30

66 12 1
                                    

—Te refieres a ese tal Jesús—se rio el señor Ferd.

Betsy guardó silencio, había tenido muchas veces ese tipo de conversación en la universidad, así que solo debía ser paciente.

—¿Se imagina un mundo donde no haya más sufrimiento? Sin dolor, sin enfermedad, sin muerte.

—No, no me lo imagino. Esta es tristemente la realidad.

—La realidad suele ser distinta para todos, ¿No es eso lo que dicen?, entonces ¿Por qué cuando se habla de dolor sí es igual? Todos sufren señor Ferd, debe haber un lugar donde todos sean felices.

El señor no tuvo más remedio que escucharla, Betsy hablaba con gracia y sencillez, siempre daban ganas de quedarse. Aquel le parecía un tema tonto y poco adecuado, pero no podía escapar.

—¿Ese lugar es el cielo?—preguntó sin interés.

—Sí.

—Esta es una extraña conversación, jamás en todos mis años me he detenido a hablar de religión.

—Ni si quiera se trata de eso, ¿Cree en la vida después de la muerte?

—¿Sabes?, Creo que, tal vez nunca he hablado de esto, precisamente porque no me gusta.

—Entiendo.—Betsy se recostó incómoda en la silla.

Tal vez era suficiente, una rendija donde entre la luz, puede que le guste esa luz y se atreva a abrir la puerta. Se  terminó el café en silencio y regresó con el señor a la habitación.

Ella siguió llegando los días siguientes, por la tarde se llevaba al señor Ferd a la misma terraza, solo porque él estaba de acuerdo y Natán aceptaba para poder descansar un poco.

El fin de semana apareció Emma y Ben, así que el señor permaneció en la habitación acompañado por alguno de sus hijos. Betsy llegó el sábado por la tarde y se quedó con Natán en la cafetería, aunque en el hospital, por fin tenían un tiempo juntos.

—Ya son tres semanas—Le dijo Natán con un aire de duda.

—¿Qué han dicho los doctores?

—Lo mismo, nada diferente.

—¿De verdad piensas quedarte aquí hasta que algo suceda?

Betsy no esperaba una respuesta concreta, al menos quería que él se cuestionara un poco por lo que estaba haciendo.

—¿Te refieres al plazo de tres meses?

—No lo sé, aun puede ser menos.

—Sabes que no lo hago por él.

—¿Algún día me contarás?

Natán se quedó mudo, Betsy parecía directa, de repente había hecho una pregunta sutil y al mismo tiempo delicada.

—¿De qué hablas?

—¿Por qué la relación entre ustedes no es tan estrecha?

—Betsy—se rio—lo acabo de conocer.

—No, no tiene que ser ahora, cuando estés listo.

Natán suspiró, no podía ocultarle nada a Betsy, pero por más que quisiera, lo que le era difícil recordar era mucho más difícil de expresar. Ni si quiera sabía si algún día estaría listo para decirlo.

Betsy le tomó la mano y él se asustó, casi se mostró sobresaltado mientras pensaba en su infancia.

—Creo que de alguna manera él intenta hacer las pases.

—¿Por la herencia?

—Puede que en parte, pero te fue a buscar, pudo simplemente llamarte...

—No lo hubiese dejado hablar.

—O pudo enviar a alguien más.

—Betsy—él apretó su mano—se está muriendo ¿entiendes? La herencia es solo un intento de hacerlo con la conciencia tranquila.

—Es un avance, al menos pensó en ti.

Un sonido de alarma los interrumpió, Emma y Ben salían de la habitación con una expresión de desespero, dos doctores y una enfermera corrieron hasta la puerta que acaba de cerrarse. Natán se levantó y caminó hacia sus hermanos que observaban la entrada de los doctores.

—Se ha ido—dijo Emma soltando un llanto ahogado.

Natán corrió hacia la puerta y la abrió estrepitosamente. Miles de pensamientos se revolvían en un solo segundo. Lo miró tendido en la cama, inmóvil, la máquina de signos emitiendo un sonido perpetuo, el zig zag se había convertido en línea recta. Todo pasaba en cámara lenta.

—¡No puede estar aquí!—gritó un doctor.

Alguien lo jaló desde atrás y sin darse cuenta se encontró afuera de la habitación, cerraron la puerta y no tuvo el valor de abrirla de nuevo.

Emma lloraba desesperada mientras Ben trataba de calmarla. Betsy caminó a paso lijero hasta Natán, lo tomó del brazo devolviéndolo a la realidad. Él parecía no notarla, se giro y caminó hacia el ascensor.

—¡Nate!—Escuchó una voz lejana.

Betsy corrió y se paró de frente para obstruirle el paso.

—Nate mírame, Nate.

Él la visualizó en frente. Betsy lo abrazó muy fuerte, él no respondió.

—Estoy aquí, aquí contigo.

Emma se había desmayado y rápidamente la ingresaron a una habitación. Ben se quedó en la cafetería, recostado en un sillón, parecía en estado de shock, sin lágrimas ni emociones.

Betsy entró al ascensor con Natán de la mano, seguramente necesitaba asimilarlo y no lo lograría si se quedaba ahí. Bajaron hasta el parqueo y caminaron hasta la acera.
Natán se sentó con la mirada fija en el suelo. Betsy se sentó a su lado y lo abrazó con ambos brazos recostando la mejilla en su esplada.

—Aquí estoy—susurró.

Perdieron la noción del tiempo, lo que parecía una hora habían sido cinco minutos. Betsy fue por un poco de agua, cuando regresó le entregó a Natán una botella y ella se dejó otra.
Betsy no dejaba de observarlo, su rostro seguía impasible, ni si quiera parpadeaba. Natán abrió la botella y se la llevó a la boca, tomó un par de tragos y volvió a cerrarla.

—Gracias—dijo con voz ronca.

Se levantó y sacó su teléfono del bolsillo, Betsy lo seguía con los ojos en cada movimiento esperando que mostrara alguna emoción.

—Llamaré a Brandon—dijo llevándose el teléfono a la oreja.

Betsy esperó para saber qué le diría a su hermano.

—¿Puedes venir ahora? Ha surgido algo...sí tu padre.

Cortó la llamada después de eso y volvió a guardar el teléfono.

—Deberíamos volver arriba—habló sin mirarla.

Betsy asintió inquieta, caminó antes que él hacia el ascensor. Después que estuvieron adentro apretó el botón del último piso. Se sintió cómo subía, como si hacerlo fuera a cambiar todo.

Siempre Betsy (Parte 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora