Continuación del Capítulo 13 (Segundo encuentro)

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SEGUNDA ENTREGA ENTRE DOS

. . .

Poco a poco sus cuerpos fueron calmándose. Y cuando el clímax hubo pasado, él comenzó a besarla con la intención de retomar un nuevo ritual de amor. Sin embargo, ella, para devolverlo a la realidad, tuvo que decir:

— "Debo irme a casa".

Candy, aunque lo hubo sido, no era suya; y efectivamente en su casa le esperaba el hombre con el que se hubo casado, y debido a su condición ese "favor" le había pedido.

Sin ser tosco, Terry se removió; y en su movimiento, Candy, con, prisa se levantó y así cogió sus prendas de vestir preguntando:

— ¿Dónde está el baño?

El actor apuntó la puerta que estaba en la esquina de la habitación.

Allá, ella se condujo; y en lo que se aseaba, él se acostó en la cama yaciendo boca arriba y fijando su mirada en el techo, impidiéndose a pensar absolutamente nada; inclusive ni del momento que recién hubo vivido con ella, la cual pronto apareció.

Ante su presencia, el actor se enderezó, pidiendo unos instantes para acompañarla.

El tono que usara en la negativa que Candy le diera, fue muy similar a la amarga proporcionada en la noche de su separación.

— No quiero que me lleves.

Aun así, él preguntó:

— ¿Estás segura? Es noche ya.

— Sí; no te preocupes. Sé muy bien el camino.

— Como gustes entonces.

Terry ya no insistió; y por haberlo hecho, la rubia inquiría:

— ¿Irás mañana al instituto?

— ¿Annie ya está mejor de salud?

— No; tendrás que llegar temprano.

— Está bien. Ahí estaré.

No obstante, el actor todavía no terminaba de completar su sentencia, cuando Candy ya iba en busca de las puertas de salida para montarse adoloridamente en el caballo y que éste, bajo la negrura de la noche y la claridad blanca de la luna, la llevara hasta casa, donde ya acostumbrados a su seriedad, nadie cuestionaría nada, yendo ella a su recámara para encerrarse ahí y evitar también pensar en nada, aunque su cuerpo dolorido le estuviera recordando el grato instante y la felicidad que interiormente le brincaba y que difícilmente la haría dormir.

Lo mismo pasaba con él, que al haberse quedado de pie, solo y desnudo así fue en busca de sus inseparables amigos, de los cuales uno a uno iría fumando al sentarse en un diván colocado frente a la ventana, desde la cual podía ver la hermosa luna y las estrellas que brillaban o fugazmente viajaban en el firmamento; y después, a la no menos bella alborada.

Cuando ésta la vio llegar, Terry abandonó su lugar para ingresar al baño, asearse, salir envuelto en un albornoz y dedicarse a cambiar la cama donde rastros de su virginidad, ella dejara.

En otra situación ¡cómo hubiese alardeado haber sido el primero en su vida! no sabiendo ahora qué iba a ser de la suya luego de haberla tomado y tener que dejarla a quien le pertenecía. Al hombre que había sido su único y mejor amigo, ese que debido a su triste condición no podía reprocharle nada ¿o sí? No; porque bien o mal se había convertido en el amante de su necesitada esposa. Mujer que Terry todavía amaba y ella, a pesar de su entrega no le dio a conocer su verdadero sentir.

PRISA POR OLVIDAROnde histórias criam vida. Descubra agora