Continuación del Capítulo 17 (Tercer encuentro)

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LA TERCERA ENTREGA ENTRE DOS

. . .

Soy libre; y si ayer tuve prisa por olvidarte, hoy la tengo para que me ames. Porque me amas ¿verdad?

Candy dejó de besarlo para mirarlo a los ojos y conocer su respuesta.

Ésta consistía en una sonrisa por parte de Terry, quien con un toque de arrogancia, indicaba:

— Dímelo tú primero. ¿Me amas?

La rubia cerró los párpados; y en el descubierto pecho masculino posaría sus manos para acariciarlo, y sus labios para besárselo repetidamente, confesándole segundos después:

— Sí.

El actor la abrazó con fuerza; y prestaría atención a lo siguiente:

— Con lo que sucedió hoy: la descarga que expulsé de mi interior con mi negativo sentir hacia Neil y la inesperada muerte de mi querida madre, me despertaron de un largo letargo, y me hicieron darme cuenta de muchas cosas. Quince años me dejé cobijar por el miedo, por la culpa, por el olvido, por la amargura, por el fracaso, por la frustración, por la resignación. Cosas que antes nunca hube permitido y que de haber seguido así...

La pecosa bromearía con una observación hecha por él en el instante de su llegada:

— ... la Hermana Gray realmente en mí hubiera renacido.

Terry sonrió, inclinó la cabeza para besar la suya y decirle de manera juguetona:

— Eso sí que hubiese sido fatal: terminar a lado de una vieja bruja como ella.

— ¿Lo recuerdas?

Sin soltarse de su embrace, Candy lo miró, sonriendo de aquel insulto que le dedicara a la directora del San Pablo por defender a Patty y ganándose el confinamiento en el ático del colegio y la prohibición de asistir al festival de Mayo.

— Nada de lo vivido contigo, he olvidado.

Porque ella sí pretendió hacerlo, extendía:

— ¿Me perdonas?

— ¿Por qué lo pides? —, él subió una mano para acariciarle su rostro.

— Por haber...

Terry leyó en su mirada lo que le iba a decir y calló su boca con la suya para besarla con ternura, muestra de amor que él quería transmitirle a ella que lo percibió, confesándole abiertamente:

— Te amo, Terry. Te amo; y si no es tarde para nosotros quisiera vivir lo que me queda de vida contigo.

— ¿Como mi amante o como mi esposa?

Sus ojos se miraron mutuamente, respondiendo la boca de la rubia:

— Como el amor de tu vida que he sido.

— ¡Vaya con la presuntuosa pecosa! Aunque... ¿sabías que en Lakewood todo se escucha? Sólo espero que estas paredes —, él las miró y luego a ella que se mostraba apenada, — no hablen después de lo que tú y yo hemos hecho.

— ¿Y qué hemos hecho, sino dejarnos llevar... por lo que sentimos?

Ella ascendió sus manos por el pecho vecino para abrazarle por el cuello. Sin embargo, y antes de proseguir, él intentaría confesar:

— Candy, debo decirte...

— Que Albert te lo pidió.

— ¡¿Te lo dijo?! — Terry cuestionó azorado al tomarle por la cintura para separarla un poco y mirarse fijamente a los ojos.

PRISA POR OLVIDAROù les histoires vivent. Découvrez maintenant