Continuación del Capítulo 12 (Primer encuentro)

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PRIMERA ENTREGA ENTRE DOS

Con el adiós definitivo que le dedicara a Terry, ya habíamos dicho que Candy hubo cerrado ese capítulo de su vida para comenzar a escribir, en una hoja completamente en blanco, otro a lado de Albert. Un hombre de masculina belleza tanto interior como exterior, y de la cual, ella empezó a sentirse sumamente atraída con cada día que vivía y en una verdadera mujer se convertía, surgiendo con ello esa nerviosa pregunta de saber: ¿cómo le iba a desaparecer esa increíble sensación que una privada parte de ella se prendía cuando él, ya formalizada su relación, la acariciaba o la besaba en el momento de quedarse a solas?

El rubor que se apoderaba de ella hacía que él se detuviera y le prometiera respetarla hasta no estar casados.

Ese evento la tenía ¡muy ilusionada!

Annie ya se había unido a Archibald, y a pesar de no ser conversaciones adecuadas, un día la amiga le contó lo que se sentía ser amada físicamente por el hombre deseado.

Candy contaba con el suyo; sólo tenía que ser paciente para probar con él las mieles de ese maravilloso acto de hacer el amor. Uno que gracias a Neil nunca llegaría a conocer; y que tendría que matar con el paso del tiempo sus deseos carnales.

Era tan frustrante sentirse amada sin serlo que permitió que la amargura se adueñara de ella así como la resignación de no ser madre algún día. Sin embargo...

¿Qué sintió leer en aquella fotografía su simple nombre? ¡Terror!

Hacía tanto tiempo que no sabía del actor que se aterró de volver a verlo.

Por eso, Candy actuó como actuó frente a George; y ya que lo tuvo en frente, la envidia de saberlo con una hija y mil cosas más dentro de su ser se removieron.

Se le veía ¡tan bien! ¡tan varonil! más apuesto de cuando era joven, que ella no pudo evitar sentir celos de todas aquellas jovencitas que lo rodearon pidiéndole atrevidamente un beso, que estaba segura la rubia no iba a ser como aquel que un día en el colegio a ella le robara.

No, se pensó primero; o quizá sí, porque debía fingirlos a la hora de actuar como su profesión. ¿Y cuándo no?

Su pensamiento pecaminoso no era correcto en una mujer casada, además, Albert tal vez no reaccionaba a su contacto, pero sí correspondía a sus besos. No obstante, ella demandaba más; y él... era una tentación que debía mantener lejos.

Por eso, una barrera imaginaria construiría y se portaría como había sido en los últimos tiempos.

Pero, saber que él no tenía ningún tipo de compromiso, la inesperada petición por parte de su esposo y lo dicho por Patty, la pusieron a pensar, alborotándole el pasado y lo que había soñado a su lado.

¿Y que podría ser posible así como los sentimientos que él todavía guardaba para con ella?

El miedo que le dio oír que podría perderlo de vista y pronto, la empujaron a tomar una decisión; así que, no queriendo saber absolutamente nada y antes de que llegara el arrepentimiento, lo hizo Alistar en el justo momento.

. . .

El paseo a caballo por los alrededores exteriores de Lakewood exactamente duró cincuenta minutos.

Los diez restantes, el joven Cornwell los empleó, —al bajarse del cuadrúpedo—, para revisar una alambrada.

Porque según tarde se le hacía y la noche ya caía para ir a lado de Albert, Candy le preguntó a su sobrino:

— ¿Vas a tardar mucho arreglándola?

La pasión heredada de su tío lo hizo responder:

— Un animal podría atorarse y lastimarse seriamente con las peligrosas púas.

PRISA POR OLVIDARWhere stories live. Discover now