Capítulo 10 parte B

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Los turnos para ocupar la ducha iban conforme a la ubicación de sus camas.

Y por ser la tercera, Blanch seguía en ella aguardando a que saliera su vecina compañera.

La primera ya estaba frente al espejo, y con el inconforme peinado número "la cuenta se había perdido" se le diría:

— El quinto se te veía muy bien.

— ¿Lo recuerdas? — se preguntó con gesto olvidadizo.

— Una simple coleta alta.

Con una burda sonrisa, la señorita Graham dejó la cama en el momento que vio una puerta abrirse, no dándole oportunidad a la otra chica de explicarle el objetivo de su apariencia.

Aunque en sí, después de revelado su parentesco con el actor, la joven castaña ningún chance otorgaba de cuestionársele nada, además, de que a sus fiestas no se presentaba; ganándose por otras compañeras el título de presumida chocante. Y si lo era, bueno, que se lo achacaran a su padre el cual...

¡Para nochecita que había pasado! Aunado el calor del verano, su emoción de haberla visto, plus la situación en la que la había encontrado, Terrence no hubo dormido debido a que el ventilador de techo no funcionó, a pesar de habérsele dicho que era nuevo, al dársele la mejor habitación de ese pequeño hotel en Lakewood.

Cansado de esperar la llegada del nuevo día, el actor se levantó, aseó, vistió y dejó la suite para salir muy temprano a dar una vuelta en el pueblo, y aprovechar de una vez el buscar y rentar algo más cercano a la mansión de Los Ardley.

Pasadas dos horas y dado con algo que le gustó apenas unas millas de distancia de la propiedad, Terry regresó al hotel para tomar sus pertenencias y liquidarlo.

En su recepción estaba, cuando el moreno secretario hizo su aparición para entregarle mensaje y dar enseguida informes con respecto a la salud de Albert.

Apreciando su visita, una invitación a desayunar se extendió.

George la aceptó llevando al actor a un buen lugar.

Allá, mientras consumían, se quiso saber un poco más de la familia, principalmente de Neil Regan.

— Luego de que William diera por cancelado su... compromiso con la señora...

— ¡¿Con Candy?! — Terry indagó sorprendido.

— Sí. Cansado de tantas humillaciones por parte de ella, Neil recurrió a la matriarca Elroy y la amenazó de que si no se casaba, también se enrolaba a la armada para irse a la guerra que se suscitó en 1914.

— ¡¿También?! — un ceño se frunció. — ¿Quién lo hizo primero?

— Alistar.

— ¡¿El inventor?! — azoro el rostro de Terry no escondió.

— El hermano de Archibald Cornwell.

— Sí, lo recuerdo. ¿Murió?

— Al poco tiempo de haberse ido.

— ¡Caramba! —. Terrence se rascó la nuca diciendo: — Lo ignoraba.

— También nosotros cuando partió. Fue una sorpresa inesperada para todos. Por eso la señora Ardley, miedosa de perder a un elemento más de su familia, accede al capricho de Regan, quien al sentirse humillado una vez más, se va a Florida. Nadie creyó que volvería justo el día que William y Candy se casaban para vengarse, aunque lo que pretendía era llevárselos y...

— No diga más, señor Johnson. Intuyo lo que verdaderamente quería.

— Sólo él puede aclararlo.

— ¿Aprovechando que ya viene para acá?

— Según su madre sí.

— ¿Cómo salió de la cárcel?

— Su sentencia no fue mucha al no morir William.

— Ah, menos mal — fue sarcástica la observación del actor.

— Sus abogados fueron astutos al coincidir muchos testigos con sus relatos declarados. Sí, él sostenía una arma de fuego apuntando al reciente matrimonio, siendo las huellas lo que lo pusieron tras las rejas, pero como le dije, pretendía llevárselos consigo. Los hombres al atacarlo para desarmarle, pudieron haber presionado su dedo que tenía en el gatillo y...

— ... haber disparado accidentalmente.

— Así es.

— ¿Cuántos años le dieron por eso?

— Cinco.

— ¡¿Y apenas sale?! — Terry se extrañó.

— En un mitin de reos, dos aparecen muertos.

— Por Neil — se aseveró.

— Según sí.

— Vaya — expresó Terry; — por eso dice Albert que es peligroso.

El moreno asintió con la cabeza; en tanto, el castaño:

— Bueno, entonces, hay que tener cuidado.

— Mucho, señor Granchester, principalmente...

— Por Candy.

. . .

En silencio salieron de casa; y en silencio llegaron a la mansión, notando las dos amigas que poco a poco las alumnas se iban conglomerando en el hall para en el momento de estar todas, pasar al comedor, ahí ingerir sus alimentos y comenzar con sus actividades del día, preguntando algunas que les gustaba la cocina por Mrs. Cornwell a la que le prepararían un delicioso pastel y más tarde ser llevado por su esposo, el cual muy nervioso se comportó en sus clases de equitación, aconsejándosele amigablemente serenarse y ya no ser tan obvio en sus celos.

En el colegio y frente a ella lo había reconocido.

Lo odiaba; y volver a verlo le despertó ese no grato sentimiento.

En aquel ayer de juventud no pudo convencerla de que se mantuviera lejos de él que lo único que buscaba era usarla para ser protegido por ella de quien se temía la alejarían de su lado, porque ya la amaba.

Lamentablemente su confesión fue interrumpida por la llegada de Annie quien guardaba profundos sentimientos por él que tuvo que esconderlos como su difunto hermano lo hizo y que también disfrazó para dárselos a Patty.

La promesa hecha a Candy de cuidar de Annie, le dio resignación, y tampoco esperanza al saber que el actor ya no existía en su vida, porque otro y también parte de su familia, ingresaba en ella.

Entonces, Archibald, para matar de una vez la tentación que representaba su presencia, pidió en matrimonio a su novia, la cual a los pocos meses de casada, le dio la noticia de que sería padre, haciéndolo feliz y prometiendo devolver la misma felicidad; además, Candy ya se había comprometido con el tío William; así que, ya era imposible una oportunidad para los dos.

Sin embargo, el infortunio del rubio le encendió la llamita de la confianza, y mayormente la mantenía avivada cuando se le insinuó algo similar a lo de Terrence.

Claro que aquello llegó a oídos de Annie, y cómo sufrió la señora de sólo pensar a su marido y hermana—amiga concibiendo un heredero con tal de que el linaje Ardley no muriera del todo ante la sufrida situación del patriarca.

Egoísta, quizá de nuevo Annie se comportó; no obstante, no ignoraba los verdaderos sentimientos que su esposo guardaba.

Y si la quería o respetaba debía rechazar la petición. Él un hijo ya tenía; así que, no era necesaria su participación, viéndose Cornwell imposibilitado de ayudar a su familia, pero sobre todo de darle a ella, a Candy, la ilusión que se obtiene al ser madre y que no negaba sería otro el que lo hiciera con su llegada.

El fuetazo que dio en las ancas del caballo y del reparo que éste dio, espantó a las chicas presentes, las cuales no entendían a qué venía tanta frustración, y más cuando se echaron a correr en cierta dirección y sin dar explicación. Una que se demandaría en el instante de tenerlo enfrente.

PRISA POR OLVIDARWhere stories live. Discover now