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Natán condujo lo más rápido posible hacia el hospital. Ni si quiera estaba preocupado, ni siquiera sentía que le importaba. En el fondo el rencor estaba arraigado en su corazón lo que le hacía imposible desear algo bueno para su padre.

No se detuvo a pensar, solo iría a comprobar lo que ya le habían notificado. Subió por el ascensor hasta el último piso, a las habitaciones privadas donde solo los que tenían las posibilidades podían darse el lujo.

Louis lo esperaba en la sala de visitantes. Una área muy extensa con una cafetería exclusiva para las visitas y algunos doctores. Además de sillones adecuados, de cuero y acolchonados.  Natán logró divisar a Louis apenas entró, su aspecto era muy particular entre la multitud y no podía perderse fácilmente. Se tomaba un café completamente solo en una mesa. Apenas Natán estuvo cerca, él levantó la mirada.

—Has venido.

Natán se sentó en frente impasible, sin mostrar ninguna emoción y mucho menos preocupación.

—Supongo que debía.

—Aun no ha dicho nada el doctor—dijo Louis con un notable nerviosismo.—pero pronto sabremos lo que ha pasado.

—¿Qué le pasó?

—No sé, estaba...—se detuvo a tomar de la taza—estaba jugando golf. De pronto cayó convulsionando hasta quedar insconciente.

Natán suspiró, pero mantuvo la compostura como si le estuvieran contando una simple anécdota.

—¿Sabes algo de Brandon?—preguntó Louis.—es su hijo más cercano...seguro querrá saber. Solo he podido comunicarme con una de sus hijas, vendrá apenas le sea posible.

—Brandon salió por negocios, debe estar muy ocupado.

—¿Quieres un café?

Natán negó con la cabeza analizando el comportamiento de Louis.

—Deberías pedir un calmante, el café te pondrá más desesperado.

Louis asintió alejando un poco la taza.

Dos horas más tarde, Louis se había relajado en el sillón después de tomar una píldora y Natán había salido a despejarse. Cuando regresó a la sala un doctor conversaba con Louis, se les veía inquietos y un tanto tensos.

—Aquí está—dijo Louis apenas divisó a Natán.

—¿Quien es él?—preguntó el doctor al girarse.

—Es su hijo.

—Entonces hablaré con él.

Natán los miró a ambos mientras estos mantenían su atención sobre él.

—¿Qué ha pasado?

—El señor Ferd está estable, aun inconsciente, pero esperemos que despierte pronto. Apenas lo haga podrán verlo.—señaló el doctor.

—¿Por qué? ¿Por qué fue?

—Debemos hablar en privado si no es problema.

—¿Qué?—se sorprendió Louis.

—A lo que entiendo usted es su único familiar, lo que tengo que decir es algo privado, si gusta me acompaña.

Natán asintió con extrañeza, el doctor no aceptaría fácilmente si se negaba.
Lo siguió a lo largo del salón hasta una oficina muy cerrada. El doctor le señaló que tomara asiento y Natán obedeció. Aunque todo aquello no pintaba bien, él seguía sin prestarle mayor detalle.

—Su padre no está bien.

—¿A sí?

—Aun estamos haciendo exámenes, pero creo que tenemos suficientes resultados ahora mismo. El señor Ferd está muy enfermo y lamento en verdad decirlo, pero creo que no podremos hacer nada.

—¿A qué se refiere?—se intrigó Natán pensando más en Brandon y Louis que en él.

—Él ya ha sido ingresado más de una vez, desde hace algunos meses. El señor Brandon lo sabe. Pero hasta ahora nos hemos dado cuenta.

Natán movió la cabeza para mostrar que estaba entendiendo, de repente lograba irradiar un poco de temor en su rostro.

—Su padre tiene un cáncer terminal muy avanzado.

Natán se levantó lentamente de la silla mirando fijamente al doctor, este bajó la vista sin poder sostenarla más.

—No le queda mucho tiempo.

—¿Cu... cuánto?—dijo pensando por un momento en su padre como un ser humano común.

—No lo sabemos exactamente, dos semanas, un mes, tal vez tres, con suerte.

—¿Hay algo que se pueda hacer?

El doctor se giró hacia la ventana dándole la espalda.

—No.

—¿No?

—Si lo hubiéramos sabido antes es posible que... Pero ya es muy tarde.

Natán se volvió hacia la puerta y caminó hacia ella lentamente.

—Lo lamento—escuchó decir al doctor.

Cuando salió a la sala no sentía el piso bajo sus pies, miles de pensamientos surcaban su mente, algunos buenos y otros no tanto “se lo merece”, “es dónde debe estar”, “por fin irá al infierno”. Al mismo tiempo recordaba que aquel hombre no solo era su padre, también el de Brandon y el de otras cuatro personas en algún lugar, tomó su posición por un instante y logró sentir un poco de dolor y miedo.

Un escalofrío le recorrió la espalda al cruzar miradas con Louis.

—¿Qué pasó?—dijo calmado.

—Llamaré a Brandon—dijo nada más.

Natán bajó el ascensor con el teléfono pegado a la oreja, apenas se abrieron las puertas escuchó la voz de Brandon del otro lado.

—Es tu padre—dijo con un nudo en la garganta.

—Dime, ¿Está todo bien?

—En el hospital, él está ahora en el hospital, ha estado inconsciente, pero ya hablé con el doctor, dijo que despertaré pronto.

—Entiendo—se escuchó preocupado—tomaré un avión ahora mismo.

—Brandon.

—¿Sí?

—Lo siento.

Cortó antes de que pudiera decir algo más. No sería capaz, era mejor si se enfrentaba al doctor, no sería él quien le diera aquella terrible noticia. Natán se mordió el puño mientras guardaba el teléfono en el bolsillo. Se desabotonó la camisa en los primeros dos ojales. Sentían que le apretaban el cuello y había comenzado a transpirar.

El teléfono volvió a sonar en el bolsillo, tenía miedo de que fuera Brandon, ¿Qué tal si el doctor lo había llamado directamente y ya se había enterado de todo? Lo puso de frente para comprobar pero se dio cuenta que se trataba Betsy.

—Hola.—dijo en tono neutro.

—¿Cómo va todo?

—Bien, sólo que...

—¿Qué?

—Me quedaré un poco más hasta que Brandon venga.

Sabía que su hermano no llegaría hasta la madrugada o el día siguiente, aun así estaba dispuesto a estar ahí para él.

—Entiendo.

—¿Qué tal tu padre?

—Mejor—dijo casi en susurro.—muy pronto...podré verlo.

Siempre Betsy (Parte 2)Where stories live. Discover now