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Los dos hermanos caminaron juntos a la cafetería. Todos miraban sospechosamente al igual que en el hotel, Natán se dio cuenta de inmediato que su padre se había tomado la molestia de hacer el mismo anuncio en ambos lugares. No solo sabían quién era él, también sacaban conclusiones sobre su aparición.

—¿Ya lo notaste?—preguntó Brandon sentado frente a él.

—¿Qué?

—Te pareces mucho a mi padre.

Natán sintió una terrible repugnancia e intentó forzar una sonrisa.

—Todos te ven en él. Seguro no lo sabes, pero eres como su versión más joven.

—Disculpa—dijo Natán—te aseguro que soy muy diferente.

—Eso seguro, pero no puedes eludir los genes.

Natán guardó silencio y su hermano notó rápidamente su semblante rígido.

—Disculpame, seguro estás cansado, ha sido mucho trabajo estos días ¿No?

—Sí.

—Pero no te preocupes, sólo serán unos días más y luego podrás ir a tu casa a hacer lo que quieras.

—¿Cómo?

—Sí, ya otras personas se van a encargar y solo vendrás cuando tú quieras. Yo solo trabajo dos días y no todo el tiempo, para eso tengo un asistente, deberías contratar a alguien.

—Lo pensaré.

—Ya no tienes que trabajar para vivir, ahora lo harás por placer.

Natán sonrió levemente mostrando una ironíca simpatía al comentario.
Brandon lo llevó en un tour por todo el hospital, aunque su deber solo se centraba en la administración debía conocer cada rincón y también al personal. Caminaron juntos en silencio por el pasillo del segundo piso.

—Mi padre solía venir todos los días de la semana, casi tenía abandonados los demás deberes, su parte favorita era recorrer los pasillos, se sentía parte del lugar o algo así.

Natán mantuvo el silencio, aunque escuchar las palabras de Brandon no era tan agradable, responderle sería peor.

—No es tan malo como piensas—continuó—ha cambiado mucho después de la muerte de mi madre y creo que lo de tu herencia no fue más que un acto del corazón.

Natán tragó grueso y pensó muy bien antes de hablar.

—Él mencionó que lo estaba haciendo por tu madre.

—¿En serio?, Puede parecer creíble para ti, mi madre siempre le cuestionó el hecho de no hacerse cargo de ti y aunque esa haya sido su última voluntad, mi padre nunca obedeció a mi madre en vida mucho menos en muerte. Te aseguro que te heredó por algo más.

—¿De repente se siente culpable?

—No lo sé, aunque es una opción, ha estado enfermo los últimos meses.

—¿Cómo así?

—O tal vez solo quiso jubilarse, nunca lo entenderemos.

Natán abrió la puerta de salida delante de Brandon. Avanzaron los dos por el parqueo hacia el mismo sitio.

—¿Harás fiesta de reinauguración en el hotel?

—¿Por qué?—se extrañó Natán.

—Por la remodelación. Mi padre lo hizo las dos veces que hicieron renovaciones.

—No lo creo, ya sabes que ahora estoy muy ocupado.

—Pues sólo falta que lo digas y el personal se encarga.

Natán se despidió de su hermano y regresó a casa lo antes posible, el cansancio lo estaba matando, por ahora no podía pensar en nada más que la cama suave. Nada de llamadas o negocios, mucho menos de fiestas.

Se tumbó sobre las sábanas frías, ni si quiera se había asegurado de que la calefacción estuviera en la temperatura correcta. Por la mañana lo despertó el zumbido de la alarma del teléfono, lo había dejado demasiado cerca de su oído y fue como un corto circuito.

Se suspendió de la cama y sin dudarlo entró a la ducha, luego bajó a la cocina corriendo y se sirvió un poco de cereal que quedaba en una caja. Lo tenía hacia mucho y solo lo comería porque necesitaba algo de desayuno, estaba suave y con un color marrón muy particular, le dejó caer la leche derramando un poco sobre la mesa y sus zapatos, ahora tendría que buscar otros.

—Vaya vida de rico—dijo entre dientes.

Tomó una cucharada de cereal sintiendo el sabor a rancio en su boca.
El sonido de una llamada lo hizo olvidarse rápidamente del mal gusto. Pensó en ignorarla y seguir atragantandose el cereal vencido con leche casi agria. El nombre de Betsy en el teléfono lo hizo reaccionar. Deslizó el dedo nervioso por lo que fuera a pasar, hasta ese momento no se había enterado que tenía muchos mensajes de su novia y algunas llamadas perdidas.

—Hola—dijo ella sonriente del otro lado.

—Hola.

—¿Cómo estás?

Natán volvió a su desayuno antes de responder mirando el reloj en la mano que sostenía la cuchara.

—Es tarde—susurró para sí mismo.

—¿Es tarde para qué?, Pensé que entrabas a trabajar hasta las ocho.

—Sí, así era y ya no.

—Ya no, ¿Qué pasó? ¿Te despidieron?

—No, no, yo renuncié.

—¿Por qué?—se extrañó Betsy.

Natán suspiró en el teléfono y movió la cuchara de un lado a otro en la taza.

—Ahora tengo otro trabajo.

—¿En serio?, No me habías contado—dijo ella relajada.

—No he tenido oportunidad, pero ya está, ya lo dije. Tengo que irme, ¿sí?

—Oye necesitamos hablar, he sentido que...

—¿Hablamos luego?—la interrumpió.

—Natán, en serio.

—Es Nate.

Betsy comenzó a sentirse mal, como si él no tuviera ningún interés o significaba poco.

—Revisa mis mensajes por favor.

—Lo haré—dijo poniendo el teléfono de frente para cortar la llamada.

—¿Podremos vernos el sábado?

Natán volvió a colocarse el teléfono cerca de la oreja, sentía que la desesperación lo invadía por la lucha entre ganar la carrera del papeleo y hablar con su novia.

—¿El sábado?

—Será en la casa de Carolina, Matt cumple cuatro años.

—¿Sí?—se conmovió Natán al recordar al niño.

—Por favor no faltes.

Natán cortó inmediatamente y salió por la puerta ignorando sus zapatos mojados o lo que a Betsy le faltara por decir.

Siempre Betsy (Parte 2)Where stories live. Discover now