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Natán se levantó del sillón sin poder soportar ni un minuto más. El llanto se había vuelto como un clamor al expresar por fin lo que había guardado por años. Salió corriendo de la habitación hasta el cuarto de baño, dónde se encerró gritando de dolor como aquel niño que había sido.

Betsy se quedó paralizada en frente del señor sin poder asimilar todo lo que acababa de escuchar. El señor Ferd giró su rostro en dirección a ella dejando al descubierto una lágrima que rodaba por su mejilla.

Ella lloró junto a él, ambos se dejaron ver cómo si se conocieran de toda la vida. Betsy lo abrazó como si fuera su padre, por un momento creyó escuchar sus palabras entre sollozos repitiendo “soy un monstruo”.

Betsy se quedó en la habitación toda la noche, no quiso ir tras Natán, lo conocía lo suficiente para saber que necesitaba estar solo. Él había dormido en la iglesia, ahí estuvo la mitad de la noche rogando a Dios por un rastro de amor hacia su padre, quería sentirlo, quería perdonarlo.

Durante algunos días Betsy permaneció junto al señor Ferd, leía la Biblia constantemente y oraba cuando él se lo pedía. Mientras tanto Natán se quedaba en la iglesia dejando que el tiempo pasara y que Dios se encargara de restaurarlo, le pedía a cada momento por su falta de perdón y no quería salir de ahí sintiéndose igual. Betsy sabía que tenía que hablar con él en algún momento, necesitaba entender sus sentimientos.

—Léelo otra vez—pidió el señor Ferd una tarde.

Betsy volvió a leer un capítulo de Salmos, al señor le había encantado desde el primer versículo. Ella hizo lo que pedía. Él hacía preguntas constantemente sobre el cielo y ella respondía con confianza.

—¿Quienes pueden ir?

—Aquellos que creen.

—¿Cómo?

—En el hombre que resucitó.

—Parece sencillo, pero para alguien como yo resulta difícil.

—¿Quiere orar por eso?

El señor asintió. Betsy oró para que el señor tuviera fe y pusiera su confianza de salvación en Jesús. Estar con ella ese tiempo le traía paz y esperanza, una extraña alegría lo había llenado, si bien, Betsy le recordaba a su esposa, dada la situación pensaba en ella como una hija.

Dos días después Brandon apareció y pudo turnarse con Betsy y Emma. Natán no estaba dispuesto a enfrentarse a su padre todavía, pero aun esperaba por un cambio desde la sala. Betsy se reunió con él en el almuerzo, después de sólo cruzarse y decir algunas palabras, ahora tenían oportunidad de hablar.

—¿Cómo te sientes?—preguntó Betsy sentada frente a él.

—Mejor, creo que iré a casa a descansar.

—Él está bien.

Natán la miró satisfecho por su afirmación como si necesitaba oírlo.

—Si quieres puedes irte a casa también.

—Me pidió...que leyera la Biblia para él.

Natán se sorprendió, pero no lo demostró.

—Entonces te quedarás—dijo indiferente.

Betsy no quería presionarlo, mucho menos decirle qué hacer, pero si lo amaba debía actuar hacia lo conveniente y lo que era mejor para él.

—Deberías hablar con él.

—No lo sé.

—Por eso mismo, debes aclarar tus sentimientos. Nate, él está...—iba a decir muriendo pero no pudo terminar la frase, las palabras se le atoraron en la garganta.—por favor, esto te costará si él se va y no se ardenan las cosas.

—No es tan fácil...

—Precisamente, y entonces algo debe romperse para que sea más fácil.

Natán le tomó las manos entre las suyas, sabía que lo decía para ayudarlo.

—He pensado en la boda—continuó Betsy—quiero cambiar la fecha.

Natán continuó impasible sosteniendo sus manos. Cualquier argumento le parecía irrelevante después de hablar de su padre.

—En lugar de un mes, dos semanas.

—¿Dos semanas?—Natán la soltó.

—Estoy segura y espero que tú también.

—Claro que lo estoy, solo que...

Él guardó silencio un momento tratando de interpretar en su mirada qué la había llevado a tomar esa decisión.

—No es por nosotros.

—Es por él.

Betsy enmudeció confirmando de una vez.

—¿Crees que lleguemos a dos semanas?, ¿Crees que pueda ser posible? Si acaso está vivo, apenas podrá respirar conectado al oxígeno.

Sus palabras sonaron con un tono de dolor, esta vez fue Betsy quien le agarró las manos.

—No lo sabemos, pero podemos tener fe.

—Está bien—suspiró sintiéndose incapaz de creer en más milagros.

Betsy sonrió acariciando sus manos, notó la tensión en su rostro, un atisbo de desespero.

—Iré a comprar un vestido, uno blanco. Será algo sencillo, solo nuestras familias, ¿Te parece?

—Llamaré a mi madre—continuó él—le encantará conocerte.

—Claro.

—Y yo hablaré con él, no te preocupes, tengo que invitarlo a nuestra boda.

Betsy se rio contenta. Después del almuerzo se retiró a su casa. Natán permaneció siempre en la sala de espera junto a Emma, mientras Brandon pasaba la noche con su padre. Aún no se había visto con su hermano después de lo sucedido en la oficina del doctor, aunque no era rencoroso en ese sentido, sabía que tarde o temprano se le pasaría, quizá ya había comprendido o su padre le había explicado el por qué le ocultó la verdad. Le preocupaba más prepararse para la boda ahora que faltaba poco tiempo.

Betsy fue directamente a contarle a Andrea, también le pidió que le ayudara con los arreglos, no era solo comprar un vestido, tenía que escoger un lugar adecuado, aunque prefería una ceremonia sencilla con su familia, al menos quería recordar que había sido especial. Las dificultades la estaban asediando, quería conversar con su hermana sobre sus sentimientos, todo lo que estaba viviendo con la familia de Natán no era tan fácil de sobrellevar.

Siempre Betsy (Parte 2)Where stories live. Discover now