Capitulo 7: Un plan comienza a crearse

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— Llamaré a un médico. Te ves mal

Sujetó fuertemente mi mano y aún algo atontado negó con la cabeza. Si en algo era malo Alessandro era mentir y aún así intentaba hacerlo. Lo llevé hasta la cama y luego de unos minutos tomando un respiro, tomando todo aquello a juego comentó.

— Sabes qué pasa..., que verte y tenerte cerca me roba el aliento.

— Tienes algo, no me quieres decir que es y creo que tengo derecho a saberlo. Por favor, dime que tienes.

Agarró mis manos y buscando nuevamente calentarme y retomar lo que estaba dispuesto hacer comenzó a besarme y a tocarme pero estaba muy preocupada como para pensar en sexo. Siempre había visto en Alessandro a un hombre fuerte e incluso mucho más inteligente e imponente que yo. Pero en aquella noche no veía a ese hombre. Había fragilidad, cansancio y algo de dolor en su mirada. Insistió en tocarme y buscar hundido entre mis piernas pero no seguiría su juego más. Lo alejé de mi y enojada resoplé.

— Estoy harta de que me trates como a una imbecil. Crees que no puedo manejar malas noticias o que no tengo la capacidad para enfrentarlas. Pues te equivocas porque toda mi vida han sido malas noticias y aquí sigo en pie. Quiero, te exijo que me digas que es lo que te ocurre.

— Alicia no es nada. No exageres. Anda, ven acá; muero por hacerte mía, por que te sientes en mis piernas.

Crucé los brazos y arqueando una ceja con enojo espere una respuesta distinta a sus evasivas.

— No estoy jugando

— yo tampoco.

— Al final, no confías en mi como dices.

Resoplando hastiado se levantó de la cama y poniendo los ojos en blanco terminó por contestar.

— Es migraña, la he padecido toda la vida. En esta temporada me da mucho más fuerte. ¿Contenta?

— Tomas demasiados medicamentos para tener solo migraña.

— ¿Acaso ahora me verificas los medicamentos? Es solo migraña y no quiero volver a hablar sobre el tema Alicia. Deja de buscar problemas donde no los hay.

Me quedé callada y salí al balcón de nuestra habitación para respirar un poco. No me estaba diciendo la verdad, podía sentirlo. Me mentía pero no acababa de entender porqué lo hacía. Agarré el móvil y en momentos como esos, hablar con Sandra era lo único que me calmaba. Pero ella seguía enojada conmigo por el contrato que según ella, eche a perder. ¿Migrañas? Esa era la mentira más absurda y ridícula que había salido de los labios de Alessandro, pero quién era yo para juzgar cuando tenía docenas de verdades escondidas en un closet. Eran tantas que no sabía cómo comenzar a liberarlas. No sabía cómo había llevado tan lejos la mentira de mi culpabilidad en la muerte de Caterina. Mucho menos sabía cómo contarle a Alessandro que Caterina no lo amo y solo lo usó . Lo menos que deseaba era herirlo y lastimarlo. Sentía esa maldita necesidad de saciar mis penas con alcohol, y es que era lo único que me hacía olvidar por momentos mis problemas. Cerré los ojos y suspiré e imaginé esa vida que siempre había querido y por alguna razón ajena a mi, jamás se me había dado. En esa vida que imaginaba, yo no era yo, era otra mujer, otra persona que no tenía miedo de ella misma. Era feliz, era libre de pensar..., de actuar. Sonreí tenue y al menos imaginar esa vida me hacía sentir mejor por momentos. Miré el móvil y tenía dos mensajes desconocidos en la bandeja de entrada. Los abrí y junto a unas fotografías donde aparecía yo haciendo mis diligencias comunes del día y otras de mi pequeña Sofía durmiendo en su cuna había un mensaje corto pero alarmante. «Dónde estás tú, estaré yo... en todas partes» palideciendo solté el móvil y caí sentada en la silla acolchonada del balcón. No eran visiones, no estaba loca..., aquello era real. Alguien estaba siguiéndome y lo había comprobado con aquellas fotos. Fue inevitable que Alessandro me escuchara llorar desconsolada y al salir al balcón se acercó a mi preocupado.

La teoría del amor Where stories live. Discover now