Actualización de los miércoles
— ¿Estas lista?
— ¿Cuando se está lista para la guerra?— Respondí a mi padre algo nerviosa.
— Lo harás bien, todo pasa por algo cariño. Te espero afuera.
Me dejó sola en el estudio y yo sentía además de unos veinte kilos extra con todo el maquillaje, vestido y joyas de protocolo que eran más un disfraz que otra cosa. Me miré al espejo y no logré reconocerme. Quizá el corsé estaba muy apretado porque en toda la mañana traía unas náuseas que no toleraba. La corona pesaba en mi cabeza más de lo que había previsto. Suspiré profundamente buscando darme ánimos a mi misma. Era la primera vez que haría acto de presencia como duquesa consorte de Luxemburgo y tenía algo en contra, todos en este país me odiaban. Me veían como una extranjera que venía a ocupar un título en un lugar donde no encajaba. Eso apoyado por el pasado que parecía no dejar de pisarme los talones. Sería difícil, pero tenía en mi mente repitiendo una y otra vez que lo lograría. No le di muchas vueltas y salí con pies de plomo ante más de cincuenta personas en los cuales se encontraban: periodistas, revistas importantes, políticos, miembros de la casa real entre otras personas que me ponían la piel de gallina. No podía faltar Mireia entre las personas esperando ansiosa ver cómo caería humillada ante todos. Mi corazón temblaba, pero también estaba decidido. No había vuelta atrás, me había enfrentado a cosas peores y esta no sería la excepción. Todos me miraban con odio, desprecio e indiferencia. Para ellos, llevar la corona de su monarquía era un insulto. Palabras como «adúltera» «eres una vergüenza» entre otros insultos se podían escuchar desde el público y esas palabras eran melodiosas para los oídos de Mireia. Alessandro estaba a un costado mirándome con esperanza de que pudiera hacer realidad eso de cambiar a todo un país y la visión de muchas personas. Miré la carta que habían escrito los asesores de la realeza y justo cuando comenzaría a dar el discurso prefabricado, la idea se transformó totalmente en mi cabeza. Hice el papel a un lado y tanto Mireia como Alessandro abrieron los ojos sintiendo que todo se saldría de control si no seguía el protocolo. Me acerqué al micrófono y con el corazón pendiendo de un hilo comencé a hablar.
— Estamos en pleno siglo veintiuno, una era donde hemos podido expresar lo que en siglos atrás era prohibido. Vivimos en un nuevo mundo donde la libertad de expresión y la igualdad han tomado su lugar. Pero también vivimos en un mundo frívolo y lleno de superficialidad. Un mundo donde se usan coronas obsoletas y monarquías que debieron caer hace mucho tiempo. Vivimos en un mundo donde ser rey, presidente o cualquier otro título parecido, es sinónimo de poder y tiranía. Quizá porque un rey siempre fue antes príncipe y no conocía otra condición, un presidente porque fue electo por millones de ciudadanos poniendo en sus manos las riendas de un país creando suficiente poder como para volver a esa persona egocentrista. Si..., es la realidad aunque muchos no lo acepten por el que dirán. Soy duquesa de Luxemburgo pero también soy una mujer común y corriente. Antes que duquesa, soy mujer, soy madre..., soy humana. Erróneamente por siglos se ha vivido con la imagen de un rey y la perfección tienen que ser una sola cuando en realidad, la perfección no existe. Hoy estoy de pie frente a ustedes más que para aclarar, dejarle saber al mundo quienes somos realmente la familia Franceschini, duques de Luxemburgo. Soy alcoholica, depresiva y no provengo de ninguna familia real, aún asi he sabido sobrellevar mis defectos y buscar acentuar mis virtudes. No se como llegué hasta este punto, no tengo idea como terminé siendo la duquesa de Luxemburgo, lo que sí puedo decir es que me enamoré perdidamente de un hombre, no de un marqués ni de un duque, mucho menos de un título. Me enamoré cuando pensé que no podría volver a hacerlo. Estoy de pie, cuando creí que no sería capaz de lograrlo. No creo ser la mejor duquesa de esta monarquía, pero sí puedo asegurarles que seré la más transparente y genuina. Si algo he aprendido de la vida es que el llevar un título, o una corona no hace poderoso a nadie. — Hice una pausa y suspirando aún llena de nervio proseguí — Muchos creen que al ser ventilado el tan popular video, me humillarían o terminarían por hacerme sentir menos. Lamento informarles que lejos de humillarme, dejaron expuesto algo que es normal. No se que esperaban de un matrimonio. Somos los duques de Luxemburgo..., y también follamos. Tenemos sexo, nos enojamos, lloramos, reímos y sufrimos también. Llevar esta corona no nos hace dejar de ser seres humanos. Tenemos vidas detrás de este título y esperamos que sea respetada. Hoy en un buen día para callar rumores mal intencionados, la sexualidad de la condesa de Luxemburgo se ha expuesto de manera vil y con la intención de dañar su imagen. Eso no es rumor, es un hecho y es absurdo que en pleno dos mil veintiuno se tenga pensamientos homofóbicos tercermundistas sobre la orientación sexual de un individuo. ¿Qué? ¿Acaso no se puede ser homosexual y también llevar un título real? ¿Tan podrida y prejuiciada está esta sociedad que no saben diferenciar entre la vida privada y el deber de una persona? Los tiempos de tabúes y prejuicios terminaron. Estamos en un nuevo mundo donde podemos decidir a quién amar y a quién no. Es hora de dejar a un lado pensamientos retrogradas para darle paso a la igualdad. Las personas que filtraron estas noticias malintencionadamente no nos hicieron un mal, al contrario, nos han ayudado a mostrarle al mundo que somos seres humanos más allá de reyes y reinas portando coronas que su única función es protocolaria.

YOU ARE READING
La teoría del amor
RomanceTras la aparente muerte de Ryan, el amor de Alicia y Alessandro parece estar a salvo y a prueba de todo. Ella siempre creyó que la amenaza en su vida era Ryan sobre ella, pero al comenzar poco a poco a descubrirse ella misma en una nueva relación ju...