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Apenas hubo amanecido Natán se encaminó hacia la mansión. Después de haber recorrido el camino un par de veces ya se le hacía bastante conocido. Un extraño sentimiento lo había embargado, cuando se suponía que quería estar lejos de su padre y meses atrás era su mayor deseo y propósito, ahora como por inercia se atrevía a buscarlo voluntariamente.

No estaba seguro de que sería bien recibido por sus hermanos, exceptuando a Brandon, tampoco podía predecir la reacción del señor Ferd, pero quería intencionalmente estar ahí.

Betsy se levantó temprano para seguir con los preparativos de la boda. Bajó las escaleras hasta el comedor donde sus padres aguardaban. Ninguno se había atrevido a indagar por detalles aunque conocían la situación, aún guardaban dudas sobre la repentina reprogramación de la fecha.

Betsy se sentó en silencio repasando en su mente las actividades del día con sus pendientes. Su padre más inquisidor que su madre la observaba detenidamente.

—¿Cómo va todo?

Betsy levantó la vista sin comprender a totalidad.

—Bien.

—Faltan tres días ¿No?

—Papá...—No sabía a qué venía eso.—Estoy segura.

Aclaró finalmente lo que creía que su padre estaba preguntando, siendo la misma cuestión que hacía a todos dudar.

—Lo sé.—asintió.—sé que es así. Quería decirte que si necesitas que te ayudemos en algo estamos a tu disposición.

Betsy se sintió un poco aliviada.

—Estoy bien papá, puedo arreglarmelas.

Su padre le sonrió y ella lo tomó como un gesto de apoyo. Estaba lista para seguir adelante.

Esa misma tarde, Andrea podría salir del hospital con su bebé. La emoción permanecía en el aire, como si fueran demasiadas cosas buenas sucediendo al mismo tiempo.

Natán entró por el gran salón de la enorme casa. Hubiera sido una gran herencia si en verdad la deseara. El ama de llaves lo guio hasta el comedor donde los hermanos todavía desayunaban. Brandon se emocionó al verlo llegar, era lo último que hubiera esperado después de verlo pasar tantos días cuidando de su padre en el hospital. Imaginaba que su hermano prefería quedarse en su casa sin pensar nunca más en ellos.

—Bienvenido.—Brandon le señaló que se sentara. Natán obedeció.

—Es grandioso verte por aquí—habló Emma.

Ben no levantó la cabeza del plato que tenía enfrente y siguió comiendo como si nada pasara. Harry también pareció indiferente, aunque al menos prestó atención a su llegada. Grettell mostró una minúscula sonrisa.

—Papá está ahora en el jardín—declaró Brandon conociendo la intención de su llegada.

Natán asintió. Aunque había llegado a verlo, aun se sentía un poco aterrado con la idea, la antigua imagen de su padre no estaba del todo enterrada y quizá su parte subconsciente todavía temía en cierta medida. Hizo el mayor esfuerzo por levantarse de la silla delante de sus hermanos y así dirigirse al jardín.

—Iré... a ver cómo está.—dijo abandonando la mesa.

—¡Esto no tiene sentido!—escuchó la voz de Ben atrás.

Natán siguió caminando sin prestar mayor atención. Si se quedaba probablemente se armaría una discusión de la que no quería ser parte.

—Alguien tendrá que decirle la verdad—continuo Ben, aunque Natán logró escuchar solamente el murmullo.

Natán caminó ansioso a través de la sala hasta la puerta que llevaba al jardín. Poco recordaba y no estaba tan seguro de que fuera el camino correcto, sin embargo sabía que debía hacerlo.

Cuando abrió la puerta se encontró con su padre de espaldas. Sentado en una silla de ruedas cerca de una fuente. Observó un momento y de repente le pareció extraño vivir aquel momento con tanta paz, como si no fuera permitido.

Caminó hasta su padre con cautela y él se giró al escuchar sus pasos. Se encontraron de frente y fue como un dejavú, una escena paralela entre el pasado y el presente, el odio y el amor, el rencor y el perdón. El señor Ferd esbozó una leve sonrisa apagada,  lo cual contrastó con todas las emociones encontradas de su hijo.

—Me dijeron que podía encontrarte aquí—declaró Natán con tono débil y tímido.—Y quería...ver algo de la casa.

Su padre volvió a darle la espalda y avanzó hasta la fuente sabiendo que Natán lo seguiría.

—He estado pensándolo bien. Nada de esto lo necesito—su padre lo miró cauteloso—nunca he querido nada que venga de usted.

—¿Qué quieres decir?

—Quiero devolver la herencia.

—¿Y crees que yo sí lo necesito?—su padre sonó irónico.

—No creo que se trate de necesitar, sino de merecer y como uno de sus hijos también he pensado en los demás.

—¿Estás diciendo que la reparta en partes iguales?—sonrió burlesco—¿Vas a compartir tu herencia? Creo que ya he explicado lo suficiente por qué te he dejado todo sólo a ti.

—No tiene que pagar lo que no me dio por años, como he dicho, nunca he necesitado nada de usted y es lo mismo ahora.

El señor Ferd suspiró algo tenso, sabía que Natán estaba en lo correcto, aunque no podía comprender por qué alguien renunciaría a tanto dinero tan fácilmente.

—Si es por sentimentalismo, hablaré con ellos, estoy seguro que entenderán.

Natán negó. Abrió la boca para hablar pero antes de que pudiera decir algo los interrumpió una discusión.

—Yo se lo diré—se escuchó la voz de Ben tras las paredes.

La puerta hacia el jardín se abrió estrepitosamente, ambos, padre e hijo lucían confundidos.

—Ben, detente o te vas a arrepentir.—dijo Brandon tras él.

Los otros hermanos se unieron a mirar desde adentro.

—¿Cómo es que él puede quedarse con todo?

—Porque yo quiero—respondió el señor Ferd con la voz que apenas salía.

—¿Qué hay de todos? Tus hijos legítimos están aquí, no tienes respeto por ninguno aún en ese estado.

Emma se abalanzó sobre él e intentó meterlo adentro tomándolo del brazo bruscamente.

—Detente ahora, no seas tan imbécil.

—Déjalo—dijo el señor Ferd sonriendo con amplitud.

—Si mamá estuviera aquí...

—Si estuviera aquí te abría hecho callar—lo interrumpió Emma.

Natán se acercó a su padre, aún con la sorpresa en la cara sin comprender nada de lo que sucedía.

—Mejor me voy—le dijo en voz baja.

Su padre asintió con una mirada. Natán comenzó a caminar hacia la puerta donde se encontraban sus hermanos. Ben lo detuvo poniendo la mano en su hombro.

—No huyas.

—No lo hago—lo enfrentó.

Natán le apartó la mano y se abrió paso entre todos los demás.

Siempre Betsy (Parte 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora