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Natán no perdió el tiempo en hacer más preguntas y se limitó a seguir las indicaciones del gerente, pensaba en enfrentar a su padre personalmente sin darle más vueltas al asunto, le pediría alejarse de su vida lo antes posible.

Ya bastante embrollo había causado en su relación con Betsy, ahora ella le había dado un opción poco agradable, aunque comprendía perfectamente lo que Betsy intentaba explicar, aun así no quería sentir esas emociones y menos si estaban mezcladas con las que guardaba en contra de su padre.

Natán entró al hotel San Roger siguiendo la dirección propuesta por el gerente. Era probablemente uno de los más grandes y lujosos de la ciudad, además catalogado con cinco estrellas. Había investigado un poco antes de visitar el lugar. Su padre compró el hotel hacía cerca de treinta años, desde entonces había pertenecido a su familia.

Siempre fue un hotel de gran renombre, aunque no tan fomoso como otros, la mayoría de los locales lo prefería, ya fuera para reuniones de negocios, eventos o incluso ceremonias gubernamentales. Con todo y eso, la respuesta de Natán era objetivamente negativa.

Apenas hubo entrado, todos los empleados parecían conocerlo o al menos lo miraban con sospecha como si de alguna manera se les hacía familiar. Natán caminó confiado hacia la recepción, una joven morena y muy arreglada hablaba por teléfono del otro lado del mostrador. La mujer colgó al verlo llegar y de inmediato mostró una sonrisa amigable.

—Bienvenido al hotel San Roger, ¿Puedo ayudarle?

—Buenos días, estoy buscando al propietario.

—¿En serio?—se rió la chica con simpatía.—Ha habido un cambio recientemente.

—Lo sé, por eso estoy aquí. ¿Podría decirle que lo estoy buscando?

—¿Cómo podría si es usted?

—¿Yo?

—Si es usted Natán estoy en lo correcto.

Natán hizo un gesto de descontento y luego volvió a mirar a la chica con una expresión de confusión.

—El señor Ferd nos ha dado la notificación está mañana con una foto suya, de hecho lo estábamos esperando.

La chica dio la vuelta para salir del mostrador y dio una mirada a Natán para que la siguiera.

—Por aquí está la oficina del gerente.

—Disculpe—dijo Natán caminando detrás de ella—solo me gustaría hablar con el señor Ferd.

—Lo hará, por supuesto.

La mujer tocó la puerta del medio entre dos oficinas. Se escuchó una voz dando la autorización para entrar y la mujer abrió la puerta.

Natán pasó adentro detrás de la chica y de un momento miró a su padre girarse desde la silla para invitados. Del otro lado del escritorio se encontraba un hombre, pelirrojo y con barba tupida, algo gordo y notablemente bajito.

—Bienvenido señor Natán—dijo el hombre de la barba.

Natán dejó de enfocarse en su padre al reconocer la voz que hablaba de forma idéntica a la del teléfono.

—Te dije que vendría—dijo el señor Ferd.

—No tan rápido—habló Natán—no es lo que crees.

—¿Por qué no se sienta y lo discutimos?—le dijo el gerente mostrándole un lugar al lado se su padre.

Natán obedeció sin ánimos y sin perder de vista su objetivo.

—¿Ya conoces a Louis?—se dirigió el señor Ferd a Natán.

—Ya tuve el agrado por teléfono—respondió Natán tendiendo la mano.

—Entonces supongo que ya no tengo nada que explicar.

—Disculpe señor Louis—siguió Natán—¿Nos daría un momento?

—¿Por qué?—lo miró el señor de forma irónica—No hay nada qué discutir.

—No. Solo tengo una pregunta.

—¿Por qué él no puede escuchar?

—Los asuntos familiares siempre deben tratarse en privado.

—¿Quieres oponerte a lo que te corresponde?—se alteró su padre.

—Dije en privado.

—Te aseguro que Louis es más familia que mis hijos y tú ni si quiera entras ahí.

—Siendo así no debo estar aquí.

—Debes—dijo en el mismo tono—. Ese es el problema. Es tu deber y responsabilidad manejar este hotel de ahora en adelante.

Louis los miraba en un estado neutro como si entendiera todo lo que sucedía. Mientras Natán ardía controlando sus impulsos de ira, al señor Ferd le parecía divertido burlarse de él.

—Si no quiero no estoy obligado—continuó Natán.

—Maldigo el día que hayas aparecido en este mundo—alzó la voz el señor Ferd.—El hotel es tuyo, haz con él lo que te dé la gana. Véndelo, vete lejos al polo norte, al sur, yo que sé, gástalo en mujeres, alcohol, muérete en dinero, ese es tu problema.

Natán volvió a mirar hacia el piso, respirando profundo para no atreverse a cometer una tontería. Louis esperó un momento y más tarde le tendió un portafolio con un bolígrafo.

—Aquí está todo lo que debe firmar.

Natán lo tomó sin decir nada, con el rostro sombrío y el corazón en agonía por las palabras de su padre. Lo abrió  y comenzó a leer a modo de reflejo sólo con los ojos, no con la mente.

—¿Por qué dice propiedades?—preguntó Natán a Louis.

—Además del hotel, usted también ha heredado el campo de golf, el club de polo, la mitad del hospital metropolitano y un apartamento en Manhattan.

—¿Cómo?

—Ah, la casa en la ciudad también, aunque aun está habitada por el señor Ferd, pero pronto él ya no estará y será toda suya.

Natán no habló más. Comenzó a pasar hoja a hoja firmando cada espacio correspondiente. Su padre lo miraba con recelo sin ignorar la forma nerviosa en que movía las piernas.

—Lee la letra pequeña—dijo el señor Ferd.

Natán cerró el portafolio al firmar la última página y lo deslizó hasta Louis. Se levantó eufóricamente y azotó la puerta al salir. Corrió hasta afuera donde había parqueado el auto y se detuvo ahí con las manos en los bolsillos, con la respiración agitada y un leve migraña que lo había acompañado desde la mañana.

—Espere—escuchó decir atrás.

Se giró y vio a Louis tratando de coger aire, más agitado que él por la carrera.

—Aún falta algo.

—Me estoy yendo.

—El Ford negro que está allá—señaló el hombre con la mano—también es suyo, es para el trabajo.

Natán se quedó mirando perplejo.

—Más dos limusinas, un auto moderno que puede usarlo cuando quiera. Y... si necesita algo más no dude en llamarme.

Natán entró al auto casi en shock, no solamente por la revelación de las propiedades o que ahora fuera el dueño de una gran fortuna, era solo porque revivía el sueño de cómo sería tener un padre, y era más que aterrador.

Siempre Betsy (Parte 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora