ser el ser humano más hermético del planeta. Sabía que en aquel momento sentía dolor, pero no me lo quería mostrar. Siempre deseaba verse fuerte, lleno de vida y estabilidad pero se le olvidaba que también era ser humano.

— Alicia, te amo. Mi amor no tiene nada que ver con..., con eso que crees que te escondo. Lo que hago lo hago para protegerte. Yo estoy bien, y estaré bien. No te preocupes por mi, no lo hagas.

— Quiero saberlo. Necesito saber que ocurre y esta vez no quiero evasivas. Me dices que ocurre o no se si pueda seguir a tu lado. No lo tolero más Alessandro. Quédate aquí y descansa. Después de recibir a Damián tú y yo hablaremos al respecto.

Estaba decidida. Me dolería en el alma, pero no podía seguir al lado de un hombre que ocultaba cosas tan importantes como su salud. Sabía que algo andaba mal, y más aún cuando cada vez se hacía más obvio. Altagracia caminaba hacia su habitación y extrañada pregunté porque no cenaría con la visita y ella along apenada pensó que quizá sería algo raro tener que presentar a una monja en la mesa. A veces Altagracia era demasiado modesta al punto de rayar en lo exagerado.

— Ven, quiero que vengas. Quiero que conozcas a mi amigo. Bueno es un cliente pero también se ha convertido en un buen amigo.

— No creo que sea buena idea. Mejor ceno acá

— Por favor, al menos un rato.

— Vale, solo un rato. En unos minutos bajo. Anda, ve y recíbelo.

Sonreí y caminando hacia la puerta antes de salir respondí.

— No me avergüenza que seas monja si eso es lo que piensas. Creo que aunque no es tu verdadera vocación, aún así eres una persona increíble.

— Ojalá siempre pienses así.

Hablaba en códigos la mayor parte del tiempo. Nunca la entendí y eso me hacía sentir un tanto confundida. Estaba rodeada de personas con secretos o pasados que eran tan tormentosos como inciertos. Altagracia era una de esas personas. Me inspiraba confianza y al mismo tiempo me hacía sentir un tanto insegura respecto a quien era ella realmente. No debía prestarle mucha atención a eso en aquel momento. Bajé las escaleras y tras dar un suspiro busqué una sonrisa cálida y amigable en mi repertorio de caretas que ocultan mi verdadero ánimo. Rosa puso cuatro lugares para la cena pero dudaba mucho que Alessandro pudiera acompañarnos. No después de aquella caída. Damián aunque un poco tímido, no dejaba de verse cálido y amigable. Vestía un elegante traje color azul marino con un pañuelo color celeste adornándolo. Lo invité a tomar asiento y como un gesto de cortesía me dio un vino. Ribera Del Duero Gran Reserva, tenía buen gusto por el vino pero eso para mi era algo peligroso.

La teoría del amor Where stories live. Discover now