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Natán caminó hacia la casa donde había vivido por varios meses. Subió los escalones sin darse cuenta que Betsy venía tras él. Miró la puerta de la entrada cerrada que podía distinguirse por la luz de las farolas.

—Quería quedarme—susurró.

El resplandor del vestido rojo lo distrajo y volvió a mirar a Betsy justo a la par.

—Quería que te quedaras.

—Aquí empezó todo.

—Fue sólo porque la ventana se cerró para siempre—continuó Betsy con una notable nostalgia.—Aun tengo la bufanda y no sé por qué solo traje el abrigo, es una locura, si querías el abrigo seguro también la bufanda.

Natán la miró confundido, no sabía de qué estaba hablando y ella se dio cuenta.

—Pensé que estabas molesto porque me quedé tu abrigo, así que lo traje... Una cosa llevó a la otra y terminé diciendo que me gustas, tal vez no lo recuerdas.

—Sí—asintó serio mirando sus ojos.—estabas tan cerca que no pude evitarlo.

—El beso...—susurró.

Natán se quitó el saco y lentamente lo fue colocando detrás de Betsy. Hacía un poco de frío, pero no era para tanto.

—Yo quería...—se le ahogó la voz—yo quería decirte que me tenías completamente loco, cada vez que te veía sacar la cabeza por esa ventana me congelaba, mi mente se quedaba en blanco y...

—¿También ahora?

Natán se acercó a su rostro y lo acunó entre sus manos. Colocó su frente sobre la suya mientras respiraba aquel olor tan sublime.

—Eres mi alegría.—soltó antes de besarla.

Ella se apartó despacio y buscó sus ojos en medio de la poca luz que se colaba.

—Tengo algo para ti.

Natán sacó un paquetito del bolsillo del pantalón. Se lo tendió y sin apagar su sonrisa ella lo recibió. Abrió el paquete y descubrió una hermosa pulsera de perlas.

—Dime que es una copia barata.

—Te juro que la compré con mi dinero.

—¿La herencia?—lo bromeó Betsy.

Él tomó la pulsera y le rodeó el brazo derecho con ella. La cerró satisfecho de lo bien que lucía en su piel pálida. Le dio un beso a la mano que todavía sostenía.

—Te amo.

Betsy se lanzó a su cuello y él la hizo girar mientras ella soltaba una risa genuina.

—Yo también te amo, te amo—le besó las mejillas—te amo.

—¿Nos casamos mañana?

—Mejor hoy.

—Vamos.

Natán la tomó de la mano y bajó las escaleras a toda prisa. Corrió por la calle agarrado a ella, sonriendo y sientiendo el aire que acariciaba su rostro. Betsy intentaba no quedarse atrás dominando los tacones, hasta que Natán de repente cayó en cuenta y se detuvo.

—Lo siento—le miró los pies.

—El registro ya debe estar cerrado—dijo Betsy ignorando su disculpa.

—Sí, mañana será.

Ambos se rieron y se giraron para regresar hasta el auto. Pasaron de nuevo a la par de la enorme casa de la señora Elena. Natán la recorrió con la mirada, desde la puerta principal hasta la azotea, era un lugar tan familiar que nunca se hubiera imaginado llegar a apreciar de aquella forma.

—Voy a comprarla.

—¿Qué?—se volvió Betsy.

—Voy a comprar la casa.

—Bueno, es una mini-mansión, no es lo mismo pagar un alquiler.

—Ahora puedo, tengo una herencia millonaria, tengo que aprovecharla de alguna manera.

—¿Estás seguro?

—¿Tú qué piensas?

Betsy no entendió la pregunta más bien esperó a que él respondiera la suya.

—Muy pronto...estaremos casados y eso significa...

—Que viviremos juntos—terminó ella la frase.

—¿Qué te parece?, Así terminamos lo que empezamos en el mismo lugar.

—Bueno—dudó—su precio debe ser muy elevado.

—Es lo de menos. Podría comprar unas veinte de esas.

—Sería perfecta Nate.

—Hablaré mañana mismo con Fernanda.

Betsy se acomodó el saco que Natán le había puesto, le quedaba un poco grande.

—Esta vez me lo quedaré—dijo caminando de espaldas en dirección a su casa.

Natán logró detenerla tomándola del brazo, sonriendo por su comentario. Le dio un beso en la frente como despedida y ella se giró para caminar rápidamente hacia adentro. Esperó hasta que cerró la puerta sin perderse cada uno de sus movimientos y grabando en su memoria su hermosa sonrisa, que sería lo último que recordaría antes de dormir.

Betsy entró a su habitación y cerró la puerta tras sí. Se tumbó en la cama de espaldas provocando un pequeño rebote. Miró el techo sin prestarle atención, más bien dándole vueltas a cada momento que había vivido en ese día.

Deslizó los dedos por las perlas blancas y relucientes que adornaban su muñeca, era significativo, aunque se hubiera tratado de un simple cordón o una baratija, pero estaba segura de que no era así, seguramente todos los ahorros de su novio estaban invertidos en aquel pequeño adorno.

Respiró el olor impregnado en el saco, le resultaba reconocible, ni siquiera había cambiado de perfume, era un hecho que también su interior permanecía intacto. Sus miedos se esfumaron, Natán seguía siendo el mismo y esa confirmación no hacía más que enamorarla, más de la cuenta, cuando pensaba que no habría otro nivel más profundo.

Se levantó y caminó hacia la ventana, miró detenidamente antes de atreverse a abrir. Sintió el aire frío extendiéndose hacia adentro y mezclándose con el calor de la habitación. La ventana de enfrente permanecía intacta, quizá lograba atisbarse algunas grietas en el vidrio, posiblemente por el golpe de los zapatos lanzados desde el otro lado.

Betsy sonrió recordando, se agachó hasta tocarse los pies, se quitó un zapato y lo lanzó contra la ventana, está vez fue tan fuerte que atravesó el cristal y se escuchó caer adentro de la habitación. El sonido de los vidrios rompiéndose la estremecieron, además de la apariencia de un enorme agujero en el medio de la ventana.

Siempre Betsy (Parte 2)Where stories live. Discover now