26

50 12 0
                                    

—Vuelva a la cama señor Ferd. Si no les he dicho todavía no es porque usted me lo haya pedido, es solo porque a diferencia de usted a mí sí me importan.

El señor volvió a sentarse dominado por la debilidad.

—No voy a salvarme.

—Es posible que no, pero al menos podemos tener fe.

—¿Fe?—el señor soltó una carcajada, aunque débil no dejaba de parecer una auténtica burla.

—La ciencia está muy avanzada.

—Mi cáncer mucho más.

—La fe entonces puede ir más adelante.

—Deja de decir tonterías—siguió burlándose.

Natán comenzó a sentirse mal, hasta entonces no le había afectado ninguna de las ofensas que su padre lanzaba, pero cuando alguien se burlaba de su fe, ese era su punto débil.

—Haga lo que quiera—tragó grueso un poco avergonzado—no son mis hijos los que están allá afuera.

Natán salió del cuarto para respirar un poco de aire fresco. Debía encontrar una iglesia, si acaso se habían tomado la molestia de construirla. Buscó por cada pasillo hasta que finalmente dio con una puerta que pintaba el nombre de iglesia en un rotulito. Entró y se sentó en la primera banca, de repente sentía paz y un poco más de tranquidad, se quedaría ahí al menos el resto del día.
Sentía que debía decirle a Betsy de todo aquello, se sentiría mejor si lo hablaba con alguien abiertamente, ella lo entendería de seguro.
Le envío un mensaje de texto para saber si estaba disponible, ella respondió al instante, entonces la llamó.

—Hola—escuchó del otro lado.

—Betsy.

—¿Cómo va todo?

—Mal, todo está mal.

—¿A qué te refieres?

—El señor Ferd está muriendo.

—¿De qué hablas?

—Tiene un cáncer terminal, los doctores han dicho que no se puede hacer nada.

El silencio dominó por algunos segundos, hasta que él pudo continuar.

—Solo yo lo sé, no me he atrevido a hablarlo con ninguno de sus hijos.

—¿Cómo te sientes tú?

Esa pregunta lo tomó por sorpresa, no estaba seguro de qué decir.

—Estoy bien, me quedaré algunos días más. Él no quiere estar aquí, así que me estoy asegurando de que no escape.

—Debe ser muy difícil, debe ser difícil—dijo en un tono comprensivo.

—Seguro que sí.

—¿Cuándo piensas decirle?

—Espero que el doctor se haga cargo, no me siento capaz.

—Bien, llámame si algo pasa.

—¿Algo cómo?

—Si quieres que vaya...

—Me encantaría verte Betsy—sonrió—pero ahora no creo que sea buena idea.

—Bien.

—Gracias preciosa.

—Te amo.

—También te amo.

Después de tres días, Natán permanecía en aquel sillón. No había dormido bien, ni comido suficiente, comenzaba a desesperarse. No había recibido ningún reporte nuevo, los doctores no habían hecho nada más excepto algunas revisiones de la presión arterial. Aunque estaba a punto de darse por vencido, al salir al salón y ver a Brandon y Emma esperando ahí afuera le daba un poco de esperanza.

Había salido para recibir algunas pertenencias que Henry había llevado. Al llegar hasta sus hermanos se dio cuenta que había dos hombres más con ellos.

—Por fin apareces—dijo Emma.

Uno de los hombres lo miró detenidamente, tal vez tenía unos treinta años, aunque el otro parecía menor, casi podía notarse que eran hermanos.

—¿Conoces a Ben y Harry?

Natán atendió a la voz de Emma negando con la cabeza.

—Pues son hermanos, tuyos y míos.

Brandon hizo una expresión inentendible como tratando de advertirlo de algo.

—¿Eres el que ha estado en la habitación?—preguntó el mayor.—con razón que eres el dueño de toda su fortuna.

—No hagas caso—se rio Emma—a Ben le gusta bromear.

—No es broma. Mi padre engañó a mi madre con una... ¿Cómo decirlo de forma educada? Aunque no creo que haya una forma educada de decirlo.

Natán intentó ignorarlo, con eso tenía suficiente para comprobar quién era el favorito de su padre o al menos el que pretendía ser.

—Aparece después de años y simplemente “zaz” le quita todo. Debe sentirse genial, ¿Qué harás con tanto? ¿Drogarte en las Vegas? Es una buena forma de aprovechar el dinero.

Nadie se rio excepto Harry que parecía fuera de lugar. Después notó la mirada pesada de Emma y Brandon y volvió a estar serio.

—Lamento decir que no me ha alcanzado para ir a las Vegas—habló Natán por fin—estoy pagando una factura de hospital privado.

Emma se rio y a Brandon se le dibujó una pequeña sonrisa.

—Esa es buena, pero no adecuada—dijo por fin Harry.

Natán regresó al sillón de siempre a la par de la cama, después de que sus hermanos se encerraran un tiempo con su padre.

Dos días más pasaron sin ningún cambio, no quería entrar en desespero, algo tenía que ocurrir, fuera bueno o malo. Emma y Harry habían regresado a dónde sea que tuvieran una casa, solo quedaba Brandon y Ben afuera, también a la espera de algo.

El fin de semana apareció Grettell, la última de los cinco hermanos, un poco mayor que Brandon. Natán la recordaba más que al resto, en el tiempo que había estado en la casa ella asistía a la preparatoria y siempre estaba presente, era bastante retraída y hermética.

Al verlo aparecer, ella esperó a que Natán saludara primero, debido a su carácter él también esperaba lo mismo, así que no hubo palabras en el encuentro solamente un cruce de miradas inentendibles.

Natán no hablaba mucho con ninguno, incluso con su padre prefería mantener el silencio. Tal vez le daba pena discutir con un moribundo o simplemente se había cansado de hacerlo. Hablaba con Betsy todos los días, poniéndola al tanto de todo lo que sucedía en el hospital, ella insistía en acompañarlo y él se negaba todo el tiempo, temía que ella lograra ver algo de lo que nunca sería capaz de admitir, algún rastro de preocupación por su padre.

Después de una semana la situación no parecía mejorar, los doctores no decían nada, el señor Ferd permanecía en cama maldiciendo cada día y rogando que lo dejarán irse.

Siempre Betsy (Parte 2)Where stories live. Discover now