Capítulo 17 parte B

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Poco a poco sus vestimentas, máscaras y maquillajes fueron quedando.

Desde ingeniosos trajes de época hasta los más locos del siglo XX se idearon.

Pero antes de iniciar con el baile, las muchachitas, abusando inteligentemente de la presencia de los instructores, éstos serían los jueces de un concurso.

¿Recibiendo como premio los disfraces más originales? Exclusivas piezas de baile con los galanes que harían acto de presencia.

Lástima que el señor Ardley no pudiera ser parte de ellos, porque a pesar de su estado de salud, su guapura sería admirada por muchas coquetas.

Una de ellas: Blanch, quien al verlo, su ser se llenaría de vergüenza; y con su padre intentaría hacer las paces.

Sin embargo, caro iba a pagar su último insolente berrinche; y es que Terrence le anunciaría un cambio de planes.

— ¡¿Te vas... sin mí?! — la cara de "Julieta" se pintó de tristeza.

El actor, aprovechando ciertas ausencias en el hall, a su hija le pidió salir un momento a una de las tantas terrazas donde afirmaba:

— Sí.

— ¡¿Por qué?!

— Digamos que será tu castigo.

— ¡¿Por lo sucedido en la mañana?!

— Si bien lo sabes...

— ¡Pero, papá, yo... te estoy pidiendo disculpas!

— ¿Y si las acepto y vuelves a hacer lo mismo? Soy tu padre, Blanch; y por mucha confianza que exista entre los dos, no puedes hablarme como lo hiciste. La gente puede oírte, malinterpretar nuestra relación y ocasionarnos serios problemas.

— ¿Crees que el profesor Cornwell nos escuchó?

— Aquí todo mundo lo hace a pesar de las dimensiones de esta propiedad.

— Sí, tienes razón. Su hijo Alistar... nos oyó hablando en el rosedal y también...

— Sé que me amas y yo te amo igual; pero este amor entre tú y yo es solamente...

— ... de padre a hija bien lo sé.

Terry sonrió, porque bien o mal era su monstruito, que resignada y con la cabeza baja preguntaba:

— ¿Cuándo me levantarás el castigo?

— En el momento que Karen firme el divorcio y me ceda tu custodia.

Al oírlo, Blanch se enderezó para mirarlo a los ojos y sonreír de lo siguiente:

— No voy a regresar a California, sino a Nueva York.

— Y en cuanto consigas ambas cosas... ¿pasarás por mí?

— Tan pronto lo tenga, sí, por supuesto, y con suerte...

. . .

Ocupando el sillón detrás del escritorio, sobre de éste, George colocaba el último documento a firmar.

Varias hojas ya habían sido firmadas por Candy, y con la que tenía enfrente daba por concluido un contrato.

Más, de pronto, el corazón de ella comenzó a latir con fuerte acelere, y la pluma que sostenía su mano la empezó a jugar nerviosamente.

— Todo estará bien, Candy — su voz la motivó.

— ¿No me estoy viendo muy egoísta?

— Más lo he sido yo al haberte retenido por quince años a mi lado.

— ¡Pero te juro que no me arrepiento de...!

— Tampoco lo harás ahora. Así que, firma de una vez. La felicidad te está esperando.

— Creo que... mejor debería quedarme contigo.

Candy soltó la pluma; y por hacerlo, Albert le gritaba:

— ¡No!

— Albert, tú arriesgaste todo por mí. Mi pago sería permanecer eternamente contigo.

— ¿Y yo para que quiero que lo hagas teniéndome compasión?

— No la tengo.

— Entonces, me harías sentir egoísta y eso es lo último que soy. Firma, Candy. Firma y date la oportunidad de hacer la familia que yo nunca podré darte.

. . .

A sus respectivos lugares y a sus oídos, la música llegó hasta ellos.

Blanch tomó de la mano a su padre y lo llevó al hall donde una mesa se colocara para que los jueces ocuparan sus lugares.

Candy también apareció, yendo a su par George que le ayudaba con Albert.

Archibald, Annie, Patty y Alistar ya estaban listos para presenciar el desfile y divertirse a lo grande con las ocurrencias de las estudiantes del Instituto Lakewood, ganando el concurso: la jovencita que ocultó su belleza, sólo para honrar a un actor que para una participación cinematográfica se hubo disfrazado de Quasimodo: el jorobado de Notre Dame.

Por supuesto, y más que encantado Terry concedió su premio.

Lo mismo que Archibald al segundo lugar: una muy guapa y peligrosa Medusa; y Alistar bailó con una muy tierna calabaza.

Pero, no sólo ellas disfrutarían de su cercanía.

Blanch concedería una pieza al joven Cornwell, y al actor se le pediría invitar a Candy quien muy nerviosa se sintió en sus brazos a un suave vals que tocaron, recordándose:

La misma pieza que bailé con Anthony por primera vez. Luego, en el colegio con...

Candy lo miró; y él le sonrió con disimulo, ya que varios ojos los observaban esperando un turno que también sería concedido.

Así, continuó la fiesta en una hermosa tarde de verano; pero llegada una noche estrellada y de luna blanca...

Todavía no terminaba el baile, cuando Terry buscó una salida para regresar a la casita que tenía rentada.

La larga ducha que tomó le ayudó a quitarse todo el estrés del día.

Para seguir manteniéndose fresco, él vistió pantalones de lino y una camisa de manga corta sin abotonarla.

Sus pies descalzos paseaban por la duela en dirección a un mini bar para servirse un poco de agua cuando... un llamado a la puerta se escuchó.

Esbozando una sonrisa, él se dispuso a ir a atender. Era su cita la que se anunciaba; y que al tenerlo de frente, se lanzaría a sus brazos para decirle entre besos:

— ¡Soy libre! y si ayer tuve prisa por olvidarte, hoy la tengo para que me ames.

PRISA POR OLVIDARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora