Epílogo

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Tres años después...

Era invierno de nuevo, nada había cambiado en aquel aburrido pueblo. El cementerio se veía tan desolado como todos los años que venían.

Natán sostenía la mano de su esposa Betsy mientras dejaba caer un ramo de flores blancas sobre la tumba de su padre. Miró a su esposa con una sonrisa, ambos sabían que él estaba en un mejor lugar y que según la esperanza que tenían en Dios lo verían otra vez.

Betsy soltó la mano de Natán para dirigirse a su bebé de cuatro meses quien dormía plácidamente en un coche detrás de ellos. Le dio un beso en la sien a su hijo y Natán hizo lo mismo con ella.

—¿Nos vamos? Se hará tarde.

—¿Para qué?

—Hace una semana de nuestro aniversario, ¿No quieres seguir celebrando?

Betsy se rio y comenzó a caminar hacia la salida empujando el cochecito.

—Hemos celebrado por un mes y tengo la impresión de que lo haces para que no se te olvide.

—Es una buena estrategia ya que realmente funciona.

Natán condujo hacia su casa, sostenía el volante con una mano y con la otra la mano de Betsy. Ella de vez en cuando volvía a ver hacia atrás para asegurarse que el bebé no se hubiera despertado. Cada vez que lo miraba notaba como se iba pareciendo a Natán, aunque había heredado la tez blanca de Betsy, los ojos y el pelo oscuro y rizado eran de su padre. Era tan calmado como él, casi nunca lloraba y a veces sonreía igual que Betsy.

El auto se detuvo en el patio de la entorme casa que una vez había alquilado, aunque vivían a la par de sus suegros no los visitaban seguido hasta después del embarazo de Betsy. Andrea y Erick venían de vez en cuando con su hijo de tres años. También Natán seguía viendo a Brandon y a sus hermanas, había continuado trabajando junto a él en el hospital, aunque no seguía siendo el dueño, Brandon quiso dejarlo en el puesto. 

No supieron más de Ben y Harry, posiblemente estaban gastando la fortuna de su padre en algún lugar, era lo que suponía Brandon, sin embargo, el señor Ferd no les dio mucho poder.

Natán entró a la casa con el bebé en brazos y ella se adelantó a abrir la puerta.

—Hogar dulce hogar.—sonrió Betsy.

—Lo llevaré arriba—dijo Natán mirando al bebé.

—Iré a preparar la cena entonces.

Betsy entró a la cocina y comenzó a cortar algunos pimientos. También puso a calentar el agua para el té. Después de cenar siempre se sentaban en la sala a tomar el té mientras leían algún libro o ponían alguna película. Casi siempre Natán acababa dormido y tenía que despertarlo para que subiera a la habitación.

Escuchó el sonido de los zapatos en las escaleras y después en el piso. De inmediato sintió la presencia de su esposo en la cocina. Sus brazos la rodearon de la cintura colocando la barbilla sobre su hombro.

—¿Te he dicho lo preciosa que estás hoy?—le susurró al oído.

—Seguro no tanto como tú.

Betsy se movió y él la soltó para darle espacio de girarse. Se vieron a los ojos de la misma forma hipnotizada de siempre, como si la persona delante fuera la maravilla más grande del universo. Natán le acomodó el cabello detrás de la oreja para después acariciar su mejilla.

—Te amo—le dijo antes de darle un beso en la mejilla.

—Hoy perdí la cuenta de cuántas veces lo has dicho, ayer fueron trescientas noventa y uno.

Siempre Betsy (Parte 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora