Capítulo 12 parte C

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Sosteniéndose de las manos, padre e hija llegaron a una entrada.

Allí, un dorso se besó antes de ser liberado.

Consiguientemente de verla ingresar a la mansión, Terry se propuso a abordar su auto para marcharse de ahí, habiendo sido seguido por una verde esmeralda mirada que era imposible de describir debido a los confundidos sentimientos que por dentro le peleaban, y que ignorados dejarían de ser por la llegada de Alistar quien a caballo montaba.

— ¿Adónde vas? — se le preguntó.

— A dar una vuelta por las afueras de Lakewood. ¿Quieres que te lleve a casa?

— ¿Por qué mejor no te acompaño? Hace tanto tiempo que no monto a caballo que...

— ¿Vestida así lo harás? — el joven la señaló.

— ¿Qué tiene de malo?

La intrépida Candy respondió sonriente, haciendo sorprender al jovencito que diría:

— Por mí no hay problema, sino lo tienes tú.

Alistar pretendió descender, impidiéndosele;

— No, sólo dame tu mano y...

... un pie se subió al estribo, y con agilidad, la rubia ocupó su lugar frente a su sobrino, el cual sujetó con fuerza las riendas y arrió al animal para emprender su camino, siendo una hora la que disfrutaran del paseo, porque Candy a lado de Albert debía regresar.

. . .

El calor de ese día hubo sido tremendo. Y George, quien procuraba estar la mayor parte del día pendiente de él, ya lo había aseado al estarle refrescando el cuerpo con húmedos paños. Actividad que Candy tampoco podía hacer.

— Gracias, George — apreció el rubio.

El moreno sonrió sugiriéndole a Albert:

— Mañana intentaré sacarte de aquí. El aire fresco y el sol te caerán muy bien.

— Sí, como tú digas.

— ¿Qué pasa, William?

Su cansada voz volvió a oírse al preguntar:

— ¿Has visto a Candy?

— Esporádicamente. Ha estado bastante ocupada con las muchachitas.

— ¿Sabes si Terry se presentó en la mansión?

— Sí, lo hizo.

— ¡Qué bien! Aunque, estaría mejor que estuviera entre nosotros. No quiero que sean sorprendidos por Neil.

— No lo estaremos. Ya hemos puesto suficiente vigilancia.

— Procura que la mansión esté más, para evitarle problemas a Candy.

— No te preocupes. Todo está completamente vigilado.

Albert sonrió de la eficacia del secretario al que se le diría:

— Cuando todo el peligro haya pasado, voy a pedirte un favor.

— ¿De qué se trata?

— Después te lo diré, ahora... quiero dormir.

— ¿No lo has hecho lo suficiente? — George observó con preocupación.

— Es lo único que puedo hacer estando así.

Enseguida de arrojar un profundo suspiro, Albert cerró los ojos, e increíblemente sonrió con dos propósitos, uno para demostrarle a Johnson que estaba bien, y dos...

PRISA POR OLVIDARحيث تعيش القصص. اكتشف الآن