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Betsy caminó por el enorme salón, lo hacía despacio para no trastabillar. Emma la sostenía de un brazo y Andrea del otro. Le habían vendado los ojos para que fuera una verdadera sorpresa. Sabía que estaba en la mansión, era de lo único que estaba segura. Habían subido unas escaleras y habían bajado otras. De repente Emma y Andrea se detuvieron, Betsy sintió cómo le quitaban la venda.

Pudo ver todo claramente. Grettell, Fernanda y mujeres de la iglesia estaban ahí, además de unas cuantas que no conocía.

—Es tu despedida de soltera.—dijo Andrea.

Betsy sonrió maravillada, había un salón decorado con globos rojos y un letrero enorme en letras doradas que decía “Betsy”.

—Vamos, siéntate—Grettell le señaló un asiento en el medio del salón.

Betsy hizo como le pidió.

—Es tu último día como soltera, hay que celebrarlo—señaló Emma.

Pusieron una música con bajo volúmen y comenzaron a repartir dulces. Andrea se acercó y habló de frente con Betsy.

—Ha sido idea de Emma, le dije que lo más sano posible.

—Es hermoso—dijo Betsy con mucha emoción.

—También los hombres organizaron una—se rió.

—¿Para Natán?

—Sí.

—Ah. ¿Y dónde está tu bebé?

—Mamá se está encargando.

Brandon había llamado de emergencia a Natán, aunque este no cayó tan fácil. Sabía que algo tramaban, pero igual se presentó porque le había ganado la curiosidad.
Desconocía a la mayoría de los hombres que estaban ahí, excepto por algunos que trabajaban en el hospital. Estaban sus tres hermanos, incluyendo a Ben quien parecía divertirse.

Lo habían sentado en el centro al igual que Betsy. Brandon le aseguró que sería una fiesta agradable y sana, aunque algunos sostenían una cerveza en la mano.

—Será noche de salón—dijo Emma abriendo la puerta.

Muchas mujeres comenzaron a entrar vestidas de estilistas, llevaban artículos de maquillaje, para el cabello y todo tipo de cosméticos.

Vistieron a todas con albornoz rosados, excepto el de Betsy que era rojo para que se distinguiera entre las demás. Comezaron a maquillar una por una, mientras las otras daban su opinión. Había una mesa llena postres de todos los sabores, helado, galletas y una fuente de chocolate, además de frutas bañadas en caramelo.

—Pueden comer todo el azúcar que quieran por esta noche—señaló Emma.

Los hombres por otro lado, no hicieron ninguna decoración ni nada fuera de lo común. Jugaban billar, ajedrez y competían haciendo chistes.

Cómo siempre, Natán se estaba aburriendo de estar entre tantas personas y quería irse lo antes posible. Dio una escusa para salir a tomar aire, la habitación estaba cerca del balcón al final del pasillo entre las habitaciones principales. La luna se veía en lo alto del cielo, se dejaban ver algunas estrellas en medio de la noche nublada. Suspiró con las manos sobre la barandilla del balcón. Miraba hacia la nada pensando solo en una cosa, Betsy.

Las mujeres se divertían como nunca, algunas se pintaban las uñas entre ellas y otras experimentaban con peinados. A Betsy la habían arreglado con un vestido rosa, su color favorito, tenía un escote atrás y era corto hasta las rodillas. Le habían alaciado el cabello y maquillado perfectamente.

Comenzaba a sentir los nervios de la ceremonia, faltaban sólo algunas horas para que se cumpliera su mayor sueño. Se escabulló apenas pudo conseguirlo, las demás estaban tan ocupadas en su estética que no notarían su ausencia.

Cuando salió al pasillo pensó en ir abajo para quedarse en el jardín donde pudiera controlar un poco su mente. Iba a girar hacia las escaleras, pero notó una figura a lo lejos en el balcón.

Era él, claro que sí. Siempre prefería estar solo, se cansaba rápido de la multitud y no era de hablar mucho. Una sonrisa amplia se dibujó en su rostro. Se agachó para quitarse los zapatos y no hacer ruido en el piso.

Los sostuvo en una mano y comenzó a dar pequeños pasos hacia el balcón.
Natán sintió la presencia de alguien detrás, pero no le dio tiempo de girar porque unas manos le cubrieron los ojos de repente. Sintió el perfume en el aire, las manos eran tan delicadas sobre sus párpados que no le costó adivinar.

—Te vi a los lejos y me pareciste encantador—le dijo ella al oído. Natán se rio feliz.—Así que vine a decírtelo, aunque no sé cómo vayas a tomarlo, no quise dejar pasar la oportunidad.

Natán apartó las manos de Betsy de sus ojos y se giró para mirarla. La imagen que tenía delante era inefable, estaba hermosa de pies a cabeza, aún sin zapatos. Se quedó mudo y ella supo por qué, le mostró una sonrisa mientras la mente de Natán parecía bloqueada.

—Eres la mujer más hermosa, más encantadora... más adorable...

—De espaldas creí que eras mi tipo y ahora que te veo de frente estoy más que segura.

Natán entendió su juego y respondió con una sonrisa más genuina.

—Preciosa dama, ¿Quiere ser mi novia?

—No—negó Betsy. Natán mostró confusión. —Mejor tu esposa, vayamos rápido, no me gusta esperar.

—Entonces, esposa.—Natán le tomó la mano—¿Nos casamos mañana mismo?

—Será muy larga la espera, pero seguro valdrá la pena, así que acepto.

Natán la acercó y pasó un brazo alrededor de sus hombros. Miraron el maravilloso panorama del cielo. Ambos pensaron, habría muchos cielos así, noches que vendrían con cielos estrellados y nublados también, algunas veces se vería la luna y otras veces no, pero estaría bien porque se tendrían los dos. Volvieron a verse a los ojos contemplando el universo en la mirada del otro.

—Me casaré mañana contigo—habló Natán—y podría hacerlo el día siguiente y la semana que viene, y de seguro no me arrepentiré de haberte elegido.

Betsy le tomó la cara con delicadeza sin dejar de ver sus ojos.

—Si no te beso ahora yo de seguro me arrepentiré.

Natán sintió los labios de Betsy sobre los suyos, delizó las manos sobre cabello dorado. Ese era uno de los mejores momentos de su vida, tan único y como un suspiro que iría repitiéndose hasta el último aliento. Lo necesitaba para vivir, un beso en miles e infinitos que vendrían, uno de incontables momentos felices, apenas vislumbraba la entrada a la más dichosa y extraordinaria vida.

Siempre Betsy (Parte 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora