Capitulo 36: Lo que grita el reflejo

2.1K 357 169
                                    

Actualización de los miércoles (recuerden votar y comentar para adelantar actualizaciones 😃)

Había vuelto, estaba de regreso en Luxemburgo y no tenía idea de cómo había terminado convencida. Estaba en el castillo de Berg con docenas de sirvientes nuevamente y al día siguiente era la coronación de Alessandro. Esta vez estaba decidida a quedarme y además de eso, a sincerarme por completo con Alessandro. Aún quedaba el diario de Caterina y ese diario podía ser un nuevo obstáculo entre Alessandro y yo. Me callé por mucho tiempo; ha sido el peor de mis errores y ahora no sabía cómo remediarlo. Tenía a Sofía en brazos y al menos media docena de sirvientes detrás de mí pretendiendo hacer todo lo que yo hacía antes por mi misma. Alessandro se veía con más ánimo y eso me complacía; su constante dolor en el cuerpo a veces lo podían volver algo arisco y de mal humor. La sonrisa que llevaba Mireia Franceschini en el rostro se esfumó completamente al verme. Bajó las escaleras casi queriéndome fusilar con la mirada. No podía esconder el odio que me tenía y rápidamente preguntó.

— ¿Qué demonios haces tú aquí?

— Regresé a donde pertenezco señora.

Sarcástica respondió

— Si claro, cuantas copas te tomaste hoy que ya estás alucinando. Saca a esa mujer de aquí de Alessandro o no respondo.

Alessandro se acercó a su madre y mirándola con enojo firme y serio no le dejó pasar una sola insolencia más.

— Tendrás que hacerte la idea de que Alicia se queda y esta vez para siempre. No te voy a tolerar un insulto más porqué serás tú quien se ira mamá.

— No puedes tenerla aquí Alessandro. Menos mañana en esa ceremonia. Es una alcohólica, ¡una adicta! Anda en boca de todos los malditos periódicos del país.

Alessandro sin darle muchas vueltas y buscar explicarle a Mireia absolutamente nada, suspiró y le anunció de golpe la noticia que sabría la dejaría casi sin aliento.

— Te sugiero que comiences a ayudar a Alicia y pongas toda la servidumbre a trabajar. Nos casamos dentro de treinta días.

Poniendo los ojos como platos y casi infartándose bajó las escaleras yendo tras de Alessandro intentando persuadirlo de que no se casara pero el cansado de los desaires de su madre la ignoró encerrándose en la biblioteca del castillo. Yo me limité a mirarla, a observarla y esta vez no lograría degradarme, no más.

— Señora..., a su edad no es bueno hacer corajes y menos por cosas que usted no puede cambiar.

— Sobre mi cadáver te casas con mi hijo. Primero te mueres antes de entrar en esta familia, escoria.

Esbozando una sonrisa victoriosa contesté sin mucho rodeo.

— Tiene dos opciones, quererme u odiarme en cualquiera de las dos opciones su hijo y yo estaremos juntos. No permitiré que ni usted ni nadie vuelva a intrigar entre nosotros. Luxemburgo tendrá pronto una duquesa y le toca asumirlo, señora.

No dejé que respondiera más bien me fui a ver cómo estaba Alessandro; seguramente estaba tenso por todo lo que significaba enfrentarse a su madre y más aún la coronación la mañana siguiente. Entré a la biblioteca y ahí estaba leyendo uno de esos libros de historia que tanto le gustaban. La chimenea estaba encendida dando un toque cálido y hasta cierto punto romántico al lugar. Me senté a su lado y mirándolo con mimo comenté.

— Tranquilo..., todo saldrá bien.

— Mi madre..., ella no estará tranquila hasta...

— Tu madre tarde o temprano asumirá que nada puede hacer para separarnos amor.

La teoría del amor Where stories live. Discover now