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Henry se parqueó frente a la casa que Natán le señaló. Él observó con nostalgia algunos segundos antes de bajarse, aún olvidando la bolsa de regalo que traía.

—Señor—le habló Henry con la ventana abierta.—¿no se le queda algo?

Natán regresó por el regalo y lo guardó en el bolsillo del abrigo.

—Esperame—se dirigió al guardaespaldas—ya casi regreso.

Tocó el timbre nervioso, inhalando y exhalando con rapidez mientras dejaba salir el vaho por la boca a causa del frío.
Tiriraba un poco más por los nervios que por el clima, con la expectativa de ver el rostro de Betsy del otro lado. El señor fue quien abrió la puerta y miró sorprendido la aparición del joven.

—¡Natán!, Hola, ¿Cómo has estado?

—¿Puedo pasar?—dijo con una leve sonrisa.

—Claro—le señaló adentro.—hace mucho que no te veo, ¿Estás bien?

—Sí, bien—respondió antes de sentarse.

—Betsy dice que tienes un nuevo empleo y has estado muy ocupado últimamente.

El señor se acercó y se sentó junto a él para seguir la conversación.

—Sé que quizá quieres verla, pero lamento decir que no está en casa.

Natán reflexionó en las palabras del señor, si Betsy les había contado sobre el trabajo era posible que ellos supieran sobre el estado de su relación. Iba a hablar sin filtros, no escondería nada, el señor se había comportado como un padre, no podía ni debía finjir frente a él.

—¿Dónde está ella ahora?

—Salió de compras, están planeando un Baby shower para Andrea, se acaba de ir, así que no volverá en un rato.

—Entiendo.

—Pero puedes esperarla si quieres. Cuéntame, ¿Cómo va todo?

—No tan bien como quisiera—habló con franqueza.

—¿Por qué?, ¿Es muy difícil tu nuevo trabajo?

—No hablaba del trabajo, más bien de Betsy y yo.

El señor mostró una expresión de confusión, de repente se sentía desequilibrado.

—¿De qué hablas?

Natán se dio cuenta que él no lo sabía.

—Parece que no está funcionando.

—Pero ustedes están comprometidos.

—Así es y es todo mi culpa.—se sinceró.

—¿Por qué lo dices?

—Me he portado como un tonto con ella, no le he dado prioridad, en lugar de eso me he dejado llevar por mi egoísmo y no he podido controlar mis emociones.

—No te entiendo hijo.

—Mi padre apareció en mi vida, no sabe cuánto lo aborrezco.

—¿Qué estás diciendo?—interrogó el señor sin poder creer lo que oía.

—Ha revivido esos sentimientos amargos en mí, no he querido involucrar a Betsy, no quisiera que ella llegue a sentir lo mismo o sienta pena por mí, por favor no se lo diga.

—Hijo debes decirle, lo menos que hará será apoyarte, créeme, ella no pensará que eres débil o un mal hombre por sentirte así.

—No sé que hacer, no quiero alejarla de mí, pero al mismo tiempo siento que debo, de lo contrario podría ser catastrófico.

—Natán, ella te ama, estoy seguro que si se lo dices ella lo entenderá, querrá estar contigo.

—No quiero que esté conmigo—dijo con voz ronca.—estoy inestable y destruído, no quiero que llegue a sufrir por mí. Seré una carga muy pesada que ella no merece llevar.

—¿Te das cuenta que eso harías si la alejaras de ti?, Si ella no entiende por qué actúas así, sentirá que no confías en ella, será peor.

Natán comenzó a sentir alivio, por primera vez podía sentir libertad, había expresado algo que llevaba atorado mucho tiempo y que alguien estuviera dispuesto a escucharlo sin juzgar hacía la diferencia.

—No te avergüences de sufrir—siguió el señor—no tengas miedo de expresarte y de decir lo que sientes, si lo guardas será más difícil, vivirás con eso toda tu vida. El dolor puede llegar a encarcelarte, no permitas que lo haga, aún estás a tiempo.

Natán se levantó y caminó hacia la puerta.

—¿Dónde está ella?

El señor sonrió y le envío una dirección por mensaje de texto.
Natán miró su teléfono al recibir la notificación, abrió la puerta de inmediato y corrió hacia el auto.

—Buena suerte—dijo el señor a voz alzada.

Natán no logró escuchar porque ya había entrado al auto.

—Ve lo más rápido que puedas a esta dirección—se dirigió a Henry mostrándole el teléfono.

El hombre obedeció y condujo siguiendo las instrucciones que lo llevaban a un centro comercial de la ciudad, si se daban prisa quizá encontrarían a Betsy en algún lugar.

Natán bajó del auto a toda prisa y entró al lugar. Henry se alejó hasta el parqueo para no estorbar el paso.
Natán caminó hacia adentro observando meticuloso cada detalle, no tenía idea de dónde podría estar pero estaba dispuesto a encontrarla.

Subió tres pisos y los recorrió en menos de quince minutos, había demasiada gente como para perderse fácilmente. Finalmente volvió a bajar hasta el primer piso y se dirigió a la salida con ánimos de hayarla ahí.

La vio de lejos en la caja registradora, todavía estaba en la fila, así que esperaría a que pagara y saliera del tumulto. Después de unos minutos, Betsy se dirigió a la puerta con una bolsa en cada mano, Natán la siguió sigilosamente hasta afuera, no sabía si sorprenderla por detrás o adelantarse y hablarle de frente.

Cuando ella estuvo cerca de la calle, levantó la mano para pedir un taxi, este se parqueó de inmediato junto a ella. Natán se acercó más, justo cuando iba a abrir la puerta del auto para entrar, él la detuvo.

Ella volvió a mirarlo con asombro, tenía emociones encontradas, no sabía qué decir ni cómo actuar, si lo abrazaba sería demasiado y si esperaba estática y muda no sabía cómo lo tomaría él.

—Quiero hablar contigo—dijo Natán con desespero.

—Me estoy yendo—señaló ella mirando el taxi.

—Por favor.

—¿Ahora tienes tiempo?, ¿ya no quieres estar solo?, lamento decir que yo sí.

—Betsy, quiero explicarte.

—No quiero que me expliques nada.

El taxista se alejó al notar otro cliente más adelante. Betsy quiso detenerlo pero él le tomó la mano antes.

—¿Realmente te importo?—preguntó ella con la voz quebrada.

Él no respondió aún con las ansias de decirle que era lo que más quería en esta vida.

—Si así fuera no me harías daño—continuó Betsy.

—Entiende que muero por dentro y siempre que algo te duele me lastima más a mí.

—¿Cómo sé que es verdad?, Un día me prefieres y otro no, ¿Cómo saberlo?

—Quisiera hacerte feliz...

—Eso no se logra con apatía—replicó.

—No puedo evitar demostrar algo que he vivido cada segundo de mi vida. —se alteró—no habido alguien dispuesto a quedarse.

—Tal vez solo los alejas de ti.

Betsy volvió a levantar la mano a otro taxi. Natán notó que no llevaba el anillo, se le estrujó el alma y quiso caer al suelo en ese instante. No había retroceso, ella ya lo había decidido.

Siempre Betsy (Parte 2)Where stories live. Discover now