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Betsy se despertó con la luz de la mañana, se arregló temprano para el servicio con la mayor emoción. Nunca antes se había sentido tan maravillosamente al asistir a la iglesia. Sería su primer domingo usando la sortija de compromiso. No podía esperar llegar adentro y sentarse a la par de su prometido, se preguntaba qué camisa usaría, qué reacción tendría él al sentarse juntos como una pareja, no solo enamorada sino que aspiraba a estar siempre así.

Betsy se extrañó de no recibir ninguna llamada de Natán esa mañana. No era una regla o alguna clase de costumbre que tenían como pareja, pero le hubiera gustado verlo y al menos sonreír frente a él. Luego pensó que tal vez Natán prefería mantener el misterio, pronto estarían casados y no sería muy cuerdo verse tan seguido, antes de que llegaron los días dónde pasarían cerca cada momento.

Natán se despertó con el sonido del despertador, faltando diez para las nueve. Prefería levantarse tarde los domingos, aunque casi siempre le ganaba a la alarma, a menos que se durmiera tarde un sábado y solo pasaba por alguna actividad extra, como salir al cine con Betsy, visitar algún lugar lejano, reunión de familia o si algún compañero de trabajo lo invitaba a su cumpleaños.

Últimamente ninguna de todas las opciones ocurrían, ya que el invierno estaba llegando, la gente prefería quedarse en la casa y salir solo por necesidad. Esta vez, Natán extendió el brazo hasta el despertador con los ojos semicerrados, lo agarró y lo lanzó contra el piso. Al igual que el teléfono el despertador quedó dispersado por el piso. Natán se cubrió con la manta y volvió a dormirse.

Betsy entró a la iglesia buscando con esmero a Natán, recorrió todo el recinto con los ojos, pero no logró verlo. Quizá no había llegado todavía, tal vez tuvo que hacer la compra en la mañana y le había cogido la tarde. Después de algunos minutos, el servicio estaba por comenzar y Betsy se percató que Natán no llegaba. Sus padres notaron la preocupación en sus ojos, además también se les volvía entraño no mirar al chico cerca de Betsy.

—¿Dónde está Natán?—preguntó su madre.

—Debe estar por llegar—dijo Betsy.

El servicio comenzó y no hubo señales de Natán. Betsy intentó no preocuparse demasiado, tal vez fue algo de último minuto, seguramente le avisaría en la tarde y podría verlo en la reunión de familia.

Natán se levantó de la cama cerca del medio día, aunque no dormía exactamente, prefirió quedarse ahí que levantarse a fingir que tenía una vida. Lo primero que hizo fue recoger el desastre de la sala que había quedado desde el día anterior. Poco a poco se podía ver cómo la casa se vaciaba, sin ningún adorno, ni eléctronico. Al final se percató de los restos del teléfono en el piso, no le importaba demasiado, pero tendría que ir a buscar uno nuevo lo antes posible, lo que menos quería era comenzar a preocupar a todo el mundo.

Betsy se quedó en la habitación mientras su familia se reunía  en la casa de sus padres.  Esperaba con ansias algún mensaje o llamada de Natán, no porque tuviera que hacerlo, es que ya era muy sospechoso que no lo hiciera.

—¡Elizabeth!—escuchó a su padre.

Ya había comenzado y tenía que detenerlo. Bajó rápidamente con el teléfono en la mano para darse cuenta si acaso timbraba.

Abajo estaba Andrea con su panza de siete meses, sentada a la par de Erick quien comía un snack muy animado.
De pronto vio a su sobrino salir de la cocina entusiasmado, así que supuso que su otra hermana también estaba ahí.

Betsy saludó a Andrea y a Erick con un abrazo y luego corrió animada hasta su sobrino.

—¿Dónde está Nate?—habló el niño.

—¿Nate?—balbuceó Betsy inclinada a la altura de su sobrino.

—¿Todavía no llega?—preguntó Andrea al mismo tiempo que se levantaba.

—No. No creo que nos acompañe hoy.

—¿Así?, ¿Por qué?—continuó caminando hacia la cocina.

—Asuntos muy personales, supongo.

—¿Él no vendrá?—dijo el niño desanimado.

—No lo sé—respondió Betsy antes de alzarlo. Le recostó la cabeza contra ella y lo mantuvo así un momento—Creo que no vendrá.

Natán caminó hacia afuera de la tienda de electrónicos después de comprar un nuevo teléfono. Lo primero que hizo fue internar hablar con Betsy, pero había perdido todos lo contactos, la única solución era ir hasta su casa, pero no se sentía capaz todavía de contarle sobre su padre y era algo que tenía que hacer si la veía de frente.

—Hey—escuchó decir cerca de él, de una voz conocida.

Fernanda estaba parada detrás de él con una sonrisa amigable. Hacía tiempo que nadie la veía, después de que se fue del pueblo con su abuela. La señora Elena Sevilla había sufrido un infarto y Fernanda decidió llevarla a España dónde estaba toda su familia. Todos pensaban que ya no regresarían, aunque la casa todavía les pertenecía.

—Hola, ¿Qué haces por aquí?—dijo Natán con una expresión neutral.

—Regresé por algunos días, solo negocios.

—Bueno, me alegro de verte.

—¿Cómo va todo?

—Bien—respondió sabiendo que no era tan cierto—¿Qué tal tú?, ¿Vas a la iglesia?

—Sí—dijo sonriente—pero aquí no, acabo de llegar. Aunque no creo que vaya a la misma que van ustedes, me quedaré en la ciudad.

—¿Ni irás a la casa?

—No, debo quedarme en la ciudad por el trabajo.

Natán pensó que era mala idea si se quedaban conversando en medio del frío y tener un pequeño diálogo como aquel no era suficiente si había mucho por hablar.

—¿Por qué no vamos por un café?

—¿Te parece?—respondió ella un poco sorprendida—es genial.

Caminaron unos cuantos pasos hasta la esquina y entraron a una pequeña cafetería. Ahí reanudaron la conversación siguiendo el mismo hilo.

—Bueno, yo vivo en la ciudad—dijo Natán—desde aquí voy a la iglesia.

—Tú tienes una razón muy lógica para ir tan lejos.—se burló Fernanda.

—Claro.

—Por cierto, ¿Cómo está Betsy?

Natán lo pensó un momento sin saber que responder, más que nada por acordarse que no había hablado con ella en todo ese día.

—Está bien—forzó una sonrisa—nos comprometimos hace dos días.

—¿En serio?—se alegró Fernanda, demostrando su cambio radical después de tanto tiempo.

Natán supo que realmente era otra persona, más alegre y gentil, más radiante.

Siempre Betsy (Parte 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora