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Betsy entró a la habitación después de Natán, él señor se incorporó para sentarse apenas la vio venir detrás. Ella lo miró sonriente, aunque no era de alegría si no una sonrisa de comprensión. Se sentó en el lugar donde Natán había permanecido tantos días durmiendo y esperando.

-¿Me recuerda?

El señor le dio un vistazo a Natán primero y después a ella, por alguna razón no quería que viera la forma amable en la que trataba a su novia contrariamente a él.

-Sí, es mi futura nuera.

-Estoy feliz de estar aquí. No por usted, claro, eso no. De verlo de nuevo señor Ferd.

-Ya te dije que me llames...

-Y yo le dije que es muy pronto para eso.

Natán frunció el ceño al escuchar a su padre teniendo una conversación normal con alguien y que precisamente fuera Betsy, lo confundía un poco.

-¿Cómo se siente señor Ferd?

-Pues como me ves, y estoy seguro de que no es muy bien-respondió con voz cansada.

-Solo espero que se recupere pronto-colocó una mano sobre el brazo del señor-le deseo lo mejor.

El señor se puso rígido y ella apartó la mano rápidamente. Él volvió a mirar a Natán, recordando con los ojos lo que ambos sabían. Moriría muy pronto y el que alguien deseara lo contrario le producía un intenso dolor, más pesado que una enorme piedra sobre el pecho.

Betsy lo supo cuando miró la tensión en su rostro, pero no esperaba decirle otra cosa, es lo que deseaba con su corazón, lleno de sentimiento y amor verdadero.

-Creo que, me voy...

Se levantó del sillón y miró a Natán para que él confirmara.

-Ven, te mostraré mi oficina.

Natán la dejó salir y después cerró tras sí la puerta. Se miraron por algunos segundos aun con la tensión del aire de la habitación.

Natán la guió hasta la administración y ella lo siguió. Llegaron a la oficina y cerraron la puerta, por alguna razón ninguno se atrevía a hablar de lo que él podría estar sintiendo.

Betsy vislumbró un enorme sofá negro al entrar, a la derecha estaba el escritorio y a la izquierda un estante de libros adornado por algunas pequeñas esculturas.

-¿Y bien?-dijo y se sentó en el sofá recorriendo el lugar con los ojos.

-Es mi lugar, ¿Qué te parece?

-Es perfecto.

-¿Perfecto?

Betsy se levantó y se paró frente a él.

-Perfecto para estar a solas.

Natán se puso nervioso, le mostró una media sonrisa con los labios apretados.

-Sé que no te gusta mucho la multitud.

-Solo cuando algo merece privacidad.

-¿Cómo qué?

-Bailar.

Betsy se rio y dio un paso atrás mirando sus ojos. También estaba nerviosa, probablemente su compañía nunca sería ordinaria. Él se acercó, colocó una mano en su cintura, Betsy se estremeció, aunque él a veces lo hacía de forma automática, por alguna razón esta vez no era un simple tacto. Le tomó la mano con la que quedaba libre y la entrelazó con la suya.

-Aquí no hay gente, ni tampoco música-susurró.

Se movieron de un lado a otro y dieron una vuelta en el centro del cuarto. Natán acercó su rostro hasta rozar su frente. Sintió su respiración, su olor bonito, su mano entre la suya y la otra que reposaba detrás de la nuca.

-¿Sabes que soy tuyo verdad?

Betsy detuvo el movimiento y se soltó de su mano para colocarla como la otra. Colgada a su cuello, el tiempo se detenía, tan cerca que podían ser uno, una sola alma, un solo espíritu.

-Soy tuyo para siempre.

En aquel momento Natán se dio cuenta de lo que hacía mucho tiempo llevaba arraigándose en su interior. Ella era su todo, su mundo y no habría una vuelta hacia atrás, porque ella era una parte de su alma que de solo pensar en estar separado le dolería como si lo cortaran por la mitad.

-Por la eternidad-dijo Betsy-que si nuestros años de vida fueran infinitos, nuestro amor también lo sería.

-Me has robado el corazón Betsy, mejor dicho la vida.

Betsy sonrió cerca de sus labios.

-Suena como despedida.

-Me estoy despidiendo de mí. Te estoy entregando todo que si quisieras lastimarme, romperme, me dejaría a tu voluntad con gusto.

-No digas eso.

-¿Por qué?

-Hasta ahora no sabía que eras tan romántico, me va a dar un infarto si continúas.

Guardaron silencio un momento, un momento eterno.

-Nate.

-¿Sí?

-Creo que dejaré de llamarte así.

Él se apartó para mirarla a los ojos, ella subió las manos hasta su rostro.

-Voy a llamarte "mi amor" o algún apodo cariñoso.

-¿Nate no es lo bastante cariñoso?

-Claro, pero subamos de nivel.

-Entonces...

-Puedo decirte "mi cielo", "cariño", "mi corazón", "Caramelo", tú decide.

-¿Caramelo? ¿En serio?-se rio.

-No lo diré en público sino quieres.

-¿Entonces cuál será la gracia?

-Como tú digas Caramelo.

-¡No! Betsy.

Ella se dejó caer en el sofá, con una carcajada, ver a Natán tan incómodo le resultaba gracioso.

-¿Te gustaría que yo te llamara Elizabeth?

-No te metas con eso.

Él se sentó a su lado y siguieron la discusión de nombres por algunos minutos más. Finalmente se quedaron en silencio acurrucados en el sofá, Betsy con los pies arriba y Natán rodeándole los hombros con un brazo.

-¿Por qué no descansas?-preguntó ella recostada en su pecho.

-¿A qué te refieres?

-Que salgas de aquí, no sé. Llevas muchos días encerrado en este hospital y créeme que lo entiendo, sé que te preocupa.

-Betsy...

Iba a decir que no le preocupaba en lo absoluto su padre, pero eso implicaría confesar un montón de sentimientos más, que resultaban amargos con solo imaginarlo.

-Ni siquiera hemos celebrado nuestro compromiso, ya sabes, después de eso has estado demasiado ocupado, no hemos salido hace mucho.

-No creo que ahora sea el mejor momento para celebrar.

-Lo sé, no tiene que ser una fiesta, podríamos perdernos por ahí en algún parque. Quiero que hablemos libremente sin pensar en nadie más, sólo en nosotros.

-Puede que sí.

-Solo quiero que te despejes un poco.

Él le dió un beso en la frente y se quedaron un tiempo más ahí, en la misma posición.

Siempre Betsy (Parte 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora