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Era un nuevo día y con este nuevas esperanzas. Betsy aprovechó el día entero con Natán y Lidia. Afinando los últimos detalles de la boda.  Aunque Natán se sintió un poco separado, porque Betsy se había apegado tanto con su madre que sólo hablaba prácticamente con ella.

Lidia le habló de sus padres, los abuelos que Natán tanto recordaba y honraba, Betsy era feliz si le hablaban un poco de aquel pasado que a él le costaba mencionar.

La tarde la pasaron con la familia de Betsy, sus padres estaban contentos de conocer a la madre de Natán, aunque su conversación era siempre el tema de la boda. No debían preocuparse mucho por los invitados ya que solo estaría la familia, ni por tanta decoración. Pero los conocidos y los amigos de la iglesia comenzaron a enviar regalos y para la noche tenían la mitad de la sala atestada de toda clase de paquetes.

Los más grandes decidieron dejarlos abajo y subir los que se pudieran. Natán se llevó dos bolsas en cada mano y Betsy llevó una caja, más pesada de lo aparentaba, porque a media escalera quería devolverse.

—¿Dónde los pongo?—dijo Natán a medio pasillo.

—En mi habitación.

Natán dudó un poco y abrió la primera puerta disponible a la izquierda.

—No.—exclamó ella como en susurro, apenas alzando la mirada por encima de la caja.

Natán se encontró con una habitación repleta de juguetes y con olor a bebé. Frunció el ceño y volvió a mirar a Betsy.

—Esa es de Andrea y el bebé.—logró decir Betsy.

—Pensé que era tuya, siempre me hablaste por esa ventana—señaló con la barbilla porque no podía apuntar con las manos ocupadas.

—Era de Andrea, la mía está a la par.

Natán se dejó guiar y la siguió a la habitación contínua. Entró detrás de ella, descubriendo un cuarto muy acogedor, la cama a la par de la ventana con sábanas rosas, un enorme armario en la pared, abierto de par en par dejando ver algo de desorden. Betsy puso la caja sobre la cama al darse cuenta de la forma en la que Natán observaba, cerró las puertas del armario, recogió con avidez unas medias del piso. Acomodó unos libros que estaban abiertos en la mesa de noche y también abrió la ventana para que entrara aire.

Volvió a mirar a Natán y este sonreía mientras le prestaba la mayor atención.

—¿Qué?—habló Betsy nerviosa y se sentó en la cama.

—Nunca estuve aquí—dijo poniendo las bolsas en el piso.

—Y no deberías.

—¿En serio?—se sentó a su lado.—no es justo porque tú si has visto mi habitación más de una vez.

Betsy se acomodó el pelo para desviar la atención.

—Es diferente. Y además, eres el rey del orden.

Natán miró hacia al frente encontrándose una repisa con zapatos dispersos.

—Tienes muchos zapatos—declaró.

—Veintiun pares.

—Entiendo.

Él se levantó y fue hasta la repisa, tomó uno que estaba en el piso y lo colocó sobre el mueble.

—Ese lo conozco, tacón rojo.

Betsy se acercó en silencio y se agachó de cuclillas para tomar otro. Natán también se acomodó como ella.

—Nunca los ordeno, es muy molesto.

Natán comenzó a seleccionar los zapatos, arriba puso los de cordones, más abajo las sandalias bajas y después los de tacón alto. Betsy le ayudaba a encontrar el par de cada uno. Habían debajo de la cama, en el armario, detrás de la puerta y otros bajo la ventana.

—Otro día te ayudaré a acomodar los tuyos—dijo alcanzándole el último.

—Solo tengo tres pares—dijo tomando el zapato de su mano.

—Entonces te llevaré de compras.—ambos sonrieron.

—Lo hubieras dicho después de la boda, si ser tu esposo conlleva ir de compras tendré que dejarte plantada.

Betsy fingió molestarse y le dio un pequeño empujón, Natán se dejó caer en cámara lenta y ella no retuvo la risa.

Al verlo tirado en el piso no pudo evitar acercarse para contemplarlo de cerca. Natán miró la dulce cara de Betsy que lo desvió de la imagen del techo. Su cabello dorado se derramó a ambos lados dándole una figura casi mágica. Natán levantó la mano hasta su mejilla y la acarició suavemente.

Cerró los ojos sintiendo que Betsy se acercaba más. De repente ella se alejó y lo hizo abrir los ojos nuevamente. Se levantó del piso y vio a Betsy riéndose de él de manera resuelta.

—No me dejes así.—caminó hacia ella.

Betsy retrocedió sin dejar de reírse.
Natán logró alcanzarla cuando la espalda de Betsy tocó la pared.

—Eres tan hermosa—declaró colmado de felicidad.—Eres un sueño y no quiero despertar.

—Eres igual de encantador como el día que te vi en el estacionamiento.

—Hubieras caminado hasta a mí y me lo hubieses dicho ese día.

—Verte descaradamente fue suficiente.

Él se rio silencioso.

—¿Cómo es que te gusté tan desaliñado?

—Fue eso. Tu ropa formal y que nunca me dirías lo que sientes antes de decirlo con tus ojos. Y lo que más amo de ti Natán, es que me ves con alma y corazón.

—¿Confías en mí?

Ella asintió sonriente y luego cerró los ojos.

—Seremos muy felices, tú y yo, todos nuestros días juntos serán valiosos. Porque eres tú, mi mejor parte, siempre Betsy, siempre tú.

Volvieron abajo para guardar los demás regalos. Él se retiró temprano con su madre y Betsy también fue a dormir apenas se fueron. Aunque no logró conciliar el sueño pensando en todo lo que vendría al día siguiente, sólo quedaba un día, uno más y sería para siempre la esposa de Natán.

Había soñado tantas veces con ese día, desde niña era su mayor sueño, ponerse un vestido blanco y caminar del brazo de su padre hacia el altar, pero ahora eso parecía lo menos importante porque era la persona que la esperaría en ese altar su mayor prioridad.

Siempre Betsy (Parte 2)Where stories live. Discover now