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Betsy se levantó sintiendo que se mareaba, su padre la tomó del brazo para sostenerla. Las manos le temblaban, la respiración se le cortaba. La ansiedad la doblegó y volvió a sentarse.

—Tranquila—le dijo su padre—todo está bien.

Dio un suspiro y volvió a levantarse a duras penas. Su padre volvió a tomarla del brazo y la guió hacia la puerta.

Natán esperaba en el altar con las manos hacia atrás. Movía los dedos como por inercia, sentía el sudor correr adentro de la camisa y se desesperaba más. Sentía la boca seca, quería ir al baño y también correr a algún lugar para esconderse.La melodía de bodas comenzó a sonar, cerró los ojos sin atreverse a mirar.

Betsy se detuvo brevemente en la puerta mirando con asombro la decoración, recorrió el lugar con los ojos prestando atención a cada mirada que permanecía posada sobre ella, finalmente vio al hombre de pie en el altar.

Era mejor que el príncipe con el que había soñado, en todos los aspectos. Sus pies actuaron antes de que pudiera detenerlos y se atrevió a seguir andando por la alfombra blanca.

Él abrió los ojos y la vio venir desde la puerta. Tal vez fue la música o el rostro sonriente de Betsy, pero se arrepintió de no haber hecho caso a su hermano. No se contuvo y tuvo que dejar las lágrimas fluir. Betsy lo vio cubrirse la cara por un momento y entendió lo que estaba pasando.

Brandon que estaba cerca le alcanzó un pañuelo a su hermano, dándole a entender con un guiño que él había tenido toda la razón.

Betsy estaba cada vez más cerca y Natán no podía detenerse de sollozar. Sintió su mano sobre la suya de repente y tuve que alzar la mirada, encontrándose los ojos de Betsy frente a él. Solo podía verla a ella, lo demás no valía nada, ni significaba nada. Era ella y nadie más.

Betsy lo miró y los ojos comenzaron a arderle, tuvo que dejarse llevar. Las lágrimas brotaron de sus ojos como una fuente de alegría pura. Él llevó su mano hasta su rostro para limpiar sus mejillas.

—Te amo—dijo sin hacer ningún sonido, solo moviendo los labios.

El ministro comenzó la ceremonia mientras ellos se sostenían de las manos. Luego les hizo la pregunta, primero a Natán y después a Betsy. Ambos aceptaron con la mayor seguridad colocando el anillo de matrimonio en sus respectivas manos.

—Ahora los declaro marido y mujer.

Betsy sonrió como si el mundo hubiera desaparecido por completo, aquellas palabras quedaban flotando en su corazón. Natán respondió con una sonrisa igual sin dejar de ver sus ojos, sin poder creerlo.

—Puede besar a la novia.

Los convidados se levantaron de su lugar y aplaudieron mientras ellos sellaban su alianza con el beso más profundo.

Natán se apartó para tomarla de la mano. Caminó con Betsy hacia la salida, dando cada paso como una señal, ese no era el final feliz, la historia apenas comenzaba, su camino apenas podía vislumbrarse, era el inicio de todo. Ahí empezaba su historia de amor.

Pasaron a la recepción, el día comenzaba a apagarse, dándole paso a una noche un tanto helada, pero repleta de emoción. Mientras la familia disfrutaba de la cena y del postre, Natán y Betsy se mostraron en el centro para bailar su vals. Sonó una hermosa melodía sin letras. Betsy le rodeó el cuello con sus brazos mientras él la sostenía de la cintura.

—Debes saber que no soy bueno bailando, quizá debí mencionarlo cuando éramos novios.

Betsy se rio más por su intento de hacer un chiste que por el chiste mismo.

—Debes saber que fue bailando como me di cuenta que te quería para mí.

—De haberlo sabido antes.

Después se unió a la pista Brandon y su esposa, Andrea y Erick, los padres de Betsy, además de su hermana Carolina y el esposo. Más tarde los demás buscaron una pareja entre el grupo de familia. El señor Ferd se retiró temprano, no sin antes felicitarlos y dejarles un generoso regalo. Natán se aseguró de firmar para devolverle los bienes y no tener nada que ver con ninguna herencia en adelante, aunque su padre le rogó que al menos se dejara la casa que había comprado para su matrimonio, Natán aceptó, después de todo sólo la había comprado por Betsy.

Una semana después...

Natán beso las mejillas de Betsy haciéndola removerse en la almohada. En sol ilumanaba por la ventana, mostrando que era casi medio día. Una gota de su cabello mojado calló sobre el rostro de Betsy. Sintió su olor recién bañado cerca de su nariz y abrió los ojos descubriendo que los suyos ya la miraban.

—Haré desayuno—murmuró y le dio un beso antes de levantarse.

Había pasado una semana, con la misma rutina, en el mismo lugar cerca del mar, lejos de todo y de todos como él lo había prometido.

Betsy sintió el olor a café que llegaba desde la cocina. Se levantó haciendo el mayor esfuerzo, siempre le costaba hacerlo y más cuando sabía que no tenía ninguna obligación. Se metió a la ducha mientras en la cocina Natán preparaba las tostadas con mantequilla. Su teléfono sonó en el bolsillo y lo atendió de inmediato al ver el número de Brandon en la pantalla.

Betsy se puso un vestido cómodo de verano, color azul marino, se peinó su cabello dorado y dispuesta a usar un poco de maquillaje, tuvo que correr a la cocina al sentir un olor a quemado.

Encontró el tostador desprendiendo humo y las tostadas color carbón sobresalían en el medio. Lo desconectó y buscó un guante térmico para poder sacar las tostadas. Las tiró a la basura algo abrumada de que Natán las hubiera dejado abandonadas.

Miró hacia el comedor y descubrió dos tazas humeando. Se acercó para tomar un sorbo de café. Casi lo escupe porque aún no tenía azúcar. No tenía idea de dónde estaba Natán ni que estaba pasando. Buscó por la sala, y los alrededores hasta que pudo divisar su figura en la playa.

Estaba sentado en la arena con el rostro entre las piernas. De una vez lo supo, no necesitaba una explicación. La temida noticia había llegado.

—Señor Ferd.

Siempre Betsy (Parte 2)Where stories live. Discover now