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Betsy lo miraba con mirada de ensueño mientras él conducía. Se veía feliz, irradiaba algo distinto, no sabía si sería prudente preguntarle, aunque de todas formas debía hacerlo.

—¿A dónde vamos?

—Ya verás. Te va a encantar.

—Seguro, ya estoy encantada.

Natán la miró de reflejo con una sonrisa muy amplia.

—No has dejado de verme.

—¿No puedo?

—¿Qué es lo interesante?

—Todo.

Natán se rio manteniendose erguido de frente y sin perder de vista la carretera. Betsy alargó el brazo y le pasó la mano por el cabello. Natán atrapó su mano y la agarró fuerte, la entrelazó a la suya. Mantuvo una caricia con el pulgar hasta llegar al destino.

Era una pista de patinaje. Betsy recordó que había estado ahí con Andrea y Erick hace algún tiempo. Entraron juntos de la mano emocionados y tan felices que les costaba ser concientes de su entorno. Natán se cayó un par de veces y Betsy no hizo más que reírse de él. Nunca había patinado en su vida y era ella quien lo guiaba. Natán fingía molestarse cada vez que ella se burlaba.

Más tarde fueron a cenar a un lujoso restaurante de la ciudad. Ni si quiera comían por apetito, preferían decir cualquier comentario sobre el otro y mantenerse unidos. Caminaron por la ciudad sin soltarse, mirándose a los ojos seguido sin cansarse de ver la cara del otro, sin dejar de sonreír.

—Así se siente—habló Natán.

—¿Qué?

—Ser feliz, estar completo.

—Eso creo—sonrió.

—No quiero que se termine.

—No pienses en eso, por favor.

Disfrutemos el momento, ahora nos tenemos.

—Tal vez somos una pareja ordinaria, sin canción favorita, sin un lugar especial, sin momentos dorados ni tragedias que nos prohíban amarnos libremente. Pero tú eres mi lugar especial, mi hogar, tú Betsy eres mi momento dorado.

Ella se paró en frente sosteniendo sus manos, no podía imaginar un momento más perfecto.

Su teléfono vibró en el bolso y distrajo toda su atención.

—Deberías contestar—le dijo Natán.

—Esto es solo nuestro.

—Podría ser... importante.

Betsy hizo caso y sacó el teléfono que no dejaba de sonar. Miró el número de su madre, entonces supo que debía contestar.

—¿Mamá? ¿Está todo bien?...de acuerdo iré allá si quieres.

—¿Qué sucede?—se preocupó él.

Betsy bajó el teléfono para responder. Él no esperaba algo malo por la expresión en su cara.

—Es Andrea, va a dar a la luz.

—Ahora.

—Mamá está con ella, van hacia el hospital más cercano.

Betsy se acomodó el cabello indecisa, no se sentía tan bien de dejar la cita con Natán, pero también sabía que tenía que estar con su hermana.

—¿Por qué no van al hospital Metropolitano? Dónde está él, el señor Ferd.

—Eso estaría bien, sólo que...

—No te preocupes, yo me encargo de que puedan ingresar.

Volvieron al hospital después de enviarle a la madre de Betsy la dirección. Entraron por el piso de abajo y lograron ver a la señora en la sala de espera, Betsy caminó rápido hasta ella para asegurarse de que todo iba bien. Natán la siguió, aunque sabía que su familia estaba arriba y también su padre convalenciendo, quería apoyar a Betsy por un momento.

—¿Cómo está Andrea?—preguntó preocupada por su hermana.

—Algo asustada—mostró una sonrisa nerviosa—pero ella es fuerte.

—Lo sé—asintió.

Natán se acercó y le rodeó los hombros con un brazo, mostrando su apoyo. Betsy volvió a mirarlo pensado que él tendría sus propios asuntos y no estaba obligado a quedarse.

—Voy a esperar a lo que diga un doctor—dijo él.

Algunos minutos más tarde salió un doctor para informar que Andrea estaba en la sala de partos. Betsy esperaba que él se fuera, pero no lo hizo, se sentó en medio de ella y de su madre mientras esperaban al resto de la familia.

Erick apareció por la puerta con un semblante pálido y detrás de él el padre de Betsy tratando de animarlo.

—Lamento llegar hasta ahora—señaló Erick—no podía dejar el trabajo y el tráfico... ¿Cómo está ella?

—Está en bien, va salir todo bien—dijo la madre de Betsy.

Había cierta tensión en la sala. Natán se levantó y caminó hacia afuera, de repente sus pensamientos volvían a acosarlo. Se quedó en la salida recostado en la pared, no podía ignorar lo que acogía en su mente.

¿Cómo era posible que alguien estuviera naciendo y lo esperaban con tanta expectación mientras alguien arriba estaba a punto de dar su último aliento? Lo que se le ocurrió después lo hizo sentir paz, debía darle algo a su padre, algo que él había querido desde el principio y que seguramente todavía deseaba. Entró al ascensor y fue hasta arriba. Se dirigió a la oficina del doctor de su padre para contarle su plan. Hasta ahora no había hecho nada más que mortificarlo, así que le brindaría descanso al menos por sus últimos días.

—Quiero que vaya a casa—le dijo al doctor—si de todas formas va a morir, que sea como él lo ha querido.

El doctor estuvo de acuerdo, después de todo no podía hacer nada en contra de las órdenes de un Ferd. Esa misma tarde lo sacarían de aquella desolada habitación y lo llevarían de vuelta. Sus hermanos también estaban de acuerdo, nadie se sentía cómodo en ese hospital, ni ellos, mucho menos su padre moribundo.

El ambiente olía a enfermedad, el ruido era deprimente, las luces, los doctores, las máquinas, todo era insufrible. Natán se retiró hasta el primer piso nuevamente, sólo después de asegurarse que se cumpliera su petición.

Siempre Betsy (Parte 2)Where stories live. Discover now