Capítulo 14 parte A

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Como todas las mañanas, el camión repartidor de leche se detenía frente al Portal de las Rosas para aguardar por su acceso y entregar a la puerta del área de servicio el correspondiente pedido lácteo.

Con normalidad, a esos empleados, que ya resultaban conocidos, se les daba el paso sin obstáculo alguno; pero, desde la mañana anterior y esa, dos armados trabajadores de Lakewood debían ir a ellos para revisar primero y detenidamente la carga del camión y evitar que sorpresas se colaran a la propiedad Ardley.

Sin embargo, la presencia solitaria del auto que su hubo dejado afuera, llamó su atención; y en lo que uno se quedaba con los visitantes, otro corrió hacia la mansión para avisarle a George Johnson de lo que se encontrara.

Las placas fuereñas del vehículo fueron señal de su llegada. Y además de ese problema, el otro era adivinar la dirección que había tomado.

Con lógica, el moreno y los hombres se dirigieron a la casa, allá donde las señoritas visitantes estaban y que peligro no corrían del todo, debido a áreas que fueron cerradas, entre ellas, la que conducía al tercer piso, donde según los chicos Ardley había una habitación encantada y fantasmas ancestrales aparecían por sus corredores cuando la campana de la Torre Sur sonaba exactamente a las diez de la noche.

Desde cierta distancia, Terry había notado el movimiento; y por la apurada actitud de aquellos sujetos, supuso que Neil ya estaba en Lakewood.

Blanch también le preocupó; pero al conocer el motivo de la visita de Regan, hacia ella corrió, y más al verla afuera de la casa donde en su interior, Candy quiso saber:

— ¿Desde cuándo lo sabes? — la salida carcelaria de su ahora "sobrino".

— Esa tarde que me entrevisté con Albert.

— ¿Ese es el favor que te pidió?

Frunciendo el ceño, Terry se interesaba:

— Tú, ¿cómo sabes de eso?

Frente a él, ella se comportó balbuceante; luego, molesta diría:

— ¡Lo sé y punto!

Haciendo un gesto de que nada había cambiado en la pecosa, el actor contestaba:

— Pues sí.

— ¿Y piensas confrontarlo? —, sus verdes ojos lo miraron con angustia.

— Si es preciso.

— ¡No, Terry! ¡No lo hagas!

Ella se abalanzó hacia él como si ya lo estuviera haciendo.

— No tienes por qué temer.

Él la abrazo para darle confianza. En cambio, Candy...

— ¡Cómo no tenerle miedo después de lo que le hizo a Albert!

Aunque bien sabían que su objetivo era otro, Terry besó la coronilla de su cabeza para enseguida decirle:

— Tienes razón; y desde este momento, no voy a dejarte sola.

La rubia se separó un poco para mirarle a los ojos y sus labios que se movían al decir:

— No voy a permitir que se acerque para causarte daño a ti o a lo que más amas.

El arribo de George Johnson, por la entrada principal de aquella casa, no permitió que una boca se uniera a la otra, porque al escuchar el ruido de la puerta, dos cuerpos se separaron para ir el de ella a la sala y al encuentro del moreno el cual saludaría:

— Buenos días.

— Buenos días, George —. Y sólo para asegurarse, lo cuestionaban: — ¿Es cierto que Neil está en Lakewood?

— Así es, Candy. Debemos avisarle a Albert.

— ¿Para qué? 1 preguntó Terry quien hubo ido detrás de la rubia la cual también oía:

— Es mi obligación mantenerlo al tanto de todo, señor Granchester.

Éste sugería:

— ¿No podemos controlar la situación sin necesidad de angustiarlo? Más impotente podría sentirse de no poder ayudar.

Los ojos oscuros del secretario se toparon con los verdes de Candy quien opinaba:

— Creo que será mejor no decirle. También nosotros debemos actuar normal para no alarmar a las estudiantes.

— Pero de alguna forma lo harás. No puedes sacarlas de la casa hasta que...

— Ese no es problema. Yo podría entretenerlas.

— ¿Y si no lo capturamos hoy?

Las palabras "¡Deben de!" y "Entonces" sonaron al mismo tiempo, al igual que el "¡¿Qué haces aquí?!" de Archibald que miró enemigamente a Terrence, ignorándole éste y enterándole George:

— Archie, Neil ya llegó.

— ¡¿Cómo?! ¡¿Y dónde está?!

— Lógico que no sabemos — hubo sido la irónica respuesta a su cuestión.

Cornwell, todavía incrédulo, indagaba:

— ¿Y cómo saben entonces que ya lo hizo?

— Un auto con placas foráneas está estacionado frente al Portal de La mansión.

— ¿Y están seguros qué es de él?

— No, pero...

— Tampoco podemos confiarnos.

— ¿Y qué sugieren hacer? ¿Encerrarnos sin tener la prueba de que sea mi primo?

— O qué te parece que Candy salga como si nada para atraerlo y preguntarle ¿qué piensa hacer? o ¿por qué no entró por la puerta o se anunció como la gente normal lo hace?

— ¡No digas estupideces!

— Tienes razón; porque para decirlas estás tú.

— ¡Imbécil!

— ¡Basta, Archibald!

George se interpuso a su paso agresivo; Candy miró molesta a Terry quien desvió su mirada hacia otra ocupante de aquella vivienda que aparecía preguntando:

— ¿Qué pasa?

Nuevamente a la senil mujer se le respondía:

— Nada, Pony.

La rubia se acercó a su madre para tomarle por los brazos, guiarle en una dirección y solicitarle:

— ¿Me harías el favor de ir a la cocina? Dejé la tetera en la estufa con la intención de prepararme un té y...

— Está bien, hija. Pero, por favor, no empiecen a discutir tan temprano.

— No lo haremos, te lo prometo.

Antes de soltarla, Candy le dio un beso en la frente, le indicó el camino a seguir y se volvió a los tres hombres para cuestionarle a uno:

— George, ¿qué recomiendas hacer?

— Tú lo dijiste, actuar normal. Váyanse Annie...

— Ella sigue enferma — interrumpió el esposo.

— Bueno, entonces el resto a la mansión. Yo traigo a dos hombres conmigo para quedarnos a lado de Albert.

— ¿Será seguro? — preguntó Terry.

— Sí; Alistar dirige a los demás.

— ¿Él vendrá con nosotros?

Se refirieron al actor el cual para no caer más en el juego provocador y celosamente infantil de Archibald, permaneció callado diciendo Candy:

— Nos ayudará a entretener a las alumnas un rato, en lo que sabemos exactamente la ubicación de Neil.

PRISA POR OLVIDARWhere stories live. Discover now