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—¿Crees que ella estaría orgullosa de lo que estás haciendo?—le habló Betsy tranquilamente—A tu madre no le gustaría.

Ben cambió su expresión de burla a una de estupefacción.

—No lo hagas, por favor. Tu madre estaría triste si fueras a la cárcel.

Ben retrocedió dos pasos dejando libre a Betsy, parecía perdido mirando hacia la nada. Betsy aprovechó su desvío y se bajó de la barandilla.

Él volvió a mirarla, pero está vez se cernía una extraña compasión en sus ojos. Como si aquellas palabras lo hubieran hecho volver a un momento.

—Betsy—escuchó la voz de Natán.

Lo vio venir hacia ella y detrás de él Brandon y dos hombres más.

—¿Estás bien?

Ben se dio la vuelta y se alejó de Betsy.

—Ben ¿Qué estabas haciendo?—dijo Brandon acercandose a él.

Betsy permanecía de pie recostada en la barandilla como si no pudiera moverse. Natán se detuvo de  frente buscando sus ojos, pero ella bajó la cabeza. Vio su cabello que antes lucía un hermoso alaciado, ahora despeinado y revuelto. No se atrevió a preguntar, entonces la abrazó. Ella recostó la cabeza contra su pecho buscando algo de consuelo.

—¿Qué hiciste Ben? Responde—se escuchó la voz de Brandon alterado.

En ese momento salió Andrea con Emma y Grettell, otras mujeres las siguieron después.

—Me llevaré a Betsy—dijo Natán, al sentirse incómodo acorralado por tantas miradas.

Como ella no se movía, la levantó en sus brazos y caminó por el pasillo hacia las escaleras, esquivando a las personas que se habían reunido.

Natán no la bajó hasta llegar al auto. Ahí le abrió la puerta, la ayudó a entrar y le colocó el cinturón.
Natán entró, pero no arrancó el motor, se quedó mirando el perfil de Betsy. Notó una pequeña contusión en el mentón. Alargó la mano hasta ella y le rosó el golpe. Betsy se sobresaltó al sentir su tacto.

—Lo siento—susurró Natán. Ella volvió a mirarlo con los ojos enrojecidos.

—No debí....

—No es tu culpa—lo interrumpió.—solo son cosas que pasan y están fuera de nuestro control, no vale la pena culpar a nadie.

—Betsy.

—Él estará bien—dio un suspiro.

Natán estaba confundido.

—Es una persona herida buscando alivio en la violencia. Lo perdono y le pido a Dios que pueda encontrar el camino.

Natán se conmovió. Solo un corazón como el de ella era capaz de soportar, de perdonar tan fácil, de amar incondicionalmente, solo Betsy.

—No tenía derecho.

—No lo odies por esto, no es un enemigo, solo está luchando.

Natán le acarició la mejilla. Deseaba volver el tiempo atrás y no haberla dejado sola. Le dolía mucho, si es lo que Ben había pretendido, lo había logrado. Quería ir arriba y hacerle a él algo peor, pero las palabras de Betsy lo dejaban en una posición difícil.

—Casi es media noche—habló ella.

—¿Y qué?

—No deberías verme antes de la boda.

Natán sonrió, abrumado por su fortaleza.

La llevó a la casa y la acompañó de la mano hasta la puerta. Betsy se soltó para abrir, mientras él permanecía detrás, quería asegurarse de que entrara sana y salva. Ella entró sin mirarlo y cerró la puerta sin darle la cara. Natán tocó dos veces seguidas, no entendía su comportamiento y comenzaba a pensar que el evento de la noche le había afectado más de lo que ella demostraba.

—Betsy—escuchó la voz de Natán recostada contra la puerta.

—No puedes verme antes de la boda.

—¿Puedo verte solo una vez?

—Hay que seguir la costumbre.

—¿Qué es lo peor que puede pasar?

Natán escuchó sonar el cerrojo, temía que en lugar de abrir fuera a cerrarla más. La puerta se abrió dejando una pequeña reendija y permitiendole ver el rostro de Betsy.

—¿Sabes que día es hoy?—dijo Natán.

Ambos se miraron sonrientes. Ella volvió a cerrar la puerta de repente.

—Vamos Betsy—se escuchó desde afuera.—Es el día de nuestra boda.

—Ya has visto suficiente.

—Ya te extraño.

Betsy de rio desde adentro.

—Solo serán unas horas.

El silencio se apoderó del momento. Natán se quedó todavía frente a la puerta, suponía que Betsy ya se habría ido a su habitación, aunque ella también seguía ahí.

Él cerró los ojos y pensó en Dios.

—Nuestra vida es tuya—oró en voz alta—te pido tu compañía en esta etapa que iniciará. Que ella y yo seamos uno, en mente y espíritu, que nunca te dejemos de lado y siempre seas nuestro mayor tesoro. Ayúdame a amarla como tú amas a tu iglesia, que eres capaz de dar tu vida por ella. Que seas la base, el centro de todo y nunca faltes en nuestro hogar.

Betsy suspiró en paz al escuchar su oración. Después que él hubo terminado ella hizo lo mismo. Aunque Natán no logró escucharla porque ya había regresado al auto.

La luz de un nuevo día apareció, era tarde en la mañana, casi daban las diez. Ella despertó entre la migraña por el desvelo y la indisposición por levantarse. Betsy no sabía que día era,  se dio vuelta en la cama y miró la pantalla de su teléfono. La alarma había sonado hacía dos horas con una nota de “Me casaré con Natán hoy”.

Se suspendió de la cama preocupada, todavía quedaban unas tres horas para la ceremonia, pero no podía arriesgarse a verse mal. Se sentó frente al espejo encontrándose un rostro manchado por el maquillaje de la noche anterior. Tenía las ojeras marcadas y un pequeño moretón en el mentón. Recordó todo lo que había sucedido, pero de inmediato lo alejó de su mente restándole importancia como a todo lo demás. Era el día de su boda, su sueño más grande, al fin se cumpliría, todo era perfecto, había encontrado a su príncipe y sería para siempre feliz con él. Nada ni nadie podría robarle esa alegría.

Siempre Betsy (Parte 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora