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A casi nueve grados bajo cero, en las alturas blancas de una montaña. Betsy corrió de la mano de Natán y se tiró sobre la nieve arrastrándolo con ella. Se miraron a los ojos alumbrados por los rayos del sol lumicientes, que alcanzaban la cumbre de las montañas nevadas.

Betsy tomó un puñado de nieve en su mano y se la arrojó para sacarlo de su mirada perdida. Se levantó rápidamente antes de que él respondiera y corrió hacia abajo. Natán la siguió hasta atraparla y la tumbó sobre la nieve nuevamente.

—¿No querrás que cobre venganza?—dijo Natán de rodillas cerca de ella.

Betsy levantó la cabeza intentando levantarse, después tendió la mano esperando que Natán la tomara y le ayudara.

—No sabes la hermosa vista que tengo desde aquí—siguió Natán.

—Si me ayudaras tal vez lograría verla—renegó Betsy.

—Nunca lo harías.

Natán le tomó la mano para levantarla y Betsy se quedó delante para saber lo que Natán estaba mirando.

—Creo que se ve mejor desde arriba.—replicó Betsy.

Volvió a mirar a Natán y una luz mucho más brillante que el sol que alumbraba le apagó los ojos. Natán sostenía una pequeña cajita en las manos mientras permanecía de rodillas sobre la nieve. Betsy no podía creerlo y sin dudarlo se tiró sobre él para abrazarlo.

—¿Me dejas preguntarte?—dijo él apretujado por Betsy.

—¡No!—exclamó.

—¿No?

Betsy lo soltó para mirarlo a los ojos.

—Ya sabes mi respuesta.—le tendió la mano izquierda.

Natán sacó el anillo de la cajita y se lo puso delicadamente en el dedo anular. Betsy se miró la mano sin evitar mostrar una amplia sonrisa.

—¿Quieres ser mi...?

Betsy lo besó antes que terminara de hablar. Natán la levantó como lo hacía casi siempre, sintiendo que la vida no podía ser más perfecta. Después de seis meses juntos todo había ido bien, se sentía aceptado, completo y sobre todo amado. No cambiaría ninguno de esos momentos por nada del mundo.

—¿Ya te he dicho lo apuesto que eres?—dijo Betsy rodeándolo con sus brazos.

—Muchas veces—sonrió Natán—pero no dejes que se me olvide.

Betsy puso los pies en la nieve. Lo tomó de la mano y corrieron juntos de regreso hacia arriba.

Betsy esperaba con ansias llegar a casa y contarle a Andrea la gran noticia de su compromiso, aunque esta ya poseía su propia alegría, con siete meses de embarazo casi ni podía levantarse y era Erick quien se ocupaba por completo de la casa. Cuándo Betsy entró a la habitación se tumbó de espaldas en la cama y se detuvo largo rato a observar el anillo en su mano.

No podía estar más agradecida con Dios por haberle dado a un hombre como Natán. Cuándo le contó a sus padres ellos parecieron compartir su misma alegría, Natán se había convertido como en un hijo y ellos eran para él como una verdadera familia, todos los domingos almorzaban juntos, ya fuera en la casa de Natán, la de Betsy o la de sus hermanas quienes también habían aceptado a Natán como un hermano.

A veces Betsy visitaba a Andrea para saber cómo iba con el embarazo y Erick aprovechaba para salir con Natán a algún lado y tener conversaciones de hombres. Se hicieron amigos después de que Betsy los visitara seguido, a Natán no le quedó más alternativa que ir con ella para no sentirse separado y al final resultó en una grandiosa amistad.

También Carolina, estaba totalmente de acuerdo con la relación y cuando había que reunirse los domingos en casa de Natán siempre aprovechaba para ir con su familia. Natán se había encariñado con el sobrino y cada vez que había reunión, el niño siempre se sentaba con él para hacerle preguntas de las historias bíblicas, que nadie más que Natán conocía de revés y derecho.

Natán recordaba el rostro de Betsy en la nieve sin percibir la sonrisa que mantenía mientras pensaba en ella. Sintió algo incómodo en el bolsillo y se acordó que había guardado la cajita dónde llevaba el anillo. Lo sacó y comenzó a observarlo con detención . Ignoraba todo, al mundo y a cualquier dolor que le haya molestado en el pasado. Ya no recordaba aquella vida tan sufrida, que tuvo dos padres ausentes y que había perdido lo único que le quedaba que eran sus abuelos. Ya no recordaba a nadie, Dios y Betsy ocupaban todo.

Al día siguiente apenas hubo amanecido, hizo una llamada de video a Betsy para darle los buenos días. Ella respondió al teléfono sin ver correctamente de quién se trataba pero aún en medio de la conmoción mañanera podía imaginarse.

—Hola—dijo acomodandose el cabello.

—Buenos días preciosa—habló Natán en la pantalla.

—No son buenos—aclaró Betsy.

—¿A sí?, ¿Por qué?

—Son extremadamente buenos.

—Creía que habías olvidado que día es hoy.

—Dilo tú.

—Es nuestro primer día comprometidos.

—Es mi primer día usando el anillo—se rio Betsy.

—Y es uno de los días más felices de mi vida.

—¿Lo crees?—se enterneció Betsy—¿Qué hay de los demás?

—Los demás también, por eso dije uno de ellos.

Betsy le tiró un beso con la mano y él sonrió del otro lado.

—No me hagas ir ahora mismo por favor—dijo Natán.

—Bueno, mañana es domingo y hay servicio, además de reunión familiar, sé paciente.

—Tú no me dejas.

Natán escuchó el timbre de la puerta. Quiso ignorarlo pero parecían insistentes, así que comenzó a caminar había abajo.

—¿Pasa algo?—preguntó Betsy preocupada.

—Alguien llama, déjame ver quién es.

—Aquí estaré...—dijo cantado.

Natán abrió la puerta sosteniendo el teléfono en frente de él todavía. Era espeluznante la sorpresa que tenía delante, que se arrepentía con todas sus fuerzas de haber abierto la puerta y mucho más de levantar la mirada.

—Betsy, discúlpame, te hablo después—dijo y cortó la llamada.

—¿Qué pasa?—dijo el hombre frente a él—¿Ya no recuerdas a tu padre?

Siempre Betsy (Parte 2)Where stories live. Discover now