Capitulo 35: Sentada en mi alma

2.2K 349 112
                                    

Me elevo en sus brazos y rápidamente enrosque mis piernas en su cintura. Apenas pudiendo ver en aquella oscuridad, me llevó hasta el sofá y tumbándome en el mismo se abalanzó sobre mí quitándome todo lo que llevaba puesto con desespero. Sus manos buscaban magrear cada rincón de mi cuerpo, sus besos..., aquella lengua juguetona rozándose con la mía electrificó todo mi cuerpo. Sabía cómo debilitarme, cómo domarme. Se quitó sus pantalones y ropa interior quedando totalmente desudo sobre mi cuerpo. Sentía como su glande se frotaba constantemente en mi clítoris haciendo que viera estrellas. Movía sus caderas lentamente para que la fricción de su pene contra mi vagina fuera cada vez más intensa. Clave mis uñas en sus nalgas y poseída totalmente por esa otra yo susurré en su oído jadeante.

— Quiero..., quiero..., dame duro, muy duro.

— No me tientes...

Mordí el lóbulo de su oreja

— Quiero que me des tan duro, que duela. Hazlo por favor.

Se transformó, escucharme fue como si hubiera encendido un interruptor en su cabeza. Tiro de mi cabello y poniéndome de espaldas contra el espaldar del sofá elevo una de mis piernas y con una de sus manos sujeto mi cabello para seguido empotrarse entre mis piernas. Ahuequé un gemido que pronto se convirtió en gritos. Mi vagina se expandió para recibirlo gustosa. Se fue hasta el fondo llegando a mi límite y provocando ese dolor que tanto placer provocaba. ¡Si! Aquello era la gloria, escuchar el ruido que provocaban nuestros cuerpos chocar era simplemente morboso y rico al mismo tiempo. Sus embestidas eran tan fuertes que era como si quisiera romperme desde adentro. Me penetraba con gusto, con desespero, sus caderas no dejaban de moverse violentamente y mis senos no dejaban de sacudirse chocando uno con el otro. Cerraba los ojos y cuando lo hacía, más placer sentía. Estaba jodida, estaba liada por completo. Él era el único hombre al cual podría entregarle mi cuerpo, el único que conocía como hacerme sentir mujer. Por alguna razón extraña, pocas veces lo escuchaba gemir, era como si se retuviera para que no escuchara pero eso cambió radicalmente esa noche. Los gemidos salieron solos de su garganta sin poderlos controlar.

— Oh si..., no sabes cuánta falta me has hecho pequeña.

Mis ojos se pusieron en blanco. Caí sobre el espaldar del sofá extasiada y apenas pudiendo respirar. Me volteo haciendo eso que tanto odiaba y amaba a la vez. Salió de mi vagina haciéndose de rogar. Se frotaba sobre mi cuerpo, sus dedos jugueteaban con mi clitoris haciéndolo crecer en tamaño y calor. Su lengua lamia con devoción mis pezones endureciéndolos complemente y yo..., yo estaba a punto de colapsar.

— Ya..., yo..., más por favor. ¡Metérmela!

— ¿La quieres?

— Hazlo por favor — Gemí

— Ven por ella

¿En que me había convertido? Bruscamente hice que se tumbara en el sofá de modo que estaba sentado y yo termine sobre él montada a horcajadas. Su polla me rellenó completamente. La sentí rozar mi útero y mis caderas moverse por motivación propia. Reposé mis brazos sobre sus hombros, ver cómo sus ojos se ponían en blanco, escucharlo balbucear cosas que no lograba entender y ver su cabello húmedo por el sudor era tiritante. Sus manos agarraron mis nalgas y sintiendo sus uñas clavarse en mi carne chillé.

— ¡Oh por Dios! Si más ¡me fascina! Tú..., tú me estás volviendo loca.

— Gime, grita, me fascina escucharte.

Azotaba con más fuerza mis nalgas y eso extrañamente me excitaba de una manera totalmente nueva para mi. Me estaba desbordando, ya no podía pensar, mi cuerpo quemaba y mi corazón estaba a punto de infartarse. Me movía bruscamente pero de un momento a otro me paralicé experimentando algo intenso en mi cuerpo. Algo había tocado su ereccion dentro de mí que había convertido mi vagina en una cascada. Mojé todo el sofá e incluso todo su pecho. Me sentí avergonzada aunque era la primera vez que sentía aquella sensación tan placentera. Estaba temblando, mi cuerpo estaba paralizado y todo se intensificaba tres veces más.

La teoría del amor Where stories live. Discover now