Capitulo 29: Fragmentada

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El corazón se había detenido justo con mis pies frente a la puerta del apartamento de Carla. Quería creer que no era cierto. Deseaba que fuera otra de sus intrigas y que al abrir aquella puerta no encontraría a Alessandro dentro. Debería estar menos nerviosa, menos temerosa porque ya había pasado por años lo que se siente el ser engañada. No había comparación, Ryan me golpeaba, me humillaba, me engañaba con un sin número de mujeres pero al final sabía que nunca me amó y yo no lo amé igualmente. En este momento mi corazón estaba atado de todas maneras posibles al de Alessandro y mi mayor miedo era tener que desatarlo. Agarré la perilla de la puerta y apretando mis dientes decidí darle frente a la decepción que podría haber detrás de aquella puerta. La abrí y entré a la sala de estar sintiendo mis piernas flaqueando y el corazón palpitando en mi garganta. Habían dos copas de vino a medio tomar sobre la mesa de centro y caminé lentamente hacia el sofá. Sobre el mismo estaba el móvil de Alessandro junto con su abrigo. Ya me veía caminando sobre el dolor descalza clavándome mil navajas con cada paso por aquella casa. Las lágrimas se estaban preparando y mi corazón trataba de negar lo que mi mente ya se andaba imaginando. Miré hacia el fondo y de todas las puertas del corredor solo una estaba a medio abrir. Había ropa tirada por el suelo trazando un camino hacia aquella habitación. Sonidos femeninos distantes y agudos comenzaron a escucharse a medida que me iba acercando. Antes de dar un paso más y entrar a aquella habitación cerré los ojos y busqué esa fortaleza interna que necesitaría para no dejarme caer en aquel momento. Me juré a mi misma intentar no caer fuera lo que fuera que encontraría dentro de esa habitación. Abrí la puerta silenciosamente y con ella abrí una nueva herida en mi orgullo, en mi autoestima y en mi corazón. En una amplia y cómoda cama estaba tumbado Alessandro desnudo mientras Carla cabalgaba sobre él con gran morbosidad. Gemía como prostituta mal pagada. Había visto esa escena muchas veces. Infinidad de veces pillé a Ryan en nuestra habitación matrimonial con modelos, asistentes, secretarias e incluso prostitutas. Me dolía tanto que llegó un punto que el corazón se hizo inmune a tanta humillación. Con Alessandro creí que jamás volvería a sentirme defraudada, pensé que no volvería a sentirme menos mujer. Coloque a Alessandro en un pedestal del que en un abrir y cerrar de ojos se había caído. Resultó ser igual que todos, igual que Ryan. Quizá peor que él porque al menos Ryan se mostraba tal cual era, en cambio de Alessandro espere demasiado y terminé desilusionada. Las alas del corazón se habían roto, mi alma se había secado y la última lágrima se había derramado. No tardaron en percatarse de que estaba viéndolos y Alessandro pálido y a punto de colapsar hizo a un lado a Carla y agarrando la sábana se cubrió intentando dar explicaciones a lo que no tenía explicación alguna. Lo miré y solo sentí asco, sentí odio.

— Alicia..., escúchame no es lo que crees. Te juro que todo tiene una explicación. Por favor vamos hablar nena

Intentó tocarme y rápidamente di un respingo alejándome de él. Me quedé callada por unos minutos. Solo lo observaba y sentía rabia conmigo misma. Rabia por haberle creído, rabia por haberme entregado y haber perdido.

— Te lo suplico, Alicia escúchame.

Apreté los dientes y sin reacción en el rostro respondí.

— Al final..., terminé tirando perlas a los cerdos. En tu vida vuelvas a intentar tocarme, porque lo vas a lamentar.

Miré a Carla y ella tenía el rostro lleno de victoria. Quizá ella esperaba verme derrumbada, llorando y devastada pero aunque en efecto así fuera, no pensaba darle el gusto. Sintiendo como me destruía por dentro di unos pasos hacia ella y sonriendo con sarcasmo comenté.

— Felicitaciones Carla, has logrado follarte al que era mi prometido, lo has conseguido, en hora buena. Es todo tuyo ahora, disfrútalo.

Di media vuelta y salí de aquel apartamento sintiendo que era otra persona. La bondad se había esfumado, el dolor estaba conquistando todos mis pensamientos y sentimientos. Conduje a toda prisa sin saber exactamente qué hacer. No derramaba ninguna lágrima y eso era malo, muy malo. Ya no sentía nada, ya nada me provocaba llorar. Ahora solo sentía odio y frialdad. Llegué al castillo de Berg y aún estaba en trance. Rosa preguntó si me encontraba bien pero no respondí. Solo pensaba en qué hacer, en como salir de aquel lugar.

La teoría del amor Where stories live. Discover now