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La familia esperaba abajo por alguna noticia de Andrea y el bebé. Cuando Natán regresó no vio a Betsy entre ellos, pensó que tal vez estaría buscando algo de tomar, así que se sentó tranquilo entre los demás.

Betsy se había ido afuera, algo no la hacía sentirse cómoda. No era su hermana, ni nada familiar, quizá la boda que sería en unos días. No era el momento para inseguridades, menos cuando ya había una avalancha de dificultades sucediendo.

Nada era como lo había esperado, ¿Acaso no merecía un buen final? No es que una boda fuera el final perfecto, pero había soñado con eso desde sus primeros recuerdos. Ni siquiera Natán era el hombre que había esperado, pero lo amaba, de eso estaba segura, tal y como era, no tenía que ser perfecto.

No deseaba una situación diferente ahora, pero imaginaba cómo sería si las cosas fueran distintas. Natán notó que su ausencia era mucha y para asegurarse de que todo iba bien fue a buscarla.

Betsy lo vio venir y esperó en la misma posición junto a la salida hasta que él llegara.

—¿Aun nada?—preguntó ella pensando en su hermana.

Natán negó con la cabeza y se paró de frente mirando su rostro.

—¿Estás bien?

Betsy lo miró a los ojos con la mayor dificultad.

—Esto es...—suspiró hondo y le tomó la mano—es algo difícil. Confiar en Dios a veces.

—Betsy.

—Pero no se puede tener todo siempre.

—¿Qué pasa?

—Se supone que soy la chica alegre.—sonrió.

—No tienes que serlo siempre, hay días así.

Natán la abrazó y ella respondió. De repente en su cercanía logró sentirse mejor.

—Vamos a estar bien.

—Así es—le respondió él.—no puedo prometer nada, pero podemos creer en lo que Dios si promete.

—Él sigue con nosotros.

Natán la soltó para verla a los ojos.

—Por supuesto.

Betsy se sintió alentada, aunque estaba bien sentirse deficiente, lo importante era darse cuenta que no era un lugar para quedarse.

Más tarde el doctor avisó que el bebé había nacido. La familia completa podía entrar junta, pero dejaron que Erick lo hiciera primero. Después los padres de Betsy y por último ella y Natán.

Andrea reposaba en la cama con el bebé en brazos, Erick se mantuvo sentando a su lado desde que había podido entrar. Betsy se acercó para acariciar a su sobrino, no cabía de la emoción, la alegría de su hermana era suya desde siempre. Las lágrimas le brotaron cuando vio los ojos de su hermana, Andrea no lucía tan bien, pero su mirada estaba radiante. Natán apareció detrás mirando curioso y desviando su atención completa hacia el bebé.

—¿No es hermoso?

—Sí.—dijo Natán.

El bebe no se veía bien, pero el sentimiento y la felicidad que los llenaba era hermosa y debía expresarse.

—¿Quieres?—le preguntó Andrea a Betsy.

Betsy suspiró algo nerviosa, con miedo de no saber cómo tomarlo. Miró a Natán y notó una sonrisa sincera, sintió la aprobación para acercarse al bebé. Lo tomó con cautela lo más sutil posible. Apenas lo tuvo entre sus brazos el bebé comenzó a llorar obligándola a devolverlo.

Andrea se rio de su hermana por el extraño comportamiento con el niño.

—Ya verás.

—¿Ya veré qué?

—Tendré que alzar uno tuyo muy pronto.

Betsy se sonrojó y puso una excusa para marcharse. Natán la seguió antes que le jugaran alguna broma también.
Afuera, él le contó lo que había decidido respecto a su padre y que sentía una enorme satisfacción ahora que había hecho algo por él. Betsy también estuvo contenta como si fuera a ella misma a quien liberaran de una tortura. Estaba segura que era lo que el señor Ferd más deseaba, estar en paz en su propia casa, lejos de las máquinas y doctores. En un ambiente familiar y dónde podía hacer como quisiera.

Natán volvió a casa a descansar, por fin sentía alivio después de mucho tiempo, dos meses habían pasado desde que su padre había aparecido en la puerta. Aunque su vida le había aparecido como una pesadilla desde eso momento, al menos tenía a Betsy con él y se casarían pronto.

No entendía cómo se podría sonreír y hacer fiesta en medio de circunstancias tan difícil, pero de cierta forma sabía que Dios se manifiesta de formas inesperadas.

En su casa, Betsy meditaba en algo similar. Cómo podía sentir la felicicidad que quería sentir en medio de un mar agitado, tal vez debió posponer la boda en lugar de adelantarla. En el momento pensó que era lo más conveniente y ni siquiera se trataba de ella y Natán, sino del señor Ferd. La boda sería en cuatro días y las emociones encontradas era la porción cada segundo.

Betsy se acercó al armario intentando asimilar lo que ocurría a su alrededor e intentando conectarlo con sus pensamientos. Abrió la puerta y se encontró con un vestido blanco. Deslizó sus manos por la seda, ¿Sería aquel un día feliz? ¿Qué tal si ese día todo se salía de control finalmente? La vida nunca era predecible. Volvía a los momentos felices que no hubieran sido correcto vivirlos sin aquellos terribles. Cuando miró a Natán por primera vez, cuando hablaron en la terraza de nombres como si fuera la mejor conversación que había tenido en su vida. Quería que fuera verdad lo que anehlaba su corazón, una vida plena al lado de la persona que amaba hasta que la muerte los separe.

Siempre Betsy (Parte 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora