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Natán y Fernanda caminaron de regreso hasta dónde había quedado el auto. A él se le ocurrió que era buena idea llevarla a su casa, aunque después de una corta charla no conseguía tener una confianza tan abierta, pero tampoco quería ser despreocupado. Fernanda aceptó gustosa, ahora Natán le parecía una buena persona, no demasiado, ni siquiera por el hecho de simpatizar más con su religión, simplemente no era como el tipo de persona con las que se relacionaba a menudo. Pero de todas formas no tenía opción, sus vidas estaban relacionadas de manera incontrolable y ya no podría hacer nada al respecto.

Cuando llegaron al lugar señalado en la ubicación, Fernanda no salió del auto inmediatamente como debería haber pasado. El cinturón de su lado se atoró y comenzó a luchar por safarlo con aire de desespero. Natán se puso nervioso sin saber cómo actuar.

—Suele pasar—declaró—déjame ayudar.

Salió del auto y dio la vuelta por el frente hasta la otra puerta. La abrió e intentó ayudarle a Fernanda en su batalla. No podía contener la incomodidad ni la pena. Cuando hubieron logrado su objetivo, Fernanda salió del auto y caminó hacia la casa sin mirar a Natán.

—Gracias—se giró—tal vez puedas...

—Arreglarlo...

—No. Iba a pedirte un favor.

Natán asintió con una leve sonrisa.

—¿Me llevarías a la iglesia el domingo?

Natán no sabía cómo responder, estaba seguro que debía decir que sí, pero el cómo decirlo sería el verdadero detalle.

—Puedes decir que no, si no quieres...

—Claro.

—Ok—dijo dudosa.

—No. Claro que te llevaré.

Fernanda se quedó mirando con comentarios inexpresables en su boca. Natán entró al auto sin decir más, y es que tal vez no era apropiado, se sentía extraño y fuera de lugar.

Al regresar a casa buscó el perfil de Betsy en sus redes sociales, le envío varios mensajes mencionando que había sufrido improvistos con su teléfono y necesitaba su contacto nuevamente. Betsy recibió el mensaje en su teléfono, sentada afuera en la terraza mientras su familia conversaba en la sala. Le pareció extraño al principio y luego reaccionó como si se tratara de un acto muy romántico.

—No se debe dar el número de teléfono por internet—respondió a sus mensajes.

Natán sonrió sentado en las escaleras de la entrada, no tenía ánimos de entrar a la casa sin antes hablar con Betsy.

—¿Ni si quiera me lo darías por una emergencia?—escribió de regreso.

—Déjame preguntarle a mis padres—respondió agregando una carita de sospecha.

—¿Por qué?, Será nuestro secreto.

—¿Y si luego me secuestras?—añadió carita asustado.

—Por supuesto que lo haré. Por cierto, sé dónde vives.

—Llamaré a la policía.

—Les diré que eres mi prometida.

—Tú ganas—envió sonriente.

Al día siguiente Natán llamó temprano en la mañana. Betsy le pidió un momento para arreglar su cabello al menos. Luego de estar en el espejo por más de cinco minutos y todavía insegura, decidió devolver la llamada.

Natán no dijo nada durante un momento, sólo permaneció sonriendo y pensando en la maravillosa novia que te tenía.

—¿Qué tal?—preguntó Betsy entusiasta.

Siempre Betsy (Parte 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora