Como todas las mañanas, el camión repartidor de leche se detenía frente al Portal de las Rosas para aguardar por su acceso y entregar a la puerta del área de servicio el correspondiente pedido lácteo.
Con normalidad, a esos empleados, que ya resultaban conocidos, se les daba el paso sin obstáculo alguno; pero, desde la mañana anterior y esa, dos armados trabajadores de Lakewood debían ir a ellos para revisar primero y detenidamente la carga del camión y evitar que sorpresas se colaran a la propiedad Ardley.
Sin embargo, la presencia solitaria del auto que su hubo dejado afuera, llamó su atención; y en lo que uno se quedaba con los visitantes, otro corrió hacia la mansión para avisarle a George Johnson de lo que se encontrara.
Las placas fuereñas del vehículo fueron señal de su llegada. Y además de ese problema, el otro era adivinar la dirección que había tomado.
Con lógica, el moreno y los hombres se dirigieron a la casa, allá donde las señoritas visitantes estaban y que peligro no corrían del todo, debido a áreas que fueron cerradas, entre ellas, la que conducía al tercer piso, donde según los chicos Ardley había una habitación encantada y fantasmas ancestrales aparecían por sus corredores cuando la campana de la Torre Sur sonaba exactamente a las diez de la noche.
Desde cierta distancia, Terry había notado el movimiento; y por la apurada actitud de aquellos sujetos, supuso que Neil ya estaba en Lakewood.
Blanch también le preocupó; pero al conocer el motivo de la visita de Regan, hacia ella corrió, y más al verla afuera de la casa donde en su interior, Candy quiso saber:
— ¿Desde cuándo lo sabes? — la salida carcelaria de su ahora "sobrino".
— Esa tarde que me entrevisté con Albert.
— ¿Ese es el favor que te pidió?
Frunciendo el ceño, Terry se interesaba:
— Tú, ¿cómo sabes de eso?
Frente a él, ella se comportó balbuceante; luego, molesta diría:
— ¡Lo sé y punto!
Haciendo un gesto de que nada había cambiado en la pecosa, el actor contestaba:
— Pues sí.
— ¿Y piensas confrontarlo? —, sus verdes ojos lo miraron con angustia.
— Si es preciso.
— ¡No, Terry! ¡No lo hagas!
Ella se abalanzó hacia él como si ya lo estuviera haciendo.
— No tienes por qué temer.
Él la abrazo para darle confianza. En cambio, Candy...
— ¡Cómo no tenerle miedo después de lo que le hizo a Albert!
Aunque bien sabían que su objetivo era otro, Terry besó la coronilla de su cabeza para enseguida decirle:
— Tienes razón; y desde este momento, no voy a dejarte sola.
La rubia se separó un poco para mirarle a los ojos y sus labios que se movían al decir:
— No voy a permitir que se acerque para causarte daño a ti o a lo que más amas.
El arribo de George Johnson, por la entrada principal de aquella casa, no permitió que una boca se uniera a la otra, porque al escuchar el ruido de la puerta, dos cuerpos se separaron para ir el de ella a la sala y al encuentro del moreno el cual saludaría:
— Buenos días.
— Buenos días, George —. Y sólo para asegurarse, lo cuestionaban: — ¿Es cierto que Neil está en Lakewood?
— Así es, Candy. Debemos avisarle a Albert.
— ¿Para qué? 1 preguntó Terry quien hubo ido detrás de la rubia la cual también oía:
— Es mi obligación mantenerlo al tanto de todo, señor Granchester.
Éste sugería:
— ¿No podemos controlar la situación sin necesidad de angustiarlo? Más impotente podría sentirse de no poder ayudar.
Los ojos oscuros del secretario se toparon con los verdes de Candy quien opinaba:
— Creo que será mejor no decirle. También nosotros debemos actuar normal para no alarmar a las estudiantes.
— Pero de alguna forma lo harás. No puedes sacarlas de la casa hasta que...
— Ese no es problema. Yo podría entretenerlas.
— ¿Y si no lo capturamos hoy?
Las palabras "¡Deben de!" y "Entonces" sonaron al mismo tiempo, al igual que el "¡¿Qué haces aquí?!" de Archibald que miró enemigamente a Terrence, ignorándole éste y enterándole George:
— Archie, Neil ya llegó.
— ¡¿Cómo?! ¡¿Y dónde está?!
— Lógico que no sabemos — hubo sido la irónica respuesta a su cuestión.
Cornwell, todavía incrédulo, indagaba:
— ¿Y cómo saben entonces que ya lo hizo?
— Un auto con placas foráneas está estacionado frente al Portal de La mansión.
— ¿Y están seguros qué es de él?
— No, pero...
— Tampoco podemos confiarnos.
— ¿Y qué sugieren hacer? ¿Encerrarnos sin tener la prueba de que sea mi primo?
— O qué te parece que Candy salga como si nada para atraerlo y preguntarle ¿qué piensa hacer? o ¿por qué no entró por la puerta o se anunció como la gente normal lo hace?
— ¡No digas estupideces!
— Tienes razón; porque para decirlas estás tú.
— ¡Imbécil!
— ¡Basta, Archibald!
George se interpuso a su paso agresivo; Candy miró molesta a Terry quien desvió su mirada hacia otra ocupante de aquella vivienda que aparecía preguntando:
— ¿Qué pasa?
Nuevamente a la senil mujer se le respondía:
— Nada, Pony.
La rubia se acercó a su madre para tomarle por los brazos, guiarle en una dirección y solicitarle:
— ¿Me harías el favor de ir a la cocina? Dejé la tetera en la estufa con la intención de prepararme un té y...
— Está bien, hija. Pero, por favor, no empiecen a discutir tan temprano.
— No lo haremos, te lo prometo.
Antes de soltarla, Candy le dio un beso en la frente, le indicó el camino a seguir y se volvió a los tres hombres para cuestionarle a uno:
— George, ¿qué recomiendas hacer?
— Tú lo dijiste, actuar normal. Váyanse Annie...
— Ella sigue enferma — interrumpió el esposo.
— Bueno, entonces el resto a la mansión. Yo traigo a dos hombres conmigo para quedarnos a lado de Albert.
— ¿Será seguro? — preguntó Terry.
— Sí; Alistar dirige a los demás.
— ¿Él vendrá con nosotros?
Se refirieron al actor el cual para no caer más en el juego provocador y celosamente infantil de Archibald, permaneció callado diciendo Candy:
— Nos ayudará a entretener a las alumnas un rato, en lo que sabemos exactamente la ubicación de Neil.
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PRISA POR OLVIDAR
FanfictionTodo indicaba que todo había acabado. Por consiguiente, ella se dedicó a sanar el corazón y a darse la oportunidad de vivir una nueva ilusión. Sin embargo, la maldad no le permitiría ser feliz del todo. * * * * * * * * * Historia primera vez escrita...