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—No irá al hospital—se dirigió a sus dos hermanos que miraban atentos.—traeremos un médico y podrá quedarse aquí sin ningún estrés.

—No—replicó Natán—él debe volver al hospital, tiene que hacerlo sino...

—¿Qué?

—Estará mejor allá.

No podía decirles por más que quisiera, iba a romperles el corazón, les haría daño.

—No podemos dejarlo aquí, ¿Qué tal si se pone peor?

—Para eso habrá un médico.

—Déjame hablar con él.

Subió las escaleras antes de que pudieran detenerlo, entró a la habitación donde estaba su padre en la misma posición de antes, mirando por la ventana. Natán se paró de frente obligándolo a verlo a los ojos, tenía temor, el mismo que lo había perseguido desde la primera vez que lo vio, pero de cierta forma se sentía obligado a enfrentarlo.

—Irá al hospital o ahora misma bajaré y le diré a sus dos queridos hijos toda la verdad.

—No puedes chantajearme.

—No tengo una razón para no decirles, no me queda opción.

—De ninguna manera volveré, de todas formas no me queda mucho tiempo.

—Será más corto si no lo hace.

—¡Eso que más da!

Casi pudo atisbar un rastro de dolor y desespero en el rostro de aquel hombre tan tosco.

—Podría servir de algo, quizás haya una manera de...

—Ya no se puede hacer nada—replicó en voz baja—nada.

—Hay una manera, sí hay una manera—dijo caminando hacia la ventana ansioso—. Levántese señor Ferd.

—No te metas en mis asuntos estúpido bastardo, nunca haré nada de lo que digas.

—Entonces yo tampoco haré lo que me diga.

Natán se dirigió hacia la puerta de regreso a la sala donde sus hermanos esperaban, esta vez sí lo haría.
Al llegar al último escalón, ellos lo vieron con interés, iba a decir todo lo que sabía, lo que el doctor había dicho. Los ojos de sus hermanos recorrieron las escaleras y después volvieron a posarse en Natán.

—Yo lo llevaré—dijo Brandon.

Natán se giro para saber lo que ellos estaban viendo, su padre estaba detrás de pie muy cerca de él.

—¡Vaya hermano!—dijo Emma sonriente—te admiro demasiado, soy tu fan número uno.

Regresaron al hospital en un solo auto, Brandon conducía con su padre sentado a la par, mientras Natán y Emma iban en los asientos traseros. Su padre seguía negándose, buscando la manera de convencerlos de regresar.

Al llegar volvieron a ingresarlo, esta vez en una habitación privada, lo metieron en una cama demasiado cómoda para parecer de hospital. Lo conectaron a varias máquinas mientras sus tres hijos observaban cautelosamente. El doctor les pidió que se retiraran, el señor debía descansar y necesitaban terminar unos exámenes.

—Yo no me iré—dijo Natán muy confiado.

Todos los que se encontraban en la sala lo miraron con recelo. Había entre ellos dos doctores, una enfermera y sus dos hermanos.

—Me quedaré aquí y me aseguraré de que no escape.

—No—soltó su padre bastante molesto.

—Natán, es mejor que lo dejes—se metió Brandon— será peor si intentas presionarlo.

—¿Peor para quién? No creo que llegue a detestarme más de lo que ya lo hace.

—¿No has oído a los doctores?—habló su padre—lárgate de aquí, larguense todos.

—Les recuerdo que es mi hospital—respondió Natán con autoridad. Si su padre le había dado ese poder era el momento aportuno para usarlo.—puedo despedirlos si no me dejan quedarme.

—¿Es una amenaza?—dijo uno de los doctores.

—Es un hecho.

—También es mi hospital.—Natán volvió a mirar al escuchar la voz de Brandon.—Y estoy de acuerdo con que se quede.

El señor Ferd miró a sus hijos amenazante, sentía la traición y el desafío que habían planteado.

Natán se acomodó en un sillón a la par de la cama, no cruzó miradas con su padre ni pensaba hacerlo, se quedaría el tiempo que fuera necesario, debía encontrar una solución muy pronto.

No importa lo que hubiera dicho el doctor, podría haber otros resultados muy pronto, si todavía seguían haciendo exámenes era precisamente porque creían que podrían haberse equivocado. Esperaría una repuesta, tenía que haberla.

El señor se quedó dormido muy pronto, era lógico después de su eacapada en la mañana. Su rostro parecía haber envejecido diez años en un solo momento, dos sombras muy oscuras bajos sus ojos y una notable debilidad.

Natán llamó a Henry para que le consiguiera ropa limpia, no solo para un día, le pidió que trajera lo que pudiera. Más tarde llamó a Betsy para decirle que se quedaría en el hospital, no le dijo exactamente por qué, le dio la excusa de que ese era su lugar de trabajo y estaría muy ocupado.

Brandon y Emma se quedaron en la sala de visitantes, más tarde Louis los acompañó también.

Después de medio día Natán se había tomado un baño y había regresado a la habitación donde su padre permanecía dormido. La máquina de signos lo perturbaba, escuchaba el ritmo cardíaco mientras veía la línea en zig zag pasar por la pantalla. Le recordaba a los días en que su abuela había enfermado, aunque era más por el recuerdo que por la persona que estaba ahí, de la cual tenía sentimientos completamente opuestos a aquella otra.

El movimiento de su padre en la cama lo distrajo de su pensamiento y observó con detención lo que este haría.  El señor se sentó en la cama y colgó los pies del lado opuesto a Natán dándole la espalda.

—¿Qué está haciendo?

—No te incumbe.

—Ese nunca ha sido el punto. No puede moverse de aquí.

—Cinco hijos y tanta gente alrededor y el único que está conmigo es mi hijo bastardo.

Natán guardó silencio, discutir sería en vano, ya había explicado demasiadas veces por qué hacía lo que hacía.

—Me iré a casa ahora mismo.

—¿De verdad es tan terco?

—Diles lo que te dé la gana, no quiero estar aquí. No me importa, ve a decirles la verdad.

Natán rodeó la cama para ir a su encuentro, ya se había levantado e intentaba desconectarse de todos los cables.

Siempre Betsy (Parte 2)Where stories live. Discover now