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Natán entró al hotel inquieto por haber llegado tarde.  Saludó a la recepcionista y caminó directamente hasta la oficina. Abrió la puerta sin percatarse de la presencia de Louis porque ahora solo podía pensar en la hora.

—Llegas tarde—escuchó decir.

—Lo sé, lo sé—dijo intentando no cruzar miradas con Louis.

—Qué mal.

—Lo mejor es que ahora soy el dueño.

Louis se rió sarcástico juntando las manos sobre el escritorio.

—Solo espera dos días.

—¿Qué hay en dos días?

—Se acabará el papeleo y tendrás que empezar a organizar la fiesta de inauguración.

—No.

—Sí.

—¿Qué eso no lo hace el personal?—dijo Natán con el ceño fruncido.

—Eras tú o yo, ¿A quién crees que escogió el señor Ferd?

—Él no tiene derecho—comenzó alterarse Natán—ya no es el propietario.

—Díselo tú mismo—se burló Louis.

—Díselo a las firmas.

Louis se puso serio, nadie nunca lo había enfrentado así.

—Si te importa un poco tu dignidad es mejor que cierres la boca. No te sentencies a muerte.

Natán se sentó tranquilo, había recordado lo cruel que podía llegar a ser su padre y quizá Louis tenía razón. Lo peor de todo es que en dos días sería sábado y había acordado estar en el cumpleaños del sobrino de Betsy.

Natán comenzó a frustrarse, no podría hacer dos cosas a la vez, lo mejor para él sería que su padre le quitara la herencia y así no volver a verlo nunca más, pero sabía que no, él haría todo menos eso con tal de hacer su vida miserable.

También podría decirle a Betsy que no llegaría, pero era demasiado y no estaba seguro si ella resistiría a esa falta de palabra. En definitiva debía hablar con su padre, no importa lo difícil que pareciera, no haría más que insultarlo. Sin esperarse escuchó la puerta abriste de repente.

—Escuché que llegaste tarde—dijo su padre detrás.

—Solo por unos minutos—dijo girando la cabeza para verlo.

—¿Estás poniendo excusas?

—Para nada—respondió nervioso.

Louis se rió de Natán tratando de intimidarlo más de la cuenta.

—Eso no es nada—se dirigió al señor Ferd—tampoco quiere organizar la fiesta.

—¿Cómo se atreve?, No tiene elección.

—Sí la tengo—soltó Natán.

—No tengo ánimos de discutir—dijo el señor Ferd mientras se sentaba.

Louis lo miró extrañado como si el comentario no fuera de su agrado.

—Entonces irás a Nueva York.

—¿Qué?—se sorprendió Louis.

—Dijo que tenía elección y es cierto, está entre organizar la reinauguración o viajar a Nueva York.

—No será ninguna de las dos—replicó Natán.

—¿Quieres que elija por ti?

Natán lo pensó un momento, sabía que debía ser directo y no dejarse intimidar, aun si eran dos contra uno, al menos podría intentarlo.

—Tengo algo importante que hacer el sábado, no haré ni uno ni lo otro.

—Está decido—declaró el señor Ferd—Irás a Nueva York.

—No lo creo—discutió Natán.

—Te gustará, además podrás ver el apartamento que te di y negociar con los inversionistas.

—Si quieres ser feliz hazle caso a tu padre—concluyó Louis.

Betsy esperaba ansiosa la llegada del sábado, planeaba la conversación que tendría con Natán después o antes de la fiesta de su sobrino. Le preguntaría si prefería esperar, si quería que le regresara el anillo y disfrutar un poco más el noviazgo, otras veces pensaba decirle que estaba con él, que era lo mejor seguir adelante y casarse lo antes posible, quizá todo llegará a resolverse al vivir juntos, él sería más abierto, se expresaría más y harían actividades juntos.

Podría esperarlo en la casa con la cena todas las noches y le preguntaría frente a frente sobre su día, por la mañana le haría el desayuno y lo despediría con un beso, tal vez le costaría dejarlo ir, pero guardaría la esperanza de verlo al final del día.

Irían juntos a la iglesia y quizá podría escoger su atuendo, él le abriría la puerta y entrarían a la iglesia tomados de la mano. Quizá tendrían un hijo dos años más tarde, le pondría Lucas o Pablo, algún nombre bíblico con mucho significado. Ella se quedaría a cuidarlo hasta que tuviera la edad de ir a la escuela y todos los días ambos le dirían adiós con la mano a Natán mientras se iba al trabajo.

Puede que tuvieran un segundo hijo o hija, pero sería hasta que el otro creciera lo suficiente para cuidarse solo. Irían al parque en tiempo libre y disfrutarían el tiempo en familia. Celebraría cada aniversario con una cena sorpresa, irían juntos a cualquier lugar y no importía porque estarían juntos.

Pensar en eso la ponía nostálgica, era como un sueño del cual tenía el permiso de vivirlo, pero al mismo tiempo no dependía sólo de ella. Recibió una llamada de Natán antes de que las lágrimas pudieran fluirle.

—Hola—respondió con la voz apagada.

—Betsy, es para decirte que no podré estar el sábado.

—¿Por qué?

—Surgió algo, en mi nuevo trabajo y tengo que hacer un viaje de negocios el mismo día.

—Está bien—dijo casi en susurro.

—Dile a Matt que lo siento, aunque no podré compensarlo.

—Eso seguro, lo destrozará saberlo—contestó sabiendo que era a ella a quien le dolía más.

—Bueno, me tengo que ir.

—Ok.

Bajó el teléfono cuando las lágrimas comenzaron a fluir, sus sueños no podrían ser más que solo sueños. No podía imaginar su vida con alguien más, amaba a Natán y podría reperirselo mil veces, pero seguramente se quedaría esperando su respuesta toda la vida.

Natán no quería ser tan frío, luchaba con eso constantemente, quería decirle que la amaba, que todo iba a estar bien, pero las confesiones se le atoraban en la garganta como si fueran demasiado grandes para su alma tan pequeña. Odiaba eso de él, tal vez un poco más que a su padre, se sentía atrapado en una caja de desavenencia sin poder sacar las manos y tomar la de Betsy para correr a algún lugar seguro donde el pasado no lo alcanzara.

Siempre Betsy (Parte 2)Where stories live. Discover now