Una continuación que parte del Último Capítulo del Anime Candy Candy

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PRISA POR OLVIDAR

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PRISA POR OLVIDAR

by

Lady Graham

. . .

Con el armisticio del 11 de noviembre de 1918, la Primera Guerra Mundial llegó a su término.

A finales de ese mismo mes, de ese mismo año, increíble y simultáneamente en dos importantes ciudades de la unión norteamericana, dos acontecimientos estaban por suceder.

Dos iglesias, —repletas de elegantes invitados—, lucían hermosamente decoradas, no habiendo excepción en sus altares, donde sus respectivos sacerdotes aguardaban por dos novias, las cuales, por sus pasillos alfombrados, y al compás del sonido de órganos, radiantes y bellas, ya andaban.

Los dos gallardos hombres a desposarse, sus entradas ya habían hecho; y con sonrisas y gestos de resignación miraban a sus futuras esposas llegar hasta ellos.

Uno, rápidamente extendió su mano a su ángel blanco, le besó su dorso y la pasó por debajo de su brazo para girarse, quedar de frente al reverendo y éste dar inicio con la ceremonia religiosa.

El otro, con dificultad, esbozó una sonrisa después de haber levantado el velo que cubría el rostro de la que sería eternamente su compañera, la que, —de la felicidad que sentía—, derramaba lágrimas, lágrimas que lo hicieran sentir mayormente mal de lo que ya estaba.

Pero, bueno, no había marcha atrás, y aquello tarde o temprano tenía que pasar, así como los minutos y las letanías, hasta que en un lugar se escuchaba:

— Candice White, ¿aceptas por esposo a William Albert Ardley, y prometes amarle y respetarle desde este día hasta que la muerte los separe?

— Sí, acepto — dijo ella mirando al guapísimo rubio, el cual le acariciaría una mejilla, y que, por supuesto, también diría "sí".

En cambio en Nueva York...

— Susana Marlowe, ¿aceptas por esposo a Terrence Graham, y prometes amarle y respetarle desde este día hasta que el Señor los llame consigo?

— No.

Con la negativa escuchada, la gente presente, con su bullicio, llenó el cerrado lugar.

Por supuesto, la mirada absorta y ciertamente molesta del castaño ya estaba en la rubia que completaría su sentencia frente al clérigo.

— Lo siento, pero no puedo casarme con un hombre que no me ama.

El sacerdote asintió con la cabeza dándole la razón; pero, el novio, el cual sentía un gran hueco en el estómago, diría:

— Eso de siempre lo has sabido. Lo que me intriga es... ¡¿por qué hasta hoy?!

La maldad que había en Susana la haría decir:

— Porque quise asegurarme que al devolverte tu libertad, ya no tendrías oportunidad, aunque quisieras, para correr detrás de ella.

— ¡¿De qué estás hablando?! — inquirió Terrence.

— De que hoy, y a esta hora, tu querida y amada Candice White posiblemente ya le haya dado el sí al hombre que ahora ama.

De la agresión de la que iba a ser víctima, Susana fue salvada por unos fuertes brazos que sostenían a Terrence, quien además de matarla, quería fulminarla con la mirada no importándole que reporteros no perdían detalle de sus arranques rabiosos ni de lo que los periódicos hablarían de ese suceso.

La que tampoco daba crédito a lo presenciado era la señora Marlowe que gritaba histérica a un lado de su hija:

— ¡¿Es que acaso te has vuelto loca?!

— ¡No — espetó el castaño; — probablemente siempre lo hubo estado! —; y a quien lo sujetaba le indicó soltarle.

Hecho así, Terry se aproximó a Susana, —la cual yacía sentada en su silla de ruedas—, para decirle con verdadera rabia:

— Supiste jugar muy bien tu juego; y si es cierto lo que me acabas de decir, tienes razón, ya no podré ir a buscarla. Pero, ¿sabes lo que me consuela?

Terrence, entremezclando una risa sarcástica y herida, retrocedió dos pasos; y alzando los brazos al cielo se propuso a concluir:

— ¡Que hoy de ti he sido liberado para ser libre y vivir como yo quiera!

Aventando a medio mundo que los había rodeado y con paso veloz, Terrence buscó la salida de la iglesia, una por la cual, sólo que en Chicago, también aparecía una pareja de recién casados recibiéndolos a ellos: Neil Regan cerca del auto que abordarían y con pistola en mano.

— Vaya, vaya. Quién lo hubiese imaginado.

Gritos de espanto pegaron algunos invitados, los cuales hubieron venido detrás de la pareja de rubios y escucharon:

— El querido tío Abuelo William, el que no me dejó casar con su protegida, porque... ¡claro! él debía hacerlo. Qué astucia de tu parte, Albert.

— Neil, baja esa arma — pidió el rubio que con su cuerpo trataba de proteger a Candy.

Ella, debido al terror, muda había quedado y también oía:

— ¿Y si no quiero hacerlo? — se rebeló el sobrino que era aconsejado:

— ¡No te comprometas, hijo!

— Tía Elroy —, Neil la miró sin dejar de apuntar sus objetivos; — ¿cómo fue posible que te hayan convencido? ¿Te conmovió que la huérfana enfermera se hubiese hecho cargo de tu amnésico sobrino? ¡No te atrevas a moverte a Archibald! —, amenazante, lo apuntaron al percibir el movimiento; — ¡porque te juro que no hesitaré para accionar el gatillo!

— ¡Por Dios, Neil, ¿qué pretendes con esto?!

— ¿Acaso no es obvio que quiero vengarme de tantas humillaciones por parte de ambos? —: el nuevo matrimonio. — ¿Acaso pensaron que iban a vivir felices después de eliminar todo aquello que fuera obstáculo en su camino? ¿o no hiciste lo mismo con Terrence, tío?

— ¡No sé de qué me hablas!

— Por supuesto que delante de todos y menos de ella lo dirás, pero tú sabes de lo que hablo.

— ¡Estás completamente loco!

— ¡Vieras que sí! Así que, los dos —: Albert y Candy, — suban al auto.

Pero, detrás de éste dos hombres habían aparecido para atraparlo.

Al verlos de reojo, el trigueño quiso apuntarles con su misma arma, accionándose ésta de un forcejeo, e incrustándose una bala en un cuerpo que se hubo girado al intentar llevar a su esposa de nuevo al interior de la iglesia mientras aprendían a Neil.

— ¡Albert! — gritaron varias voces siendo la más desgarradora la de Candy, quien finalmente pudo pronunciar algo al verlo quejarse, arquearse y caer sobre sus rodillas debido al dolor.

Ella también lo haría para abrazarlo y pedirle fervorosamente no abandonarle, manchándose así su hermoso vestido blanco con la sangre roja de su guapo y recién esposo. 

PRISA POR OLVIDARWhere stories live. Discover now