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Betsy estaba más ansiosa que nunca, daba vueltas en la habitación pensando a qué venía toda aquella situación. Ambos eran felices hasta que se comprometieron, luego todo cambió de repente, desde que Natán había faltado a la iglesia y después a la reunión familiar, además estuvo incomunicado ese mismo día.

Se acordó que Fernanda había ido con él a la iglesia el domingo siguiente, fue como una aparición misteriosa. ¿Dónde se encontró Natán a Fernanda? Puede que Natán estuviera muy ocupado y no tuviera tiempo para ver el teléfono, pero habían pasado muchos días, no era tan racional.

No quería parecer una novia sicópata, pero ¿si realmente había pasado algo? Intentó llamar otra vez, quizá tuviera suerte y él respondería.
Escuchó timbrar y esperó un buen tiempo, hasta que la llamada fue respondida.

—Hola.—Escuchó la voz de Natán.

—¡Hola!—exclamó contenta.

—Betsy—dijo con voz ronca.

—¿Cómo va tu trabajo? ¿Y cuando vuelves?

—Estoy en casa—dijo nada más.

—¿Ya regresaste? ¿Podemos vernos?

—Está bien—respondió apagado.

—Espera, iré a verte, de seguro estás cansado.

Betsy no notaba el desánimo en su voz, sólo quería encontrarse con él, después de tanto tiempo lo extrañaba demasiado. Natán no creía que llegara y se quedó encerrado en la habitación. Vestía camiseta y un jogger que solo usaba para dormir en el invierno, no sabía cuánto tiempo había pasado, ahí adentro era oscuro con la neblina que se mantenía afuera, no había salido después de la pelea con su padre, no sabía más, quería estar solo o puede que muerto como deseaba su padre.

Escuchó el timbre sonar dos veces. Caminó a paso lento hasta llegar a la puerta, quería asegurarse que fuera Betsy, así que recostó la cabeza para mirar hacia afuera. Vio la figura rubia parada en la terraza, ella volvió a tocar el timbre y él abrió inmediatamente.

Betsy se tiró a sus brazos, él respondió débilmente. Ella acarició su mejilla antes de darle un beso en la misma.

—Hola—dijo calladamente—¿puedo pasar?

Natán asintió y se quedó parado en la puerta mientras Betsy se acomodaba en un sillón.

—¿A qué hora llegaste?, debes estar cansado.

—No, ¿Por qué lo dices?

—Bueno, si has trabajado toda la semana y llegaste hoy mismo...

—Hace una semana—interrumpió.— Hace una semana que llegué.

—¿De qué hablas?—Betsy se levantó y caminó nuevamente hasta él.

—He estado en casa todo este tiempo.

Betsy se quedó anonadada, un poco confundida y balbuceando por dentro.

—¿Por qué no llamaste? No dijiste nada—habló turbada.

—Quería estar solo—respondió él muy serio.

Betsy no dijo más esperando una explicación razonable.

—Betsy, necesito un momento, quiero estar solo, necesito tiempo.

—¿Qué?

—¿Podrías hacerme ese favor?

Ella no podía entender, no cabía en su cabeza una explicación lógica a lo que él decía.

—¿Quieres que me vaya?

—No quiero que malinterpretes, por favor.

—Es lo que entiendo, no quieres verme, ni hablar conmigo, ¿No es así?

—No, no lo es. Estoy muy confundido, ni si quiera entiendo lo que me pasa—se conmovió.

—Está bien—respondió nostálgica—si eso es lo que quieres.

Betsy pasó a su lado para salir. Él quiso detenerla pero la terrible desolación lo hizo dominar el impulso.

—Betsy—dijo mirándola de cerca.

Quería decirle que no se fuera, que podía quedarse y todo estaría bien, pero era imposible que palabras como esas salieran de su boca, más bien temía decir cuánto odiaba a su padre.

—Este no es el fin—esbozó.

Ella volvió a mirar casi a punto de soltar una lágrima.

—Dime qué es.

—No termina aquí...

—Yo sí.

Ella bajó los escalones y caminó a paso lento por las carretera, él luchaba entre correr tras ella o protegerla de su maligno malestar.

Parecía que todo lo que llegaba a querer se esfumaba, se destilaba gota a gota hasta no dejarle nada. El vacío lo dominaba y no podía hacer nada al respecto. Se encerró nuevamente en en la habitación oscura, se quedó recostado en la puerta mirando la ventana, recordando todo lo que Betsy significaba.

Siempre había pensado que ella estaría mejor sin él, no era el hombre adecuado para alguien tan excepcional. Quería pasar el resto de su vida con ella, pero ya se había enterado de que solo podía hacerle mal. Estaba destruido por dentro, su amor era imperfecto, un tanto mejor al que había recibido a lo largo de su vida, pero insuficiente para vivir por él.

Betsy llegó a la casa de su hermana, frívola y todavía sin asimilar el fin de su relación. Tal vez estaba molesta o necesitaba procesarlo lo suficiente.

—¿Está todo bien?—dijo Andrea cuando abrió la puerta.

Betsy la abrazó un largo rato hasta que su hermana quiso soltarla.

—Ven, siéntate.

Ambas se sentaron juntas al mismo tiempo. Betsy esperó a tener las palabras adecuadas para decirle.

—No lo entiendo—suspiró con los ojos lagrimosos.—Es el mejor hombre que conozco después de papá, a menos que esté equivocada sobre él, pero diría que mi madre eligió bien.

—Lo hizo—habló Andrea—por lo tanto tú también.

—Ya no lo sé. Él estaba tan diferente, como si fuera otra persona, no era Natán.

—¿Qué te dijo?

—Quería que me fuera—se le quebró la voz—dijo que necesitaba estar solo.

—Pero, ¿Él te estaba pidiendo un tiempo o algo así?

—Eso creo, parecía indiferente.

Andrea le alcanzó un pañuelo desechable y Betsy se limpió la nariz.

—¿Qué le respondiste?

—Bueno, quise saber si había dicho lo que yo pensaba, no dijo que sí pero tampoco lo negó, así que prácticamente terminamos.

—¿Qué? Pero...

—Yo le dije que se acabó.

Betsy volvió a abrazar a su hermana con lágrimas en los ojos, aunque eran escasas, no tenía claro si las derramaba por tristeza o por indignación.

Siempre Betsy (Parte 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora