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—Señor Ferd, sé que ya nos hemos presentado, pero no estaría mal hacerlo de nuevo.

El señor observó la chica de hermoso semblante y una agradable sonrisa que le tendía la mano muy confiada.

—Eres...

—La prometida de su hijo, Betsy. Me llamo Elizabeth, pero prefiero que no lo use, por alguna razón me suena demasiado formal, es un nombre de reina, es como para alguien mayor que disfruta tomarse una taza de té con la espalda erguida en su terraza.

—Me parece que si es para reina lo usaría adecuadamente.—dijo sin poder evitar sonreir.

—Le agradezco señor.... Nunca me ha gustado.

—Nada de señor, dime Dante.

—Dante, es muy familiar y es muy pronto para eso.

—Descuida—volvió a reirse—si vas a casarte con uno de mis hijos ya eres como de la familia.
—Genial, qué bueno que lo menciona—Betsy se reclinó más hacia él—sería fantástico si hablamos un poco de eso.

Natán le había mencionado lo difícil que era tratar con él, que nunca podría acercarse demasiado y jamás lo reconocería como un verdadero hijo. Pero ahí estaba, parecía totalmente opuesto a lo que había escuchado, como si le hubiesen hablado de otra persona.

—¿Qué quieres decir?—preguntó el señor.

—Natán. Me parece que él no tiene una buena impresión de usted, lo cuál es extraño ya que es su padre.

—¿Él lo ha dicho?

—No, no—se rio Betsy—solo lo he supuesto.

—Piensa lo que quieras.

A Betsy le sonó tosco su comentario, de repente atisbaba algo de lo que había visto en un principio.

—No me interesa él, ni nada a su alrededor.

—El problema es que usted es parte y yo lo soy también.

—No pienses mal...Eliza... Betsy—balbuceó— Si no lo he tratado hasta ahora como un hijo es porque él así lo ha querido, pero no te preocupes, sé que contigo no es igual, no tienes que pedir una oportunidad, tienes toda mi aprobación.

—Bueno, seré su nuera muy pronto.

—Y me agrada la idea—no sonó tan convincente.

—Hasta hace poco no sabía que tenía un suegro, es maravilloso conocerlo.

—El gusto es todo mío—sonrió.

Natán quería levantarse e ir hasta ella, advertirle que no estaba bien lo que hacía. Aquel hombre no era digno de confianza, no quería que se acercara a ella, de ninguna manera.

—¿Cómo va todo con Betsy?—lo retuvo Brandon—¿Ya tienen una fecha?

—No hay prisa—dijo entre dientes con los ojos puestos en ella.

—¿No? Eres muy suertudo, ella...se ve que te quiere. Si fuera otro se hubiera casado el primer día de conocerla.

Natán desvío su mirada hasta él con recelo.

—Y luego debería esperar un año a que ella acepte.

Brandon se rio sin comprender con certeza lo que decía.

—No te veo muy convencido, ¿Qué sucede?, ¿Acaso no estás seguro?

—Nunca he estado más seguro en mi vida, sólo que... hay ciertas cosas que aun necesito resolver.

Brandon asintió dudoso, no conocía tan bien a su hermano como le habría gustado, pero podía notar que algo no andaba  bien.

Natán le pidió a Henry que se retirara temprano, él llevaría a Betsy a casa en un auto normal. Por la tarde no se veía muy cómoda en la lujosa limusina, así que le daría el gusto de regresar en algo más corriente.

Él le abrió la puerta del copiloto señalando el asiento.

—¿Qué pasó?—se rio Betsy.

—Creí que te gustaba más algo normal.

—No hay nada de normal ni en aquella limusina mucho menos en un auto tan caro.

—¿Qué prefieres? ¿Volver en taxi? ¿en metro?

Betsy volvió a reírse y entró para no hacer más larga la discusión. Natán rodeó el auto e hizo lo mismo.

—Me divertí mucho—señaló Betsy.

—Qué bien.

Natán encendió el auto y se puso en marcha sin decir nada más. Con una música de Elevation Worship de fondo siguieron la carretera hacia la casa de Betsy. Ella miró por la ventana apreciando las luces de la ciudad antes de adentrarse en una calle rodeada de árboles.

—Hablé con tu padre—dijo Betsy después de un largo silencio.

Natán siguió con la mirada fija al frente, presionó el volante y pisó más fuerte el acelerador.

—No me pareció tan mal, a decir verdad creo que es un gran hombre. No hablamos tanto como quisiera, pero he de decir que le he dado una buena impresión. Y como su nuera eso me hace sentir...

—Betsy.—la interrumpió.—ha sido bastante del señor Ferd por hoy.

Betsy guardó silencio. Por un momento pensó que el señor Ferd estaba en lo correcto al decir que Natán no quería colaborar en aquella relación, nada mejoraría si él no ponía de su parte. No quería causar ningún inconveniente, menos ahora que acababa de recuperarlo, sería difícil atravesar por otra situación caótica en su compromiso, quizá una innecesaria.

Natán aparcó frente a la casa de Betsy. Ella salió antes de que él bajara a abrirle la puerta. Él se acercó mientras ella esperaba de pie junto al auto.

—Estoy bien—habló ella primero, casi prediciendo que se disculparía.

—Aun me cuesta asimilar todo esto, pero no debería ser una excusa.

—Entiendo que tu padre y tú no tienen una relación muy amplia, pero...

—Está bien si tú quieres, si tú quieres acercarte a él, no me importa.

—¿De verdad?—sonrió Betsy animada.

—Sí, el problema es entre él y yo, no tiene porqué interferir con nosotros.

Betsy suspiró, en el fondo sabía que estaba molesto, siempre que algo le incomodaba prefería guardar silencio y no extenderse, al contrario de cuando algo le agradaba podía hablar de eso por horas.

Natán miró el entorno para distraerse un poco. Vislumbró la enorme casa a la par de la de Betsy, innumerables recuerdos recorrieron su mente, aquel lugar significaba mucho.

—¿Está abandonada?—preguntó sabiendo la respuesta.

—Hace mucho.

—Ni si quiera han venido a verla.

—Tal vez Fernanda se habrá dado una vuelta.

—Es como si no tuviera ningún valor.

Siempre Betsy (Parte 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora